¿Cómo te sientes hoy? ¿Cómo va tu día? ¿Te sientes animado, con ilusiones y con las suficientes fortalezas para encarar tus responsabilidades? Hay muchas personas que apenas pueden con el peso de los cuerpos y sus invisibles toneladas de desánimo. La depresión, como cualquier otro trastorno psicológico, aniquila toda motivación y es muy difícil verbalizar lo que se siente.
¿Por dónde empezar? Es tanto lo que uno experimenta cuando está atrapado en el agujero negro de una condición mental que, a veces, es más fácil guardar silencio. En ocasiones, se opta por callar y disimular porque no queremos molestar a nadie con nuestros problemas. Tememos que nos digan aquello de "siempre estás con lo mismo” o peor aún "lo que tienes que hacer es salir y animarte”.
Sin embargo, hay días muy difíciles en los que es necesario romper la barrera del hermetismo y hablar con alguien. Porque la mente también nos suele engañar haciéndonos creer que no le importamos a nadie, cuando en realidad no es así. La voz de la depresión es traicionera, manipuladora y alimenta la mente con mentiras.
Porque sí, hay personas que nos quieren, que desean ayudarnos y, sobre todo, escucharnos. Decir que estamos mal, cuando el mundo entero parece estar cayéndose a pedazos en nuestro interior es un acto de valentía. Hablar de nuestras emociones sana, libera y nos permitirá actuar ante lo que nos ocurre. Una depresión no desaparece en dos días ni un mes; las recaídas y los instantes de oscuridad, tras unos días de claridad, son algo frecuente.
¿Qué hay detrás de un "no me siento bien”?
Cuando las personas tenemos una gripe, una bajada de tensión o una migraña no dudamos en decirle a quien tenemos cerca "no me siento bien”. Al instante, ese compañero de trabajo, ese amigo o familiar no dudará en decirnos algo como "vete a casa, llama al médico, descansa, dime si necesitas algo o voy a estar contigo un rato hasta que te sientas mejor”.
Sin embargo, cuando la ansiedad nos impide respirar y la angustia llena nuestra mente de punzantes pensamientos negativos, optamos por la reserva. Por guardar silencio. Nuestra sociedad ha normalizado hablar del dolor físico, pero el emocional navega en el universo del tabú. Nos cuesta hablar de lo que nos duele cuando ese sufrimiento es mental y esto agrava estas situaciones.
Debemos tener en cuenta, por ejemplo, que las personas con depresión tienen muy limitada su capacidad para la expresión emocional. Una investigación del doctor Jonathan Rottenberg, autor de libros como Profundidades: origen evolutivo de la epidemia de la depresión (2014), nos habla de un dato importante.
El paciente con un trastorno depresivo tiene muchas dificultades para expresar lo que siente. Por lo general, su sufrimiento es no verbal y se materializa en sus reacciones, su cansancio, sus expresiones, sus movimientos, etc. El acto de hablar y comunicar pensamientos y emociones les resulta complejo y muy agotador, pero ese esfuerzo, es necesario… Lo es porque detrás de quien da el paso y dice en voz alta "no me siento bien”, hay muchas necesidades, miedos y realidades que deben conocerse.
Silenciar el dolor y los pensamientos que edifican un trastorno psicológico intensifica y empeora aún más esa realidad psicológica.
Mi depresión me deja tan fatigado que necesito tu ayuda
La depresión nos deja sin reservas de energía. Al desánimo y la desesperanza les acompaña una sensación continuada de debilidad física; el cuerpo se mueve de manera más lenta y es común experimentar una gran sensación de pesadez. A ello se le añaden las alteraciones en el sueño. Podemos alternar entre el insomnio y el sueño excesivo.
Por ello, cuando alguien que lidia con este trastorno nos dice que "no se siente bien”, también nos está pidiendo ayuda. Él o ella desearía poder con todo, continuar con sus responsabilidades, pero le es imposible. Y que sea así es lógico y permisible.
No puedo pensar con claridad y todo me parece caótico
La depresión es como vivir en el interior de una casa muy pequeña y con una ventana diminuta. Todo asfixia, el mundo parece estar a oscuras y lo que vemos por ese diminuto cristal nos parece extraño y sin sentido. Cuesta focalizar la atención, la memoria falla y el mundo exterior resulta caótico. No nos identificamos con él.
El paciente con esta condición mental no puede, en la mayoría de los casos, manejarse en las tareas más sencillas. Olvidará la lista de la compra, llegará tarde a la mayoría de las citas, olvidará las cosas importantes y las insignificantes…
Me siento solo y pienso que no valgo para nada
Decir "no me siento bien” es un acto de valentía porque nos permitirá recibir apoyo, ser entendidos, arropados, acompañados… Expresar lo mal que nos sentimos no es demostrar debilidad, sino validar lo que sentimos para permitirnos manejar lo que nos sucede. Recordemos que en la sanación y en el tratamiento de la depresión no caben las prisas. Cabe el dejarnos querer, comprender y guiar.
La depresión es una carcelera que disfruta aislándonos de nuestro entorno. Sin embargo, si expresas en voz alta que sufres, que te sientes solo y que no estás bien, estás peleando contra ella. Hagámoslo, luchemos contra esa voz que nos inmoviliza y nos quiere solos.
No puedo describirte todo lo que siento, solo puedo decirte que estoy mal
Nuestra actividad límbica se ve afectada por el hecho de poner palabras a nuestras emociones (Lieberman et al., 2007). Es decir, la amígdala, esa pequeña área neural encargada de regular emociones como el miedo o la angustia, reduce su hiperactividad. Esto sucede por un hecho muy interesante.
Comunicarnos, poner voz a lo que duele estimula, poco a poco, la corteza prefrontal, lo que nos permitirá potenciar un poco más las funciones ejecutivas. Es decir, la memoria, el razonamiento y la reflexión irán aumentando para minimizar el sufrimiento emocional. Por ello, y aunque nos parezca una nimiedad, expresar en voz alta un "no me siento bien” es una puerta de entrada hacia la mejoría.
Porque, es muy posible que al principio nos cueste detallar todo lo que sucede en nuestro interior. Hay miedo, hay enfado, desesperanza, confusión, negatividad y hasta ira. A veces incluso nos sentimos culpables sin saber por qué, y otras hasta nos odiamos a nosotros mismos sin razón. Expresar todo ese cúmulo de sinsentidos cuesta e incluso produce vergüenza. Pensamos que nadie nos entenderá…
Sin embargo, siempre hay personas que están ahí para escucharnos y comprendernos. Hablar sana, hablar libera y recompone esos pedazos rotos que quiebra la depresión con su peso, con su presencia ominosa. No lo dudemos, pidamos ayuda y comuniquémonos más con quien tenemos cerca y nos quiere.