¿Las personas empáticas nacen siéndolo o es la educación la que induce esta competencia emocional? Por ejemplo, ¿qué pasaría si los representantes de todas las instituciones fueran más empáticos con los demás? Lo más probable es que nuestro mundo fuera muy diferente. Tanto, que daríamos forma a un escenario social más cohesionado y preocupado por el otro.
Mientras, convivimos como podemos. Los narcisistas se entremezclan con los empáticos y los egoístas con quienes, por su sensibilidad, perciben con más intensidad las injusticias y el dolor. Porque, si bien nuestro cerebro se define por una capacidad empática natural e instintiva, hay quien la tiene más o menos desarrollada. En este factor median distintas variables, como la predisposición genética y la educación.
La buena noticia es que, aunque heredamos, más o menos el 50 % de nuestra disposición empática sobre el resto podemos actuar. No todo depende de nuestro cableado neurológico; cada uno de nosotros podemos desarrollar mucho más esta herramienta de vida. Hacerlo podría cambiar muchas de nuestras realidades psicosociales. Veamos cómo.
Por término medio, no existe un equilibrio saludable entre la aceptación de nuestros sentimientos y la aceptación de los sentimientos de las demás personas. Casi siempre priorizamos los nuestros y esto es un serio problema.
Intervención de mentalidad empática: definición y características
En el 2016, la Universidad de Stanford llevó a cabo una investigación de lo más reveladora. Hay un hecho que se repite con frecuencia en muchos centros educativos de Estados Unidos: el abandono escolar. Los alumnos presentan, por lo general, particularidades muy complejas que no siempre se tienen en cuenta.
Muchos vienen de familias disfuncionales, de minorías étnicas, una parte importante sufre exclusión social, discriminación y más de alguna necesidad educativa o problema psicológico no detectado. De este modo, cuando presentan algún problema de comportamiento, es común recurrir a las estrategias punitivas, como los castigos o la recurrente exclusión.
Dichos mecanismos acaban por favorecer que el joven abandone los estudios. Bien, los responsables de esta investigación decidieron instruir a los docentes en la intervención de mentalidad empática. Es decir, dieron pautas y estrategias a los profesores para que desarrollaran un enfoque más comprensivo hacia el alumno. El objetivo es que se sintieran más interesados y sensibilizados por las realidades particulares de cada adolescente.
Lo que sucedió después de aplicar este programa fue tan innovador como esperanzador. Se crearon relaciones más positivas, se redujeron las conductas negativas en el aula, hasta lograr una tasa menor de abandono.
¿En qué consiste este tipo de intervención?
La mentalidad de intervención empática consiste en promover una voluntad explícita por conectarse con la realidad ajena. Este tipo de enfoque es propio de los profesionales que prestan servicios en los que el sufrimiento o el miedo son protagonistas. Intervenir desde esta dimensión afectiva implica desarrollar una serie de competencias. Las analizamos.
- Uno debe ir más allá de sus propias creencias, prejuicios y perspectivas para conectar de manera auténtica con quien tiene enfrente.
- Es necesario que exista una curiosidad real por conocer al otro, por saber cómo es, qué piensa, qué siente, cómo es su vida.
- Deben desarrollarse habilidades como la escucha activa.
- Se dejan a un lado barreras como las etiquetas y las ideas preconcebidas. Uno debe mirar al otro libre de todo juicio para lograr una comprensión más profunda.
- Antes de dar cualquier retroalimentación, consejo u orientación, deben tenerse muy presentes las emociones y los sentimientos de las personas.
Educar en empatía nos facilitaría lograr una mejor comprensión entre las personas de diferentes culturas y sistemas de creencias. Sin embargo, el cerebro tiene un defecto: conecta mejor con aquellas personas que más se parecen a nosotros mismos.
Educar en empatía como mecanismo para reducir los estigmas de la sociedad
Habilitar a buena parte de la sociedad en una adecuada intervención de la mentalidad empática sería beneficioso para todos. Sentir lo que siente el otro, preocuparnos por comprender a quienes tenemos delante, nos convertiría en una sociedad más compasiva y cohesionada. Asimismo, si hay algo que lograríamos al ser más empáticos es reducir los estigmas y los prejuicios.
Esto último es más decisivo de lo que podamos creer. Porque, aunque todos llegamos al mundo con habilidades para ser empáticos, lo somos más con aquellos individuos que tienen similitudes con nosotros. Dicho de otro modo, estamos programados para desconfiar de las personas diferentes y esto incentiva los procesos de discriminación.
Un estudio de la Universidad de Beijing, en China, destaca precisamente este sesgo endogrupal del cerebro. Casi sin darnos cuenta, terminamos mostrando más empatía hacia quienes se parecen a uno mismo. De hecho, ha podido verse que reaccionamos más al dolor de personas de nuestra misma raza que a aquellos que pertenecen a otros grupos.
Vistos estos hechos, podemos deducir que educar en empatía no es un mero capricho, es una necesidad que nos permitiría mejorar como sociedad.
La importancia de la alfabetización emocional
Si queremos construir una cultura de la empatía, deberíamos promover una cultura de alfabetización emocional. Tal tarea no es sencilla, porque no es precisamente fácil que una persona integre una adecuada intervención de la mentalidad empática. Requiere no solo tiempo, sino también una clara voluntad, un compromiso y un esfuerzo sostenido.
Sin embargo, una vez se logra, las relaciones cambian y se reducen los prejuicios e ideas preconcebidas sobre los demás. Vale la pena intentarlo, vale la pena cada cambio de mentalidad logrado y cada paso en ese intento por hacer de la empatía, la mejor medicina contra la discriminación.