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Yo nunca doy la espalda, mi indiferencia la regalo de frente


En este mundo de espaldas necesitamos personas que actúen de frente, cara a cara, sin miedo, sin vacilaciones. Por ello, a la hora de regalar tu indiferencia a alguien es mejor hacerlo sin titubeos y con la mirada firme y tranquila de quien sabe decir "basta”, de quien no teme poner límites a lo que no desea o perturba su equilibrio.

Todos sabemos que pocos componentes son tan esenciales en las relaciones humanas como el reconocimiento del otro. Gracias a esa interacción, a esa deferencia casi siempre significativa y auténtica, existimos, aprendemos y crecemos como personas.

Sin embargo, cuando un vínculo en concreto nos hace daño o nos causa infelicidad también es necesario saber "reconocer” la ofensa y reaccionar ante ella en lugar de huir, de dar la espalda.

"El verdadero conflicto no está entre el bien y el mal, se halla entre el conocimiento y la ignorancia”.
Buda

Algo que no podemos olvidar es que siempre será preferible perder la relación con una persona a perder la propia salud. Ahora bien, para "deshacernos” de ese lazo o de esa relación problemática debemos actuar con madurez, congruencia y con una adecuada inteligencia emocional. Porque quien elige simplemente dar la espalda es que no sabe actuar de frente.

Es necesario dotarnos de adecuadas habilidades para gestionar este tipo de situaciones. Nos sentiremos más competentes, satisfechos y disfrutaremos a su vez de una mejor calidad de vida y  salud mental.

Elige no dar la espalda, elige actuar con inteligencia

Si lo pensamos bien, vivimos en un mundo cuajado de personas habituadas a dar la espalda a muchas de las cosas que les rodean. A veces, no lo hacen con maldad o con intencionalidad.

Es solo cuestión de ego, de esa identidad inventada que vamos construyendo con el tiempo hasta quedar suspendidos en una isla de soledad, ahí donde solo nos importa aquello que acontece en los límites de nuestra pequeña parcela psíquica y emocional.

Quizá por ello, quien no está habituado a tratar con empatía y con adecuado reconocimiento a los seres que ama, tampoco sabrá gestionar de forma correcta sus conflictos. Porque si algo no nos gusta, no sirve de mucho salir corriendo, ni asumir tampoco esa actitud infantil capaz de dejar en la invisibilidad a quien no le agrada, a quien no encaja en sus partituras o simplemente le lleva la contraria.

Los problemas se afrontan. Los conflictos se encaran. Porque, al fin y al cabo, nuestra existencia no es una línea recta sin baches, ni un escenario aséptico donde avanzamos como seres inmunes a las diferencias o a los encontronazos.

A veces, no es solo el agravio lo que nos molesta. También nos afecta la forma en que nosotros mismos reaccionamos ante lo que nos sucede. Así pues, hacerlo con madurez e inteligencia nos permitirá construir un autoconcepto más válido, más firme y enriquecedor.


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