Conducir es una de las actividades más habituales que realizamos en nuestro día a día, ya sea para ir al trabajo, para recoger a los niños del colegio o para hacer la compra, el coche se ha convertido en un aliado en nuestro quehacer diario.
A pesar de ser una actividad habitual, conducir se convierte para algunas personas en una actividad de máxima tensión, actividad que puede "convertir" a la persona más amable y tranquila en alguien completamente enfurecido y agresivo, que sobre reacciona ante cualquier contratiempo que surja en la carretera.
Esta sobre reacción es lo que llamamos la ira del conductor.
Podemos definir la ira del conductor como una reacción agresiva y hostil sobredimensionada ante situaciones de conducción, ya sean atascos o conductas de otros conductores.
Conducir es una actividades que entraña un estrés y que eleva nuestros niveles de ansiedad. Pero a pesar de que para todos supone un factor de estrés y ansiedad no todo el mundo manifiesta la ira del conductor.
Estas diferencias se deben a diversos factores involucrados en el comportamiento de la conducción.
Un factor presente a la hora de manifestar la ira en la conducción, es nuestro nivel de tolerancia a la frustración. Podemos definir la frustración como la emoción resultante de la imposibilidad de satisfacer un deseo o una necesidad. En resumidas cuentas sería el estado de ánimo que se genera por la diferencia de lo que nos gustaría que pasara y lo que pasa en realidad.
Cuando conducimos nos genera frustración el estar inmersos en atascos, el que otro coche nos adelante de manera indebida o que un peatón cruce de imprevisto y que tengamos que frenar de manera brusca. Esto no nos gusta que pase pero en la realidad pasa. Estos sucesos para algunas personas son intolerables, se frustran y esa frustración se convierte rápidamente en ira.
Otro factor determinante para desatar la ira del conductor es el nivel de tolerancia que cada uno de nosotros tenemos al estrés. Cuanto menor es nuestra tolerancia al estrés mayor es la probabilidad de desarrollar comportamientos de ira. Teniendo en cuenta que cada vez nuestra vida es más estresante debido a las demandas y exigencias del día a día, la conducción se puede convertir en una situación de máximo estrés. Situaciones como estar en un atasco y llegar tarde a una cita nos estresa al igual que tener que anticiparnos a los comportamientos de conducción de otros vehículos que se saltan las normas viales, situaciones que son todo un desafío a nuestra capacidad de tolerancia al estrés.
Otro de los factores que determinan la ira del conductor es nuestra manera de interpretar las conductas que exhiben los demás conductores. Interpretar lo que pasa a nuestro alrededor es crucial para poder darle un sentido y poder seleccionar un comportamiento adecuado a la situación.
En este proceso interpretativo, extraemos conclusiones de porqué una persona se comporta como lo hace. Si está conclusión va en la linea de que la conducta del otro conductor nace de una actitud egoísta, poco amable y voluntaria por su parte, nuestra reacción es la agresividad y la ira hacia él.
En este sentido podemos interpretar que un conductor que se pega mucho a nuestra espalda o que se cruza ante nosotros de manera brusca, lo hace porque nos esta faltando al respeto de manera deliberada, sin tener en cuenta nuestra seguridad y por tanto esto nos motiva a manifestar nuestra ira y enfado, "vengándonos" de él, dirigiéndole todo tipo de insultos e improperios en el mejor de los casos y en el peor persiguiéndole y encarándonos con él.
Otro de los factores a tener en cuenta a la hora de que nuestra ira se desate, es nuestro nivel general de agresividad. Personas que en otras áreas de su vida reaccionan con agresividad, presentan una probabilidad más alta de reaccionar de forma iracunda ante la conducción.
Por último, hay un factor que no debemos olvidar a la hora de la generación de agresividad en la conducción, y es la percepción de seguridad que tenemos en nuestro coche respecto a las consecuencias que pueden tener nuestras manifestaciones de agresividad.
Pongamos un ejemplo para enmarcar este factor. Como peatones también nos tenemos que enfrentar a otras conductas "peatonales" que nos pueden resultar molestas, por ejemplo una persona que se cruce delante de nosotros haciendo que tengamos que parar nuestra marcha de manera brusca para no tropezarnos con ella, o que un peatón vaya por delante de nosotros a un paso muy lento y que no podamos adelantarle para seguir caminando a nuestra velocidad.
