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La emoción de las primeras veces: una experiencia inolvidable


Todos hemos sido debutantes en el viaje de la vida. Lo somos más en nuestra juventud, momento en que con una mezcla de miedo y deseo nos adentramos hacia experiencias que nos son desconocidas. El amor suele ser, con diferencia, ese ensayo en el teatro de la existencia que, con el tiempo, mejoramos a partir de caídas, decepciones y grandes descubrimientos.

La emoción de las primeras veces rara vez se olvida. Ese mecanismo neurológico que orquesta nuestro acercamiento a escenarios vitales inexplorados está mediado por complejos neurotransmisores. Así se explica por qué, a menudo, cuando sobrepasamos el umbral de lo seguro para ir a lo no conocido, experimentamos una curiosa mezcla de miedo, inseguridad y atracción.

Y hay algo innegable: a menudo echamos en falta ese cosquilleo sentido al abrazar la novedad. Nos encantaría, por ejemplo, olvidar que hemos leído un libro determinado o visto tal película o serie, para volver a vivir las mismas sensaciones. Siempre nos queda esa nostalgia, la de quien se acerca por primera vez a lo que marcará para siempre su vida, de un modo u otro.

El arte de las primeras veces nos convierte en exploradores en busca de emociones, experiencias y aprendizajes.

La emoción de las primeras veces: el cerebro motivado

¿Hace cuánto hiciste algo «por primera vez»? Empezar un nuevo idioma, tener nuevos amigos y hasta viajar a un lugar que no conocíamos. Las experiencias de novedad son unas de las más gratificantes, pues trazan una serie de vivencias a las que el ser humano jamás debería renunciar, tenga la edad que tenga.

No importa que estemos en el otoño de la vida; amar de nuevo, viajar y seguir aprendiendo, son dimensiones que valdrán la pena hoy, mañana y siempre. Es más, esas emociones de las primeras veces son como vitaminas para el cerebro, como arterias por donde discurre la motivación y hasta el bienestar psicológico.

De hecho, aunque es posible que muchas de nuestras primeras veces nos dejaron un poco politraumados (amores que salieron mal o decisiones erradas, sumadas a decepciones), si no cruzamos es línea siempre estaremos en la antesala de la espera, de la no experiencia. En ocasiones, es necesario sobrepasar esa barrera para retarnos.

    Aunque las primeras veces estén dominadas por algún atisbo de miedo o inseguridad, la dopamina es la que facilita el impulso, el avance hacia esa situación nueva.

Novedad, dopamina y sistemas de recompensa

El Instituto de Investigación Rotman, en Canadá, realizó un estudio sobre cómo procesa el cerebro los estímulos y experiencias novedosas. Estas situaciones «iluminan», por así decirlo, el cerebro. Se activa desde sistema límbico, el hipocampo, las áreas corticales, la corteza cingulada anterior e inferior, el putamen y corteza prefrontal medial, etc.

Ahora bien, la emoción de las primeras veces está dominada por un neurotransmisor muy concreto: la dopamina. Cualquier sensación de novedad la orquesta este neuroquímico que modula en nosotros múltiples experiencias. Nuestro estado de ánimo mejora, nos sentimos más motivados y orientados hacia nuevas metas.

Asimismo, se reduce el estrés y la mente se vuelve más creativa. ¿Cómo negarlo? Adentrarnos a escenarios vitales novedosos es como sentir infinitas cosquillas. Todo es posible y, aunque podamos tener inquietud, las emociones positivas superan a las de valencia negativa.
Las primeras veces y nunca deben dejar de sucederse

Es cierto que, en oportunidades, quedamos impregnados por la nostalgia. Esa emoción pegajosa podría hacernos creer que determinadas situaciones ya no volverán. Nos engaña diciéndonos que la belleza de algunas experiencias del ayer no se repetirá. Es común pensar que hay amores irrepetibles, libros únicos y parajes que no pueden compararse a cualquier otro. Puede ser.

Sin embargo, dar por sentado que ya no experimentaremos la emoción de las primeras veces, es peligroso. Es como quien se encierra en una casa, cierra las ventanas y elige no salir más a la vida. Aunque no lo creamos, hay miles de personas, situaciones y escenarios con el poder de hacernos sentir de nuevo el placer de la novedad.

Recordemos el libro de Las mil y una noches. Scherezade le contaba una historia cada noche al Sultán, procurando atraer su interés para no ser sacrificada. Al final, el placer, la curiosidad y deseo por escuchar un nuevo relato cada día, hizo que, efectivamente, el cruel regente declinara en su idea y se enamorara de la joven.

Las personas estamos «programadas» para buscar y disfrutar de las novedades. La curiosidad está en nuestros genes, sin olvidar que somos seres emocionales que ansían sentir, para poder vivir en plenitud.

    La rutina y lo ordinario pueden ser enemigos del bienestar y crecimiento personal. Abrámonos a nuevas experiencias, para ganar en calidad de vida.

La inteligencia y la apertura a la experiencia

Existe un hecho interesante que debemos considerar. La inteligencia es esa competencia que nos permite resolver los más diversos problemas para, poder así, favorecer nuestra adaptación. De igual manera, sabemos que las personas más inteligentes son aquellas que están abiertas a experiencias novedosas. Esa tendencia les permite adquirir nuevos aprendizajes, lo cual, contribuye a su avance y desarrollo.

No debemos, por tanto, negarnos la oportunidad de no sentir más la emoción de las primeras veces. Como hemos señalado en el inicio, nunca dejaremos de ser debutantes en el viaje de la existencia. Siempre nos quedará algo por aprender, por probar, por descubrir. Quizás lo novedoso asuste, pero dar el paso nos habilita en nuevas sabidurías y en los más variados placeres.
Nota final

¿Qué hiciste hoy que nunca habías hecho? No hace falta coger un avión y lanzarnos a una aventura. En realidad, abrirnos a nuevas experiencias puede ser de lo más sencillo y estimulante. Leer un libro, escuchar nuevas canciones, apuntarnos a un deporte diferente y conocer a personas interesantes, son formas fabulosas de inyectarnos de dopamina.

La infancia y juventud no son un territorio exclusivo para las «primeras veces». Esa emoción no tiene edad, es eterna y está al acceso de cualquiera de nosotros. Basta solo con promoverla, con salir a buscarla.


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