psicologia niños
apoyo emocional
psicologia adultos

Accesorios de personalidad: objetos que definen nuestro yo


Los accesorios de personalidad son esos artículos que conforman una extensión de nuestro yo. Al igual que de niños teníamos nuestros juguetes fetiche, como ese osito de peluche que siempre nos acompañaba, es interesante saber que en la edad adulta, esto tiende a repetirse. Basta con inspeccionar qué es lo que llevamos ahora mismo con nosotros.

La ropa define un estilo propio y nuestra forma de ser. Llevamos joyas, relojes… Y, por supuesto, en este presente todos llevamos con nosotros ese objeto venerado: el teléfono móvil. El sociólogo canadiense Erving Goffman explicó que las personas necesitamos accesorios que favorezcan nuestra autopresentación.

Los dispositivos electrónicos son ahora mismo símbolos y expresiones de nosotros mismos. No solo contienen parte de nuestra vida. No solo nos servimos de ellos para movernos por el mundo, relacionarnos y trabajar. También definen nuestro estatus, valores y universo emocional.

Accesorios de personalidad: ¿qué son y qué representan?

Las personas acumulamos a lo largo de nuestra vida gran cantidad de objetos. La mayoría de ellos cumplen su utilidad y pasan sin pena ni gloria por nuestra casa, por nuestros espacios personales, hasta que son desechados y sustituidos. Muchos son retirados, pero algunos de ellos pueden formar parte de nuestra vida de manera permanente y casi ad eternum.

Tanto es así que, a veces, incluso pasan de una generación a otra, adquiriendo con ello una impronta emocional de gran trascendencia. El objeto de pronto adquiere esencia, y dicha esencia viene dada por la identidad que le da su poseedor. Los accesorios de personalidad son esos artículos que proyectan parte de lo que somos, de nuestra historia, recuerdos, gustos y deseos.

El ser humano necesita de estos accesorios y esa vinculación con lo inerte, con lo que no tiene vida. Cumplen una función instrumental y también simbólica, y esto es algo que tiene su inicio en la infancia. Los juguetes son nuestros primeros objetos socioemocionales. Es más, se ha descubierto incluso que los neandertales ya creaban joyas hace más de 130 000 años.

También ellos tuvieron la necesidad de crear ornamentos, piezas que seguramente fueron también el accesorio de personalidad de alguien.

    Según nos dice la ciencia, las personas adquirimos y abandonamos sistemáticamente objetos según varíe nuestra personalidad o la presión del grupo.

Buscamos artículos que nos generen recompensas

Señalaba el sociólogo Erving Goffman en su libro The Presentation of Self in Everyday Life (1959) que los objetos revelan información de los sujetos sociales; es decir, de nosotros mismos. Definen nuestro estilo de vida, nuestros valores y nuestra perspectiva del mundo. Quien elige comprar un cepillo de dientes de bambú y no de plástico revela, por ejemplo, su compromiso con el planeta.

Los accesorios de personalidad además nos aportan una serie de recompensas. No solo nos son útiles de manera instrumental, tienen además una connotación emocional y también social. Volvamos al móvil para entender esto último.

Determinadas marcas y modelos de teléfonos pueden aportarnos cierto estatus. Además, nos conceden innumerables beneficios, al igual que lo puede hacer un ordenador, o incluso un coche. Cuantas más recompensas o refuerzos positivos nos aporte ese objeto, mayor será la vinculación que establezcamos con él.

Sin embargo, y aquí llega el dato curioso, en la actualidad las personas adquirimos y desechamos esos artículos de forma habitual. La necesidad de consumir, la presión de las modas y la obsolescencia programada hacen que nuestros accesorios de personalidad se renueven de manera constante.

Los accesorios de personalidad, nuestras máscaras sociales

La Universidad de Stanford publicó un artículo en el 2020 sobre los accesorios de personalidad. Algo interesante que destacó en este trabajo es cómo determinados objetos tienen un significado simbólico previo que acaba condicionando la percepción que tenemos de nosotros mismos. De algún modo, determinados artículos actúan de máscaras sociales.

Pensemos en nuestra ropa. Basta con llevar una cazadora de un estilo determinado para proyectar una imagen ante los demás. Las personas necesitamos esas máscaras, esas prendas, esos móviles, coches, joyas o relojes para complementar nuestro yo. Y este también puede cambiar con el tiempo según modas y necesidades propias.

La vinculación emocional hacia determinados objetos, nuestras más preciadas posesiones

Hay accesorios de personalidad que no desechamos, que no renovamos y de los que no nos separamos. Algunos de ellos nos han sido legados por familiares. Otros llegaron de forma casual a nuestra vida y cuentan una historia, son parte de nosotros. Hay objetos con los que construimos un vínculo emocional permanente.

No importa lo desgastados que estén o lo pretéritos que resulten, esos artículos del ayer llenan nuestro presente y rememoran quién somos o de dónde venimos. Y que esto sea así es bueno y enriquecedor. Al fin y al cabo, las personas somos historias y es habitual que en esa narrativa existencial nos acompañen desde libros, zapatos, relojes, muñecos y hasta frascos de perfume que hace mucho dejaron de oler.

Lo problemático es la incapacidad de desechar lo que ni es útil ni tiene un componente emocional para nosotros. Ejemplo de ello son las personas con un trastorno de acumulación, quienes son incapaces de desprenderse de sus posesiones, con independencia de su valor real.

A veces, nuestros accesorios se convierten en nuestro peor enemigo: ansiamos poseerlos y otras, tememos abandonarlos…




Copyright © 2023 Todos los derechos reservados a:Atención psicólogica especializada para niños y adolescentes en Comas

Desarrollo Web Websystem