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¿Cuál es tu estilo de procesamiento emocional?


¿Cuál es tu estilo de ropa? ¿Qué comida te gusta más, la asiática, italiana o eres más bien tradicional? Cada uno de nosotros evidenciamos unos gustos, un patrón de comportamiento y también de personalidad. En el ámbito emocional sucede lo mismo. En el modo en que procesa sus emociones, las diferencias individuales son enormes, tanto como para considerarnos únicos en ello.

Es más, podríamos decir incluso que cada familia también promueve sus propias formas de procesamiento emocional. Hay hogares en los que impera la contención y la represión, y otros en las que hay una carencia absoluta de filtros y de regulación de esos estados internos. Los extremos nunca son buenos y por ello, hay formas más y menos saludables de gestionar las emociones.

El problema reside en que muchas veces ni siquiera somos conscientes de cómo reaccionamos ante lo que experimentamos en nuestro interior. Nos resulta más fácil explicar cuál es nuestro género literario favorito, que definir nuestro estilo de procesamiento emocional. Saberlo, conocerlo, nos ofrecería una herramienta muy práctica para afrontar más de una situación complicada.

Vivir en armonía con nuestras emociones nos evitaría caer en el agujero negro de la ansiedad, la depresión y de múltiples formas de sufrimiento mental.

Las 5 formas de procesamiento emocional

El procesamiento emocional define la manera en la que nos enfrentamos a lo que sentimos en cada momento y situación. Gracias a este mecanismo desarrollamos una serie de respuestas que buscan la adaptación y el bienestar. Esto, que a grandes rasgos parece fácil de comprender, resulta complicado de llevar a cabo.

Tal artesanía requiere, en primer lugar, de una adecuada alfabetización en materia de emociones. Algo que tristemente no siempre nos han transmitido ni enseñado. Hablábamos anteriormente sobre las familias. De algún modo, la manera en que reaccionamos ante cada emoción parte de lo que hemos visto y nos han enseñado en casa.

Si hemos sido criados en un entorno disfuncional, opresivo o descuidado en esta área, arrastraremos con nosotros esquemas inconscientes y distorsionados sobre el procesamiento emocional. Pensemos que quien no es capaz de procesar sus experiencias emocionales está abocado a vivir cautivo de los miedos, los pensamientos intrusivos, la falta de control de los impulsos y hasta las obsesiones.

Una investigación de la Universidad de Berna, en Suiza, destaca la importancia de este mecanismo para avanzar con mayor facilidad en todo proceso psicoterapéutico. Ahora bien, ¿cómo saber qué tipo de procesamiento nos define a nosotros? Lo analizamos.

1. Evitación: mejor dejo a un lado lo que siento ahora

La evitación es la conducta que refuerza muchos de nuestros patrones más patológicos. Si hay algo que me da miedo, lo evito; si me siento triste, mejor me evado, yéndome de fiesta; si siento ansiedad, me voy de compras o tomo una copa de alcohol.

El hecho de no querer tomar contacto con la emoción sentida y eludirla, lo que consigue es cronificar el malestar. No nos equivocamos si señalamos que esta es la forma más común de procesamiento emocional. No pensar y no dar importancia a lo que sentimos intentando sustituir esa emoción por conductas de escape es algo muy frecuente.

2. Externalizar: dejar que la emoción estalle

¿A quién no le suena este mecanismo? Lo vemos en los niños pequeños y en sus explosivas rabietas. Dejarse llevar por la emoción sentida sin poner filtros ni barreras trae siempre serias consecuencias. No es extraño ver a adultos volcando sus enfados y frustraciones sobre los demás.

Tampoco es inusual vernos a nosotros mismos dejándonos llevar por miedos irracionales que limitan por completo nuestras vidas. Este es otro ejemplo de cómo la mala regulación emocional crea conflictos entre las personas y nos impide lograr metas y objetivos.

    Cuando nos dejamos llevar por lo que sentimos muchas veces derivamos en conductas de las que más tarde nos arrepentimos.

