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¿Por qué no terminamos nunca con la insatisfacción? (Adaptación hedónica)


Todos experimentamos la adaptación hedónica, es decir, nos habituamos tan rápido a nuestras emociones que estas dejan de tener una intensidad protagonista. Dicho proceso está directamente implicado en que nos sintamos más o menos felices o en que la alegría dure poco. Además, tiene mucho que ver con cómo reacciona nuestro cerebro a los distintos acontecimientos vitales o, por ejemplo, con cómo organizamos nuestra agenda.

Además, la adaptación hedónica también es responsable, por ejemplo, de que nos pasemos un tiempo aborreciendo esa comida que tanto nos gustaba, pero de la que nos hemos pegado un buen atracón. También es responsable de que la alegría por un aumento de sueldo, por una mejora en las condiciones de trabajo o una felicitación de nuestro jefe nos dure muy poco si lo comparamos con el tiempo que hemos estado anhelándola.

Lo anteriormente mencionado seguro que desencadenará un torrente de preguntas, pero seguro que la primera es la siguiente: ¿qué es eso de la adaptación hedónica?

¿Qué es la adaptación hedónica?

Es el fenómeno psicológico por el que los seres humanos nos adaptamos rápidamente a los acontecimientos positivos o negativos, y, por tanto, dejamos de obtener placer o dolor de ellos. En otras palabras, la adaptación hedónica hace que nos acostumbremos a los acontecimientos positivos y a los negativos.

    Esta adaptación puede producirse con relativa rapidez, por lo que las personas pueden pasar de sentir una gran alegría a sentir solo una leve felicidad, o de sentir un intenso dolor a sentir solo un moderado malestar, en un periodo de tiempo relativamente corto.

Hay varias teorías sobre por qué se produce la adaptación hedónica, pero una de las más populares es que se trata de una adaptación evolutiva que ayuda a los seres humanos a hacer frente a acontecimientos vitales difíciles. De otra forma, si no nos adaptáramos a los acontecimientos vitales positivos o negativos, probablemente nos veríamos tan abrumados por ellos que seríamos incapaces de ser funcionales.

Así, puede ser una gran ayuda frente al duelo o la pérdida, pero también una tendencia que apague estados de ánimo positivos después de que ocurran acontecimientos que los incentiven o produzcan. La adaptación hedónica se suele ver de manera muy sencilla en las personas a las que les toca la lotería.

Al principio, pueden sentir una gran alegría. Sin embargo, con el tiempo, es probable que se adapten a su nueva situación económica, evaporándose esa alegría. El hecho de que le haya tocado la lotería deja de ser tan significativo frente a otros acontecimientos que se están dando en el presente. Además, es probable que haya podido comprar todo aquello que antes quería, apareciendo nuevos deseos materiales que no puede satisfacer (porque no tiene tanto dinero como para hacerlo).

La insatisfacción como motor en la vida

Así es cómo la insatisfacción comienza a crecer de nuevo en su interior. Es como si los acontecimientos pudieran terminar con los pétalos, las flores y los tallos de esta flor, pero no pudieran erradicar las raíces de la insatisfacción. Todos o casi todos tenemos una especie de programa instalado en nuestra mente que hace que, cuando alcanzamos esa meta que nos parecía suficiente, deje de parecernos suficiente.

Ante la adaptación hedónica, podemos intentar cambiar nuestro entorno o cambiar nuestra perspectiva. Por ejemplo, si nos toca la lotería, podemos espaciar la satisfacción de necesidades materiales. Así, conseguiríamos que varios años nos tocase un poquito de lotería en vez de en solo uno.

Aunque nos diera un poco de rabia, la forma en la que veíamos series antes de que existieran las plataformas de streaming era mejor para nuestra salud mental. Una serie tardaba mucho más en aburrirnos o cansarnos, obligándonos casi a extender el placer en el tiempo. De hecho, incluso los anuncios eran una buena medida contra la adaptación hedónica, ya que en el espacio publicitario, nuestra mente tenía la oportunidad de reciclarse frente a la ironía o la acción que tanto nos gustaba de ese contenido audiovisual.

De pequeños casi todos hemos tenido la fantasía de asaltar el kiosco y salir de allí cargados con buenos sacos de gominolas. Sin embargo, cuando nuestra economía empezó a permitírnoslo, ¿lo hicimos? ¿Cuántas veces lo hicimos? Después de hacerlo, ¿fuimos al día siguiente a por más gominolas?

La felicidad y nuestra línea base hedónica

La idea de la felicidad relativa ya existía en 1978, cuando Brickman et al. comenzaron a entender el placer hedónico en el marco de la teoría del nivel de adaptación de Helson. Dicha teoría sostiene que la percepción de la estimulación depende de la comparación de estimulaciones previas. Y es que sí, que nos guste o no un acontecimiento o un elemento tiene mucho que ver con lo que ha sucedido antes.

La idea de "cuanto más de lo que nos gusta, mejor”, no funciona. Un plato puede encantarnos y podemos querer repetir. Y repetir. Y cuando repitamos es muy probable que no nos sepa tan bien como la primera vez. Los grandes chefs saben que hay platos que saben mejor después de otros. Así que sí, el placer que podamos sentir ante un determinado estímulo depende, y mucho, de lo que haya sucedido antes de exponernos.

En su artículo Beyond the Hedonic Treadmill, Revising the Adaptation Theory of Well-Being, Diener, Lucas & Scollon (2006) concluyeron que no somos hedónicamente neutrales. Ya Brickman y Campbell, en su artículo Hedonic Relativism and Planning the Good Society (1971), sostenían que los seres humanos tienen un "punto de referencia” para la felicidad.

    Este punto dependería de nuestros genes y de nuestro entorno. Esta teoría del punto de referencia ha sido respaldada por investigaciones posteriores, las cuales han descubierto que las personas se adaptan a los cambios positivos y negativos de la vida con el paso del tiempo.

Hablamos de una línea base a la que todos tenderíamos a volver con independencia de lo que nos suceda. Dicho de forma sencilla, ellos afirman que, de alguna manera, existen personas que tienden a sentirse satisfechas con su vida y otras que difícilmente disfrutan de esta sensación. Así, frente a la satisfacción (felicidad), seríamos como una especie de muelle y los diferentes acontecimientos vitales, las fuerzas que nos estirarían o nos comprimirían.

Este asunto es más complejo, ya que esa línea base bien podría no ser una, sino varias. Por ejemplo, podríamos tener una respecto a la satisfacción de nuestra vida en general y otra respecto a la satisfacción con nuestra vida actual.


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