Los vacíos de quienes ya no están tienen una propiedad: se materializan de las formas más inusitadas y dolorosas posibles. La persona que nos dejó aún permanece impresa en las fotografías que guardamos de ella. Sus pertenencias y sus habitaciones solitarias nos hablan de un ayer en el que sus voces, proyectos y costumbres se materializaban a diario.
Quienes fallecieron ocupan nuestros corazones, pero no nuestros espacios físicos. Y esto es evidente cuando llegan festividades como sus aniversarios y, por supuesto, la Navidad. En esas épocas en las que nos vestimos de celebración, nos reunimos y ofrecemos presentes, las ausencias duelen más que nunca. Tanto es así que no sabemos qué hacer con ellas.
No es raro que muchos se digan que quizá lo mejor sea no celebrar nada y saltarnos la purpurina, las luces de colores, los árboles de navidad y las mesas trufadas de ricos platos y manjares. Es como si atrevernos a reír y disfrutar fuera poco más que un atentado, una falta de respeto frente a quien ya no habita este mundo. Sin embargo, ¿es esto lo más adecuado?
Resulta muy complicado reír y disfrutar de la compañía de los demás cuando aún nos duele en exceso la pérdida de un ser querido.
¿Qué es el síndrome de las sillas vacías?
¿Has perdido a un ser querido a lo largo de este año? Entonces, tal vez la cercanía de las fiestas de Navidad sea para ti motivo de tristeza. Puede incluso que te dificulte tu proceso de duelo. Ves cómo las ciudades se llenan de luces, cómo tu entorno se ilusiona en hacer planes, en buscar regalos y en dejarse atrapar por esta vorágine tan propia de dichas fiestas.
Quienes han experimentado una pérdida suelen sufrir lo que se conoce como síndrome de las sillas vacías al llegar este tipo de celebraciones. Consiste en una intensificación de las emociones y un sentimiento más profundo de dicha ausencia. Muchos experimentan un retroceso en su intento por aceptar la nueva realidad, así como un torrente mayor de recuerdos asociados a la muerte del ser querido.
Por otro lado, es frecuente que surjan pensamientos poco saludables, de los que hacen la herida más grande. Ideas como "ojalá cerrara los ojos y nada de esto hubiera sucedido”, "no sé qué voy a hacer sin esta persona” o "mi vida después de esto ya no estará nunca más para celebraciones” crean unas nubes mentales de gran sufrimiento. Casi sin darnos cuenta, enquistamos el propio proceso de duelo.
El dolor por una pérdida es como las olas de un océano. A veces esas olas de dolor son suaves y llevaderas y otras nos embisten hasta dejarnos a la deriva, sin saber cómo reaccionar. Todos estamos obligados a aprender a navegar por los procesos del duelo.
¿Cómo hacer frente a las festividades sin un ser querido?
La particularidad de las festividades, como la Navidad, es que, por lo general, suele reunir a personas que han sufrido una misma pérdida. Los hijos pueden haber perdido a su madre o a su padre. Cabe la posibilidad de que se haya perdido a alguno de los abuelos o incluso a un hermano. Son eventos en que las ausencias se viven en colectivo y esto lo hace más desafiante.
Las sillas vacías de quienes no están son imágenes metafóricas de dichas ausencias. Algo para lo que nadie está preparado, pero que tarde o temprano debemos asumir. Las muertes y los duelos son aprendizajes obligados que nos trae la vida. Hacerles frente en épocas de celebración es una oportunidad más para avanzar, para aceptar la situación. Veamos cómo.
1. La no celebración incrementa el dolor: digamos sí a la reunión familiar
Sería más sencillo recurrir a la evitación, a la no celebración de la Nochebuena, la Navidad y el Año nuevo. Sin embargo, eludiendo esos instantes lo que haremos es intensificar el dolor. Es recomendable mantenernos dentro de la normalidad y favorecer esos instantes de unión con otros seres queridos.
2. Organizar una pequeña reunión para decidir qué hacer y cómo
Cuando una familia atraviesa un duelo, las tareas pueden acumularse y llegar a sobrepasarnos. No dejemos nada al azar o para el último momento, de lo contrario surgirá el estrés y las emociones se intensificarán. Lo más adecuado en estos casos es acordar qué haremos, quién se ocupa de cada tarea, qué se necesita y cómo se hará cada tarea y proceso.
3. Optemos por la sencillez
El síndrome de las sillas vacías tiene como particularidad remover nuestros sentimientos. Las festividades no son instantes fáciles y las energías están bajo mínimos. Optemos por celebraciones muy sencillas y elementales, esas que favorezcan en exclusiva la conexión con nuestros familiares.
No hace falta salir a cenar fuera ni tener un hogar donde la decoración navideña incluya hasta disfrazar a nuestra mascota. Evitemos la artificialidad y centrémonos en estar juntos.
Durante las celebraciones es adecuado "reinterpretar” el espacio de quien ya no está. Podemos cambiar esa silla en la que se sentaba y dejar que otros la ocupen o podemos dejarla recordando en positivo su persona.
4. No quitemos importancia a las emociones, expresarlas sí está permitido
Una investigación de la Universidad de Granada, por ejemplo, destaca cómo se instala en nosotros el sesgo de procesamiento emocional en los duelos. Es común evitar, reprimir o disimular lo que sentimos pensando que es lo más adecuado, lo más lícito de cara a los demás. Tengamos claro que esta es una idea del todo errónea.
Durante nuestras celebraciones de la Navidad está permitido hablar, emocionarse y hasta llorar si lo necesitamos. Asimismo, es bueno entender que cada miembro de la familia expresa su duelo de un modo determinado. En estos casos, es necesario poner atención en los niños, procuremos que se expresen, que recuerden a la persona ausente como deseen, por ejemplo, con dibujos.
5. Recordatorios positivos de quien ya no está
El síndrome de las sillas vacías es un proceso más del propio duelo. En algún momento llegará un cumpleaños, la Navidad o cualquier evento que nos hará recordar a quien ya no está. Nos vendrá a la mente más de un lamento, más de un enfado y un recuerdo doloroso. Sin embargo, en ese viaje hacia la aceptación debemos manejar estos instantes.
De este modo, una forma de hacerlo es recordando esos instantes positivos, mágicos y maravillosos que vivimos junto a ese ser. Hacerlo de forma colectiva y en familia puede ser sanador. Es una forma de celebrar su vida, de poner luz en la herida para que la impronta de quien nos dejó sea homenajeada.
La importancia del apoyo emocional y social
Nadie ha dicho que los duelos sean fáciles. Tampoco son un proceso rápido que cumpla unos estándares fijos. Cada cual necesita su tiempo y cada persona sentirá alivio abrazándose a unos actos y no en otros. Así, algo que debemos entender es que las pérdidas siempre dolerán, pero vendrán como las olas del mar. Algunas serán suaves y llevaderas y otras nos destabilizarán un poco más.
Es frecuente sentir una mayor tristeza y nostalgia durante las fiestas. Es algo normal y comprensible. Apoyémonos en los nuestros y arropemos el recuerdo de quien ya no está en nuestro corazón. Es ahí donde vivirá para siempre y al final, lograremos vivir con dicha ausencia.