3. Supresión: cuando engullimos lo que duele

Otra forma muy usual de procesamiento emocional es el de la supresión. En este caso, lo que hacemos es interiorizar la emoción, reprimirla y hacer como si no estuviera presente. La supresión no es lo mismo que la evitación. En este caso, no escapamos de la tristeza, el miedo o la angustia con conductas que nos generen un subidón de dopamina para desplazar (olvidar) lo que duele.

En la supresión o internalización no hay conducta de escape, nos limitamos a callar y a seguir adelante. Ejemplo de ello es no reaccionar ante quien nos hace enfadar y nos vulnera. Contener las emociones provoca que somaticemos y que se edifique, poco a poco, una depresión o un trastorno de ansiedad.

4. Egodistónico: ¡no sé qué hacer con lo que siento!

La egodistonía aparece cuando hay algún aspecto interno con el que no nos sentimos bien. La sensación suele ser la de falta de armonía. No hay equilibrio y esto nos suscita incomodidad. En el procesamiento emocional suele darse el caso de que muchas personas no saben qué hacer realmente con las emociones que sienten.

Saben que la desesperanza está ahí, que la melancolía y la tristeza pesan en exceso. Todo ello incómoda, desespera, pero ¿qué hacer con la emoción sentida, cómo manejarla, regularla y atenuar su presencia? Dicha turbación puede conseguir que uno busque mecanismos para atenuarla que no siempre son saludables ni útiles.

5. Regulación positiva: el equilibrio emocional como fuente de bienestar

Si nos preguntamos cuál es la fórmula para cuidar de nuestra salud mental, la más decisiva es el correcto procesamiento emocional. La capacidad de usar y regular lo que sentimos de manera adaptativa nos confiere poder, sensación de control y bienestar. El mundo, las relaciones y el propio día a día están llenos de desafíos y complejidades que debemos saber manejar.

Cuando logramos poner a nuestro favor lo que sentimos, tomamos mejores decisiones, nos relacionamos de forma más eficaz y afrontamos la adversidad con mayor aplomo. Todos podemos potenciar esta artesanía psicológica.

Así puedes mejorar tu procesamiento de las emociones

Nadie llega a este mundo siendo hábil en inteligencia emocional y un eficaz gestor de aquello que se siente en cada momento. Solemos ir a tientas, nos iniciamos en el ensayo-error y, poco a poco, logramos hacernos responsables de todo nuestro universo emocional. Esa vasta paleta de sensaciones y estados psicofísicos son como una caótica madeja que hay que saber desenredar.

Si deseamos mejorar nuestro procesamiento emocional, tengamos en cuenta los siguientes pasos. Son unas claves muy básicas que nos facilitarán ese viaje hacia el equilibrio psicológico.

Atención emocional

Presta atención a lo que sientes, toma contacto con tus emociones, con aquello que te dice tu cuerpo y tu mente. No las desplaces, no las evadas, su misión es darte un mensaje y debes escucharlo. Mantén la apertura y conecta contigo.
Acepta lo que sientes, sin juzgarlo

Tus emociones no son ni buenas ni malas, son estados psicofísicos cargados de significado que definen cómo te sientes en un momento concreto. Nada más. Tú no eres tus emociones, eres la persona que los contiene y, por ello, debes aceptar lo que sientes, sin valorarlo ni criticarte. Lo que experimentas está ahí por algo.
Etiqueta y analiza qué desean dichas emociones

Cuando le des nombre a esas emociones que sientes, les ofrecerás presencia y llegará el momento de responsabilizarte de ellas. Haz el esfuerzo, procura definir y etiquetar lo que experimentas para después entender qué está sucediendo.

¿Si lo que siento es enfado y frustración, a qué se debe? ¿Qué ha pasado para sentirme así?
Modula y actúa ante lo que sientes

Modular una emoción significa no dejarse llevar por ella, sino escucharla, atenuar su intensidad y pensar en una respuesta. ¿Qué podrías hacer para sentirte mejor? ¿Qué estrategia puedes llevar a cabo para solucionar lo que te molesta, duele o preocupa?

Recuerda no dejar para mañana la emoción que sientes hoy. El procesamiento emocional es el mecanismo que te permitirá tener un mayor sobre ti para disfrutar mucho más de la vida.




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