Estas situaciones pueden generarnos malestar pero seguramente no reaccionemos insultándole, maldiciéndole o haciéndole "una peineta", tampoco nos pegaríamos mucho a esa persona para mostrarle nuestro enfado. Quizás porque tememos una reacción agresiva de la otra persona o bien porque en el cara a cara estas conductas nos parecen descontroladas y poco sociales.
Si trasladamos estas situaciones a la conducción, como que un coche se cruce o que vaya a una velocidad por debajo de la indicada por la vía, manifestamos muchas más conductas agresivas puesto que el coche lo percibimos como una "armadura" que nos protege de las posibles consecuencias negativas y las conductas agresivas que el otro conductor pudiera hacer.
Como hemos dicho no todos los conductores son presas de la ira cuando conducen, ni todos los conductores agresivos exhiben los mismos comportamientos de agresividad al volante.
Si no que dependiendo de la situación y del tipo de conductor que seamos nuestros comportamiento agresivo estará integrado por un repertorio de conductas más o menos amplio.
Entre las conductas agresivas de baja intensidad podemos encontrar:
Conductas que aunque son negativas no ponen en peligro nuestra integridad física ni la de otros conductores.
Entre las de alta intensidad y más riesgo encontramos:
Lo que está claro es que en cualquier caso, la agresividad al volante no nos permite tomar las decisiones más adecuadas a la hora de gestionar las situaciones de conducción, si no todo lo contrario, nos impulsa a poner en marcha comportamientos impulsivos e irreflexivos que traen consecuencias negativas, tanto para nosotros como para los demás conductores.
Las consecuencias de la ira al volante, suponen un riesgo para nosotros mismo y para los demás. No en vano conducir presos de la ira hace que nuestra capacidad para tomar decisiones se vea disminuida y por tanto aumente la probabilidad de tener un accidente.
No llegar a este nivel de ira incontrolable, es la mejor de las estrategias para no sufrir consecuencias negativas. Aquí te proponemos algunas estrategias para mantener la ira al volante bajo control.
Antes y durante la conducción, haz algún ejercicio de relajación sencillo, ya sea respiraciones profundas o visualizaciones relajantes. Esto te ayudará a rebajar el nivel de activación general.
Mientras conduces intenta crear en tu coche un espacio de relajación, escucha música que te pueda relajar. Evita conversaciones que puedan aumentar tu nivel de estrés mientras conduces, así como todos los factores que puedan ser molestos durante la conducción como calor, frío, hambre etc.
Acepta que no siempre la conducción va a fácil o va a cumplir tus deseos y expectativas. Acepta que los atascos y los embotellamientos forman parte de la conducción aunque no te guste. Acepta que no siempre los demás se van a comportar de forma correcta o amable.
No asumas que siempre los comportamientos negativos que presentan los demás en su conducción parten de unas "malas intenciones", baraja la posibilidad de que sus comportamientos sea resultado de un despiste, de una mala decisión o de un "error de cálculo".
El estimular pensamientos de ira y venganza lo único que hará es llevarte a sentir más ira y más deseo de venganza. En cuanto tu mente se ponga en modo agresivo centra tu mente en otros pensamientos menos iracundos.
Para ahorrarte estrés en la conducción, planifica tus viajes. Sal con tiempo suficiente para que no te estreses por llegar tarde a tu destino. Elige trayectos de menor tránsito o/y horas de menos densidad de tráfico. Si te estresa perderte en carretera planifica el recorrido y cuando estés cansado, tómate un rato para descansar.
Antes decíamos que las conductas agresivas son producto de una decisión impulsiva que nos incita a elegir un comportamiento que no nos ayuda a gestionar la situación. Antes de decidir que vas a hacer, reflexiona sobre si la conducta que vas a hacer te ayudará a gestionar de manera eficaz la situación o vas a asumir unos riesgos innecesarios con unas consecuencias impredecibles.
Si el estrés es una constante en tu vida, analiza cuales son tus fuentes de estrés e intenta rebajarlas. Trabaja tu tolerancia al estrés relativizando las consecuencias reales de las situaciones generadoras de estrés.
Pon en marcha estas estrategias para controlar tu ira al volante y no dudes en consultar con un profesional si tu ira al conducir te sobrepasa.