Wearden afirma en una entrevista realizada para la Universitat Autónoma de Barcelona que la percepción del tiempo cambia según la edad y según lo que estemos haciendo. En relación a la edad, el profesor afirma que las personas mayores, en general, dicen que "el tiempo pasa más rápido a medida que se envejece”. Y en función de lo que hagamos, nuestra percepción del tiempo también varía. Para tiempos cortos, usamos un reloj interno, pero para tiempos más largos, utilizamos influencias o factores externos para cuantificar el tiempo (por ejemplo, la distancia nos permite calcular el tiempo que tardamos en llegar a algún sitio).
La percepción del tiempo según la edad y los eventos novedosos
Seguro que a veces llenas el día de momentos, de cosas que hacer (cosas buenas para ti) y esto hace que tengas la percepción de que el tiempo pasa más rápido. Especialmente, cuando los momentos son novedosos.
La presión, el estrés, la ansiedad… Seguro que has vivido alguno de estos dos fenómenos en tu propia piel. Y quizás, alguna vez te has preguntado por qué cuesta tanto relajarse. "Lo he probado todo y nada me funciona… Intento relajarme y nada”. Pues bien, quizás el "error” sea ese; pensar tanto en relajarse, empeñarse tanto en ello. A continuación desvelaremos por qué.
23 400 000 resultados son los que muestra Google a los usuarios cuando estos buscan "relajarse”. Es la prueba de la enorme cantidad de gente a la que le cuesta relajarse (y que necesita acudir a Google para "encontrar” una solución). Y es que el estrés afecta cada día a más personas.
La ansiedad, por ejemplo, es muy común. Y más debido a todo lo que hemos vivido con la pandemia. Según la OMS, la pandemia por covid-19 ha provocado un aumento del 25 % de la prevalencia en ansiedad (y depresión). Además, los trastornos de ansiedad ya afectaban a 264 millones de personas en todo el mundo, y según las estadísticas, la ansiedad es la sexta causa de disminución de años de vida saludable.
Así que, las cifras son bastante alarmantes. Y ya no hablamos de casos de estrés, síndrome de burnout… Y sobre todo, hemos de pensar, que no hace falta sufrir un trastorno de ansiedad para tener la necesidad (y la dificultad) de relajarnos.
¿Por qué puede costarnos mucho entrar en un estado de relajación?
Todos sabemos que cuidar nuestro cuerpo favorece nuestra mente, y viceversa. E intentamos cuidarnos, estar bien descansados, comer bien…, porque esto es bueno para la salud mental. Y está muy bien, pero ¿qué hay de malo en todo esto?
El estrés, la ansiedad y la depresión desencadenan respuestas fisiológicas en el sistema nervioso simpático (el encargado de que huyamos de la situación o la luchemos).
Pues bien, la evidencia científica actual sugiere que cuando "nos estresamos por relajarnos”, o cuando le exigimos a nuestro cuerpo que se ejercite demasiado (a través del deporte), es cuando no conseguimos relajarnos. Así, surge el efecto paradójico; "cuanto más me esfuerzo en relajarme, menos me puedo relajar”.
Cuando "nos estresamos por relajarnos”, o cuando le exigimos a nuestro cuerpo que se ejercite demasiado (a través del deporte), es cuando no conseguimos relajarnos.
Y detrás de esto podría haber una razón que explique por qué cuesta tanto relajarse. Además, después de todo esto aparecen también los problemas para disfrutar del tiempo libre, porque claro, estás esforzándote y "trabajando” para lograr relajarte.
Y lo que necesitas, precisamente, es todo lo contrario; dejar de buscar la relajación para poder relajarte (que, ojo, eso no quita que no apliques alguna estrategia y que esta sea útil).
Autoexigencia para estar bien
En la actualidad, existe una gran autoexigencia para estar bien. Y no solo eso, sino también para sacar lo mejor de nosotros mismos, para triunfar… Incluso, se puede ver también en los niños y adolescentes. Se les apunta a mil actividades extraescolares y se les "exige” que no paren. Entonces, ¿cómo pretendemos fomentar la relajación?
