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¿Por qué es necesario un cierre cuando se termina una relación?


La serie de televisión de humor negro A dos metros bajo tierra contaba la vida de una familia norteamericana cuyo negocio era una funeraria. Los protagonistas tenían que lidiar con sus problemas domésticos y, al mismo tiempo, mantener una compostura seria para ayudar a sus clientes a gestionar los duelos, que solían ser difíciles por lo estrambótico de las muertes narradas al principio de cada episodio. Esta era una forma de representar la importancia de hacer un cierre.

En la serie, el duelo era más difícil cuanto más inexplicable y extraña era la pérdida sufrida. Por ello, a lo largo de cada episodio se podía apreciar la necesidad de cierre y las distintas formas de conseguirlo.

Terminar una relación supone una pérdida significativa para nosotros y, por lo tanto, con toda probabilidad vamos a vivir un proceso de duelo. Este proceso será más sencillo si tenemos una explicación razonable de por qué ha sucedido.

Obtener una explicación satisfactoria para nosotros nos va a permitir "cerrar” la relación de forma psicológicamente adecuada.

¿Qué es el cierre cognitivo?

El cierre cognitivo es la necesidad que tenemos de encontrar una explicación satisfactoria a situaciones ambiguas o de incertidumbre (Kruglanski y Webster, 1996).

Cuando terminamos una relación, necesitamos comprender por qué ha ocurrido el final y, de esa manera, darle un sentido dentro de nuestra narrativa vital. Dicha explicación pasará a formar parte de nuestros esquemas mentales y nos ayudará en el futuro a explicar y predecir mejor el mundo.

Sin embargo, cuando acaba una relación y la otra persona simplemente desaparece, nos niega una explicación, no terminamos de creernos lo que nos dice o no comprendemos por qué se ha actuado de una determinada manera, nos quedamos con la sensación de que nos falta algo.

La falta de cierre es una sensación molesta porque no tener información impide conocernos mejor a nosotros mismos y nos dificulta comprender un poco más el mundo que nos rodea.

Al fin y al cabo, necesitamos integrar las experiencias vividas, darles un significado dentro de nuestros valores personales y utilizarlas para aumentar un conocimiento que en el futuro nos permitirá describir, explicar y predecir nuestra realidad con más precisión.

La necesidad de cierre según la personalidad

Aunque para la mayoría de las personas es necesario en alguna medida, no todos tenemos la misma necesidad de cierre. Dependiendo de nuestra personalidad, sentiremos la necesidad de cierre de forma más o menos acuciante (Neuberg, Judice y West, 1997):
  •     Las personas con una alta necesidad de cierre se caracterizan por tener gran intolerancia a la incertidumbre. Suelen ser personas obsesivas, adictas al orden, las normas y la previsibilidad. Necesitan estructuras muy bien definidas de la realidad. Pueden ser autoritarias y dogmáticas, ya que están convencidas de conocer la "forma correcta” de hacer las cosas. Suelen ser conservadoras en lo político y en lo social.
  •     Por el contrario, las personas con una baja necesidad de cierre se caracterizan por una mayor creatividad, así como una mayor tolerancia a la incertidumbre y a la sorpresa. Suelen ser personas más impulsivas y también más complejas cognitivamente. Su mayor flexibilidad cognitiva les hace más capaces de moverse y adaptarse en situaciones ambiguas o contradictorias.

   

Por último, también existen personas con necesidad de evitación del cierre. En este caso, la persona suspende el compromiso con su propio sentido crítico. En otras palabras, la persona prefiere no saber lo que ha pasado, porque asume que la explicación le va a hacer más daño que la simple exposición a la incertidumbre.


¿Qué hacer si no hemos podido obtener el cierre en una relación y sentimos necesitarlo?

Por supuesto, no podemos (no debemos) obligar a otras personas a resarcir nuestras necesidades. Cuando la otra persona no coopera y se distancia de nosotros sin explicación, nos quedamos en un limbo relacional.

No obstante, como solemos enseñar en terapia, adoptar una actitud sana supone aceptar el reto de gestionar nuestra parte de responsabilidad en cada situación. En este caso, tendremos que ser nosotros solos quienes gestionemos la carencia de cierre.

¿Y qué hacer, exactamente? Para terminar de resolver una pérdida que carece de explicación, no queda otra que renunciar a dicha explicación. Es duro, es difícil, es injusto… pero, si lo reflexionamos bien, veremos que también es conveniente para nosotros.

La alternativa sería quedarnos atrapados de forma indefinida en una continua interrogación personal. Preguntarnos ¿por qué? ¿por qué a mí? para siempre. En algún momento, tendremos que dejar de hacerlo, para seguir adelante.

A través del doloroso camino del duelo, tras haber lidiado con emociones como la tristeza, la culpa o la ira, al final nuestra meta debe ser la aceptación. Y para terminar de aceptar lo sucedido, hemos de soltar todos los lastres que nos retienen, incluyendo la búsqueda de respuestas, esto es, la necesidad de explicación. Dejarla ir nos hará libres.

¿Cuándo ocurre?

El cierre cognitivo en una relación ocurre cuando podemos acceder a una explicación plausible de por qué han sucedido así las cosas.

Sentimos la necesidad de vivir un cierre porque dicha explicación nos ayuda a comprender aspectos de nosotros mismos, de los demás y del mundo que nos rodea.

Trabajar el cierre de la relación con la otra persona nos permite otorgar un significado a la pérdida sufrida y despedirnos adecuadamente de una parte importante de nuestra vida.

Lamentablemente, muchas veces las relaciones no terminan de forma madura y el cierre no se completa, quedándonos sin respuesta a nuestras preguntas. En estos casos, renunciar al cierre es una manera de soltar lastre. Dejar ir la necesidad de explicación nos permitirá seguir adelante.



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