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¿Cuál es el antídoto para la envidia?



Decía Francisco de Quevedo que «la envida es flaca y amarilla, porque muerde, pero no come». Lo cierto es que podríamos dar decenas de definiciones ingeniosas sobre esta emoción y aún nos quedaríamos cortos. Porque pocas experiencias psicológicas son más nocivas para quien la sufre de manera directa, pero también para quien padece la sombra perenne de un envidioso.

Si nos interesamos por ella desde el campo de la salud mental es porque la envidia es una emoción potenciada por las redes sociales. Estos escenarios digitales son el caldo de cultivo perfecto para la comparación. Millones de personas se asoman a diario a sus aplicaciones queriendo informarse de novedades de vidas ajenas y experimentar de pronto una sensación de carencia.

La mente se llena poco a poco de todo un surtido de malestares. «Yo no tengo ese cuerpo». «Me da rabia no tener el talento de esta persona». «¿Por qué no he tenido la suerte de lograr ese estilo de vida, de tener ese trabajo, es casa, esa pareja…?». La narrativa mental se satura de ponzoña y no tarda en asomar el odio al otro y la infelicidad.

De tal modo, aunque es posible que reconozcamos esta conducta en ciertas figuras del entorno, nadie es ajeno de experimentarla en algún momento. Por ello, si te sientes identificado, te será de utilidad saber que hay una estrategia idónea y eficaz para sofocar esta emoción.

    La envidia es una de las emociones más complejas y también de las menos estudiadas. Sin embargo, pocas experiencias son más recurrentes en nuestro día a día.

Envidiar es contraproducente y afecta a la salud mental

Entendemos la envidia como esa forma de desdicha, rabia o malestar que se experimenta por no poseer aquello que tiene el otro y que se desea. No debemos confundirla con los celos, es decir, con ese estado que siente una persona ante la posibilidad de perder a alguien con quien tiene algún tipo de vinculación.

Bien, durante mucho tiempo nos han intentado convencer también de que existe una envidia «buena» y una envidia «mala», cuando en realidad, tal y como nos señalan investigaciones como las realizadas en la Universidad de Nueva York, solo existe una tipología y parte siempre de una autoestima inestable.

De esta manera, algo que debemos entender sobre esta emoción es que, si bien es normal experimentarla alguna vez, es muy contraproducente. Es como una sacudida, un toque de atención que debería ponernos en aviso: nos sitúa en una posición de insatisfacción permanente respecto a nuestras características, logros, posesiones y competencias.

Asimismo, tal y como hemos señalado al inicio, en este presente dominado por Instagram o Tik Tok, la envidia es semilla de malestares, conflictividad entre usuarios y más de un problema de salud mental. Trabajos como las llevadas a cabo en la Universidad de Chongqing, en China, vinculan el uso de las redes sociales con la experiencia de la envidia y los trastornos del estado de ánimo.



    Detrás de la envidia suele estar la vergüenza y la falta de autoestima. Es una sensación permanente de no estar a la altura y pensar que los demás siempre tienen más suerte que nosotros.

Ser tú mismo: el auténtico antídoto para la envidia

No nos equivocamos si señalamos que debería hablarse mucho más sobre esta emoción. Hay mucha negatividad alrededor de la misma. Somos muy rápidos al detectar al envidioso, pero muy lentos para darnos cuenta que también nosotros sentimos en piel propia esta experiencia. La comparación social alimenta la envidia y con ella, la sensación de inferioridad, de odio al otro y de sufrimiento.

Son muchos los jóvenes que pasan buena parte de su tiempo ante las pantallas de sus móviles, comparándose o anhelando lo que tienen los demás. Sus físicos, sus millones de likes, sus aparentes vidas perfectas. Esto conduce no solo al desprecio ajeno; también al sumidero de la depresión, del rechazo al propio cuerpo, a la propia existencia.

Debemos promover un antídoto para la envidia y no es otro que ser nosotros mismos y cultivar una identidad firme, positiva y saludable. Ser uno mismo es un desafío en un mundo de personas iguales. Pero, ¿cómo lograrlo? A continuación, analicemos esos factores.

1. Clarifica quién eres

Cuando uno no sabe quién es, subcontrata identidades ajenas: imita, se deja llevar, asume definiciones abstractas sobre lo que es ser feliz, tener éxito, ser atractivo. Nos desligamos tanto de nosotros mismos que quedamos difuminados por la masa, sin valores sólidos, sin propósitos ni convicciones firmes. Desde ese subsuelo, es muy fácil anhelar lo que tienen otros, porque no sabemos lo que tenemos nosotros.

Para desarrollar tu antídoto contra la envidia piensa en lo siguiente:

    Aquello que se te da bien.
    Describe cuáles son tus valores.
    Clarifica tus pasiones, lo que te gusta.
    Piensa en los éxitos que has tenido en el pasado.
    Pregunta a quienes más te quieren qué es lo mejor de ti.
    Pon la mirada en el futuro y visualiza qué deseas, cuáles son tus sueños.

2. Piensa en lo que te hace único y aprécialo

Puede que lleves una temporada sin darte cuenta de lo que te hace único, mágico y excepcional. Esa es tu ventaja, recuérdala. Ese es tu poder. Porque la persona que tiene unos potenciales y características exclusivas no tiene nada que envidiar a los demás. Ser tú mismo es un ejercicio de atrevimiento que te irá destacar frente al resto. Ejercítalo sin miedo.

    La envidia es lo opuesto al autoconocimiento y a la autoestima. Porque cuanto menos te aprecias y menos te conoces a ti mismo, más atiendes a los demás para tener una idea de cuál es tu valor. De este modo, siempre te sentirás en desventaja.

3. Cuida tu autoestima evitando la comparación social

El antídoto para la envidia es ser tú mismo y cuidar a diario el músculo de la autoestima. Una estrategia para lograrlo es evitando la comparación con los demás. No atiendas al resto para evaluarte, para observar qué no tienes, qué te falta, que tiene el otro de lo que careces tú. Observa a los demás si lo deseas solo para motivarte e inspirarte.

Recuerda que las redes sociales son un sustrato muy jugoso para las comparaciones, así que sería conveniente dejar de seguir a esas figuras que te quebrantan. Busca personas que te sean motivadoras, que te den herramientas para sentirte mejor, que sean figuras de las que aprender. No a las que envidiar por sus aparentes vidas ideales.

Reflexión final

El antídoto para la envidia es universal. Solemos olvidarnos de dirigir nuestra atención hacia lo que tenemos, en vez de hacia lo que carecemos. Por otro lado, existe el peligro de disolvernos demasiado en presiones externas, en códigos culturales que producen sufrimiento al poner listones inalcanzables o con un coste muy alto, como cuerpos perfectos y el éxito como forma de felicidad.

Vale la pena recordarlo: cuánto más nos conozcamos, cuanto más nos atrevamos a ser nosotros mismos, menos situaremos la mirada en los demás para buscar lo que no tenemos o nos falta. Tengámoslo en cuenta.




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