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El termómetro del dolor psíquico


El célebre escritor japonés Haruki Murakami menciona que el dolor psíquico es un conjunto de emociones inevitables. Estas forman parte de la vida porque a veces «la vida duele». A muchas personas les cuesta poner nombre a lo que sienten, así como el hecho de atribuir una intensidad a sus emociones.

«Estar mal» puede diferir en intensidad y en gravedad. Por ejemplo, se puede estar mal porque se ha perdido a la pareja y, en consecuencia, nos embargan emociones como la angustia, el anhelo y la desdicha; o se puede estar mal por haber tenido un mal día y sentir únicamente un ligero toque de irritabilidad.

Poner nombre a los sentimientos y número a la intensidad con la que experimentamos las emociones negativas se torna imprescindible. Es importante porque nos ayuda a dotar de significado al dolor psíquico y a actuar en consecuencia; una manera es afrontándolo en vez de evitar contactar con nuestro cosmos emocional.


    «El dolor puede ser un regalo. Extraña afirmación, pero es verdad. El dolor puede llevarte a un lugar en el que finalmente te enfrentas a ti mismo».
    -Byron Katie-

¿Qué es el dolor psicológico?

El dolor psicológico es una experiencia increíblemente humana. Es universal y «toca la mente» de todos en algún punto de su recorrido vital. El dolor psicológico nace de la interrelación entre la biología humana, su psicología y su contexto social y cultural.

Para la práctica budista, «lo que duele» es parte del trascurrir normal de la vida. Además, ante la experiencia de dolor, el ser humano puede elegir afrontarlo o evitarlo. Del acto de evitar el dolor, nace el sufrimiento. Esta emoción es la que emerge al evitar entrar en contacto con las experiencias humanas, aunque sean aversivas.

También ha recibido otros nombres. Por ejemplo, desde la Terapia de Aceptación y Compromiso se le conoce como «trastorno de evitación de la experiencia».

Así, un primer paso para afrontar el dolor psicológico sería conocer qué emociones lo componen; contribuye utilizar los ‘emocionarios’ (recomendamos el emocionario de Pluchick). Un segundo paso es conocer en qué intensidad estamos experimentado las emociones que nos asedian.

    «El dolor es la forma en la que el cuerpo y la mente nos dicen que algo necesita cambiar».
    -Dr. Travis Bradberry-

¿Cómo podemos medir el dolor psíquico?

Existen multitud de formas de medir el dolor psicológico. Algunas son más sofisticadas que otras (desde un cuestionario o una escala de evaluación psicológica a un pequeño ejercicio a través de un termómetro narrativo). Entre los objetivos que perseguimos con la medición encontramos la determinación de sus parámetros topográficos (Crespo et al., 2008). Dichos parámetros, en este contexto, aluden a lo siguiente:
  •     Cuántas veces nos sentimos así. Es decir, con qué frecuencia aparecen.
  •     Con qué intensidad lo experimentamos. Por ejemplo, podemos hacer uso del termómetro del dolor psíquico.
  •     En qué zonas de nuestra anatomía situamos el dolor, si existe alguno. Por mencionar una, la angustia suele experimentarse en la boca del estómago.
  •     En qué momento aparece. Se refiere a su cronología. Podíamos encontrarnos mal antes de que sucediera un determinado evento estresante y, tras su aparición, nos sentimos peor. Hablamos de conocer su duración y sus diferentes variaciones en ciclos, si las hubiera.

El dolor que sentimos es un dolor real. Y es un dolor válido porque quien lo experimenta es un ser humano. Queremos dejar este punto claro, porque cada vez es más frecuente leer y escuchar mensajes que giran alrededor de la «felicidad de fachada» en la que «estar bien» se convierte en norma, en vez de excepción. Validar la experiencia emocional del dolor se hace, por lo tanto, de suma importancia.

    «La felicidad no es una máscara que puedas ponerte en tu rostro para ocultar la tristeza que hay en tu corazón».
    -Janelle Monáe-

El termómetro del dolor psíquico: una forma de entender la intensidad de lo que sientes

El dolor psíquico, como experiencia humana, es extraordinariamente subjetiva. Una emoción puede ser experimentada por una persona con una intensidad de 10 o «excepcionalmente dolorosa», mientras que para otros podría suponer una intensidad de 3 o «ligeramente dolorosa».

Por ello, proponemos este sencillo termómetro de dolor psíquico. Va del 1 al 10 y se gradúa en función del dolor de «mínima intensidad» al dolor de «intensidad máxima» (Delgado, 2018).
  •     Si estás en el nivel mínimo o 1, probablemente estés bien y en armonía con tus emociones.
  •     El segundo nivel se caracteriza por la ligera irritabilidad ante alguna vicisitud aislada de la vida. Sin embargo, probablemente eres capaz de distraerte y de encontrar fuentes de reforzamiento placenteras que te hacen sentir bien.
  •     Si, por el contrario, existe un gran número de factores que te molestan y te irritan, quizás estés en el «nivel 3». Este se caracteriza porque aumenta el número de factores que generan malestar, aunque la persona sea capaz de afrontarlos eficazmente y de sentirse mejor tras el afrontamiento.
  •     El cuarto nivel tiene nombre propio: «días malos». Si bien eres capaz de afrontar con entereza los factores estresantes, comienzas a descuidarte. En este sentido, es importante de prestar atención a las actividades que nos pueden ayudar, como el abrazar a nuestra vida social o al deporte.
  •     En el nivel número 5, el dolor es una «constante» entorno a la que giran tus días. Si sientes un dolor psíquico de tal categoría, es probable que tu bienestar mental empiece a deteriorarse. El contacto con tu profesional de confianza sería potencialmente beneficioso.
  •     El dolor psíquico de intensidad 6 indica un peligro. Cuando el dolor imposibilita realizar las tareas, las actividades y/o los hobbies que nos proporcionaban placer, debe saltar una alarma. Y es que podemos estar padeciendo un síntoma conocido como «anhedonia».
  •     En el nivel 7 aparecen las «bolas». A veces, si nos sentimos muy mal, podemos decidir postergar para evitar afrontar los factores estresantes, bajo pensamientos del tipo «mañana será otro día». No obstante, corremos el riesgo de perpetuar, mantener y cronificar el dolor. La rumia es típica de este escalafón.
  •     En los niveles 8 y 9 surge numerosa sintomatología ansioso-depresiva. El dolor permea en diferentes áreas de la vida de la persona y las intoxica. Hablamos de las esferas interpersonal y familiar, pero también de la laboral o la académica.
  •     Si te identificas con el nivel 10 de intensidad de dolor psíquico, y lo sientes así durante varios días, sería potencialmente beneficioso acudir a tu profesional de confianza. El grado máximo podría calificarse como una «crisis aguda de dolor». Si la evitas, en vez de afrontarla, es posible que aparezca la depresión, una amiga que ninguno de nosotros quiere.

En conclusión

Conocer con qué intensidad experimentamos el dolor psíquico es de gran ayuda. Además, cabe tener en cuenta si sentimos esta intensidad de manera puntual, con frecuencia o diariamente.

Establecer esta continuidad ofrece una información valiosa, pues nos indica si nuestras estrategias de afrontamiento surten efecto o, por el contrario, conviene considerar la idea de solicitar la ayuda de un experto.

    «La vida es como una montaña rusa, hay momentos de emociones intensas y momentos de tranquilidad».
    -Kelly Clarkson-



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