Los triunfos de los deportistas pueden paralizar un país entero. Logran movilizar a masas de gente e incluso a personas que, en otras circunstancias, difícilmente habrían salido a la calle para celebrar con los demás algo que no fuera esa victoria. La de su equipo de fútbol o baloncesto, la de ese tenista fuera de serie o cualquier otro atleta de élite que ha hecho historia con su récord.
Hay algo fascinante en este tipo de fenómenos sociales. Para quien no tenga ningún interés por el deporte ve este tipo de escenas como algo inexplicable. Sin embargo, los que veneran a un equipo concreto y su escudo, los que admiran a un deportista concreto, lo conciben como algo de lo más normal. Es más, esas victorias dejan improntas emocionales muy profundas.
Por otro lado, es cierto que, en ocasiones, el fanatismo deportivo puede derivar en violencia. Siempre hay un reverso oscuro en todo comportamiento humano. Aunque en la mayoría de los casos, el fenómeno de los hinchas o fans del mundo del deporte es una dinámica bastante cívica e incluso beneficiosa para la salud mental. Lo analizamos.
Detrás de la admiración a un deportista o un equipo deportivo, hay a veces toda una cultura que une a familias, grupos de amigos y grandes colectivos en una misma pasión.
Los triunfos de los deportistas también son nuestros
Quienes viven como propios los triunfos de los deportistas entienden el deporte como algo más que mero entretenimiento. Por lo general, esa afición ocupa un espacio significativo en sus vidas. Y el hecho de que esto sea así, resulta beneficioso. Daniel Wan, profesor de la Universidad Estatal de Murray, es uno de los máximos expertos en la psicología del fanatismo deportivo.
En uno de sus estudios, realizado en el 2006, destacaba los beneficios que generaba esta afición. Ser de un equipo deportivo o admirar a un atleta y seguir sus competiciones, puede elevar nuestra autoestima y ofrecernos gratas experiencias de felicidad. El fenómeno "fan” deportivo es mucho más que una dimensión psicológica, es también un evento social y cultural.
La necesidad de pertenencia: todos somos uno
Si sentimos como propios los triunfos de los deportistas es por nuestra necesidad de pertenencia. Los deportes nos unen. Nos hacen sentir parte de un colectivo, de una experiencia que nos trasciende y que nos vincula a algo más grande. Así, un aspecto que sin duda agrada a los aficionados de un equipo de fútbol, por ejemplo, es reunirse con amigos o familiares y ver juntos los partidos.
Es casi un ritual. Ya sea en casa o en los propios estadios, nada les emociona tanto como esa vivencia de grupo que termina en triunfo. La intensidad emocional es mayor si se comparte con los demás que si se vive en soledad.
El ser humano sigue organizándose en pequeños grupos sociales orientados por un fin. Es una forma de tribalismo posmoderno, ya sea para seguir a un equipo deportivo, a un grupo musical o para compartir otras aficiones/ideales comunes.
Identificación con el deportista, la proyección del yo
A menudo, vemos a los deportistas como auténticos superhéroes. Como grandes titanes capaces de hechos épicos. Sin embargo, detrás de esos logros hay sacrificios y una gran preparación física y mental. La persona que admira a un atleta no solo empatiza con su sufrimiento y sus éxitos, con sus derrotas y victorias.
También hay una proyección del yo. Se produce una identificación con esa persona que intenta superarse, vencer retos, dolores físicos, miedos, dudas, duros adversarios y grandes encrucijadas. Casi sin darnos cuenta, sufrimos ante cada caída, hacemos esfuerzos por ellos en la distancia, les damos ánimos como nos los daríamos a nosotros mismos…
Esa identificación es absoluta, vibramos con ellos y esto explica sin duda por qué vivimos como propios los triunfos de los deportistas… Y también sus derrotas.
Respuestas hormonales: el cerebro del hincha deportivo
Deportistas e hinchas experimentan a menudo unos mismos procesos neurológicos. Hay un aumento en el aporte de dopamina, de serotonina, de endorfinas, noradrenalina… Todos estos neurotransmisores regulan desde la motivación, hasta la euforia, pasando por el propio rendimiento físico.
Todo ese cóctel neuroquímico hace más intensa la experiencia de ver competir a un atleta o un equipo deportivo. A menudo, esas sensaciones, esos incrementos en la dopamina, pueden hacer que estos eventos se vuelvan adictivos.
Ver jugar a los deportistas se convierte en algo emocionante, algo que no solo genera ilusión, sino que existe hasta una necesidad biológica por ser partícipe de esos eventos.
Ver triunfar a nuestros deportistas tiene un impacto positivo en nuestra autoestima.
Los triunfos de los deportistas alivian el estrés de la vida
¿Cómo negarlo? Ser partícipe de los triunfos de los deportistas hace que muchos escapen, por un momento, de los problemas de la vida. Por unas horas o unos días, ese éxito, aporta cierta sensación de felicidad capaz de opacar el estrés, las incertidumbres y hasta el peso de la rutina.
Asimismo, el hecho de que estos triunfos se vivan de manera compartida con amigos o familia, incrementa aún más la sensación de bienestar. Es un hecho que rememorar con conversaciones y anécdotas. Es un evento que se integra en la memoria emocional en forma de recuerdo positivo.
Se alza, también, como un enclave en el cerebro que permitirá mitigar un poco mejor los momentos complicados, al recordar hechos agradables del ayer. Para concluir, seamos o no amantes del deporte, hay algo evidente. Todos nos hemos emocionado, en algún momento, con la gesta de algún deportista que nos ha enseñado lo que es la superación personal. Sentir su hito como propio, es algo enriquecedor y altamente beneficioso.