La adopción es la alternativa escogida por muchos padres y madres que no pueden tener hijos biológicos. Sin embargo, al tomar esta decisión no siempre se es plenamente consciente de la responsabilidad asociada. Criar a un niño no es una tarea sencilla; pero, en este caso, los pequeños cuentan además con una mochila emocional que habrá de comprenderse, respetarse y acompañarse. Por esto, hoy queremos hablarte de las heridas de la adopción.
Es fundamental recordar que, para que una adopción se produzca, el niño necesariamente ha tenido que perder a su familia de origen. Los motivos pueden ser muy diversos: defunción de los progenitores, intervención de los servicios sociales, elección de los propios padres de ceder la custodia del menor… No obstante, en cualquier caso, la sensación inconsciente que perdura en la psique del niño es la misma: ha sido abandonado.
Aunque pueda parecer que lo acontecido a una temprana edad no se recuerda o no afecta significativamente, lo cierto es que sí lo hace. Incluso un bebé adoptado a los pocos meses de vida enfrentará una serie de retos emocionales que sus padres adoptivos deben estar preparados para validar.
Las heridas de la adopción
Al saber de un niño que ha sido adoptado, tendemos a pensar que ha tenido buena suerte, que su nueva familia le ha salvado de una situación horrible y que por ello se sentirá feliz y agradecido de por vida. Lo cierto es que el proceso es mucho más complejo y, más allá de esta idealización, la adopción puede abrir varias heridas.
Vínculo de apego y trauma por abandono
Esta es la principal consecuencia que afecta a un niño adoptado: la herida de abandono. El vínculo de apego, que se forma durante los primeros meses y años de vida, es determinante para la confianza del infante y su salud emocional. En estos casos, se genera un apego inseguro debido a la separación de la madre y de la familia de origen.
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Este niño crece interiorizando la idea de que no es merecedor de amor. No confía en sí mismo ni en los demás, y puede volverse muy complaciente o, por el contrario, huidizo y temeroso. Además, cualquier pequeña señal negativa del entorno desencadenará esa herida primaria, ese miedo a sufrir abandono de nuevo, pudiendo generar conductas desadaptativas y un gran malestar.
Sensación de ser una segunda opción
Esto no ocurre en todos los casos; pero, como decíamos, con frecuencia la adopción es la alternativa para los padres que no pueden tener hijos biológicos. Así, para ese niño, tener este conocimiento puede hacerle sentir como una segunda opción, como el plan b al que se tuvo que recurrir con resignación.
Evidentemente, esto daña la autoestima y genera un autoconcepto pobre y negativo. Es una herida temprana con la que se puede cargar de por vida si no se aborda.
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Problemas de identidad
Este tipo de conflicto es más común durante la adolescencia, periodo especialmente proclive a la búsqueda de una identidad propia. Si esta tarea es compleja para cualquier joven, lo es mucho más para quienes han sido "despojados” de sus raíces, desconocen sus orígenes y su historia y les cuesta identificarse con la de su familia adoptiva.
Esta dificultad se incrementa notablemente en el caso de las adopciones internacionales y, sobre todo, transraciales (cuando el niño es de una raza u origen étnico diferente al de los padres). Aquí el niño vive inmerso en una cultura que no es la propia de su país (la cual puede desconocer por completo) y verse rodeado de personas con una apariencia completamente diferente.
Esto no solo aumenta el riesgo de sufrir acoso o racismo por parte de otros, sino que además complica la construcción de esa identidad y ese sentido del sí mismo.
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Invalidación del entorno
Por último, una de las grandes heridas de la adopción es la invalidación que sufren estos niños y adultos a lo largo de su vida. Todo el entorno, y normalmente también los padres adoptivos, esperan que estos niños se muestren completamente agradecidos por haber sido adoptados, que actúen con entrega para "corresponder” a eso que recibieron.
Sin embargo, la adopción es compleja, hay traumas y daños y la adaptación puede ser muy difícil. Así, es muy común que surjan conflictos, problemas emocionales y de conducta, es natural que la persona desee conocer sobre sus orígenes e incluso buscar a su familia biológica. Pero, cuando esto sucede, se les tacha de ingratos, egoístas y problemáticos. No se comprenden ni se validan sus emociones.
Padre ignorando a su hijo
Los niños adoptados suelen tener problemas de identidad, además de recibir invalidación por parte de su entorno.
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Información y conciencia para acompañar las heridas de la adopción
En definitiva, cualquier adulto que desee adoptar debe hacerlo con una gran conciencia y habiéndose informado con anterioridad. Hay que tener presente que el objetivo de la adopción es procurar el bienestar de un menor abandonado, y no satisfacer el deseo de ser padre de un adulto.
Desde esta perspectiva se puede entender que las necesidades emocionales de estos niños son específicas y requieren de grandes dosis de amor, comprensión, paciencia y determinación por parte de los padres adoptantes. El acompañamiento psicológico puede ser muy positivo en estos casos para ayudar a ambas partes.