Cuando el mensaje que transmitimos es "trabaja duro, trabaja duro…”. Claro, puedes trabajar duro, pero también dejar espacios para no hacerlo; para, simplemente, vivir, disfrutar, parar.
Un mundo donde no es fácil relajarse
El mundo en el que vivimos no es un escenario demasiado idóneo para relajarse. Afrontamos diariamente la exigencia de la vida diaria, del trabajo, de los estudios… Y en este contexto donde se refuerza sin parar al que más trabaja, al que más éxitos consigue, pretendemos relajarnos de forma fácil. Y para nada lo es.
Por otro lado, las investigaciones también han demostrado que el estrés, la ansiedad y la depresión, que aparecen junto a esta presión por conseguir cosas, por tener éxitos, interfieren (de forma fisiológica) con los mecanismos de relajación del cuerpo.
Y de esto se desprende, lógicamente, que centrarnos en el objetivo de relajarnos solo es autoexigirnos y presionarnos más. ¿Qué podemos hacer entonces? Para empezar, aprender a relajarnos de una forma diferente.
¿Qué podemos hacer para relajarnos?
Diane Barth, psicoterapeuta psicoterapeuta en Nueva York, propone que partamos del deseo de ese estado de relajación (sin presionarnos), para aprender a dominar el arte de la relajación. Busquemos la motivación ahí, pero sin exigirnos demasiado.
Se trata de marcarnos algunas metas para relajarnos que realmente podamos lograr (esto es especialmente útil para las personas con motivación de logro, que buscan aprender o conseguir algo). ¿Qué ideas nos trae Diane? Rescatamos algunas de ellas:
1. Enfócalo como un reto, como una tarea a resolver
Busca tu motivación ahí. No es fácil aprender a dominar el cuerpo y desactivarlo, bajando los latidos del corazón, calmando el espíritu y descansando la mente. Por ello, debemos aprender a hacerlo. ¿Un buen momento para ello? Las vacaciones, pequeños ratos libres del día a día…
2. Elige una o dos estrategias para hacer esto
¿Por qué cuesta tanto relajarse? Como hemos visto, la respuesta tiene que ver con ese empeño en hacerlo. Por ello, puede irte bien, plantearte otro reto; en lugar de "me voy a relajar”, plantéate "voy a meditar”. Te ayudará poner práctica algunas estrategias de forma estructurada en tu rutina. Algunas ideas:
- Meditación.
- Yoga.
- Trabajo de respiración consciente.
Eso sí, antes de poner en práctica estas estrategias, infórmate sobre ellas, lee libros relacionados, tutoriales… O incluso, de la mano de un profesional.
3. Practica algo más que no solo sirva para relajarte
Por ejemplo: aprende a tejer, a pintar, dibujar, cocinar… Pero de forma consciente, leyendo e interiorizando bien lo que estás aprendiendo.
Se trata de buscar la motivación también en estas actividades que, de forma indirecta, te relajarán.
4. Busca algo placentero
La psicoterapeuta sugiere establecer un número de libros realmente placenteros, programas de televisión o películas para ver en nuestros ratos libres. También puedes optar por un paseo en bicicleta.
Ten en cuenta que el placer es antagonista de la ansiedad, con lo que, si disfrutas, difícilmente estarás agobiado.
Buscar otras metas para llegar a la relajación
Según Diane Barth, la clave está en plantearse todos estos objetivos como metas, y buscar la motivación necesaria para trabajar en ellos. Como ves, no se trata de tener como meta la relajación, sino muchas otras cosas que nos llevan hacia ella.
Esto no es fácil de lograr, porque cuanto más pensamos en algo (como ese "necesito estar descansado"), más sentimos que lo necesitamos, buscamos la forma de sentirnos bien… pero conseguir un estado de relajación es como caminar; ¿verdad que no piensas en mover ahora una pierna y ahora la otra? Simplemente, caminas.
Aunque no es exactamente lo mismo, porque en la relajación hay una parte de práctica, nos puede ir bien entender esto para empezar a focalizar la atención en otras cosas y así lograr, al fin, desconectar.
"La paz viene del interior. No la busques fuera”.
-Siddhārtha Gautama-