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Bastones sociales: ¿a quién te aferras para superar la ansiedad?


¿Recuerdas cuando eras niño e ibas al médico con tu madre? Ella hablaba por ti. Se hacía cargo de las demandas de la situación social y tú te limitabas a mirar, escuchar y responder alguna pregunta que te dirigían de forma directa. Se entiende que, cuando somos adultos, cada uno de nosotros es capaz de hacerse cargo en solitario de estas y otras interacciones. Pero no para todos es así: hay quienes siguen necesitando bastones sociales.

Este apoyo puede hacerse especialmente necesario en situaciones desconocidas y novedosas, cuando en ellas participan personas que son totalmente desconocidas. Por ejemplo, el primer día de clase en la universidad, al momento de realizar algún trámite burocrático o al ir a comprar a un establecimiento. Sin embargo, hay quien lo requiere incluso en entornos cotidianos como una salida con amigos.

En ocasiones, para nosotros tener bastones sociales es tan natural que no nos planteamos por qué nos hacen tanta falta. En otros casos, en cambio, podemos sentirnos débiles o inmaduros por necesitarlos. De cualquier forma, lo que existe detrás es una profunda inseguridad que puede llegar a generarnos picos realmente altos de ansiedad, haciendo que nos volvamos realmente torpes.

¿Qué son los bastones sociales?

Podemos definir como bastón social a aquella persona que nos sirve de sostén en las interacciones sociales. Como su propio nombre sugiere, es alguien en quien nos apoyamos para sacar adelante una situación en la que no nos sentimos cómodos.

La presencia de ese bastón social nos hace sentir más seguros, cómodos y respaldados. Es un elemento conocido que nos aporta sensación de control y a la vez actúa como red de seguridad: sabemos que, si la situación se torna complicada, siempre tendremos un recurso con la que podremos resolverla.

Generalmente, esta función la representan las personas más allegadas, aquellas con quienes tenemos vínculos afectivos de gran intimidad. Por ejemplo, los padres o la pareja. En otras ocasiones, puede ser un amigo muy cercano o incluso una mascota.
¿Qué papel cumplen los bastones sociales?

Normalmente, las personas que necesitan bastones sociales tratan de que estos los acompañen a cualquier evento o situación que implique un intercambio social. Como decíamos, tenerlos cerca ayudará a aumentar la sensación de confort y seguridad, y esto es debido a varias razones:

Llevan adelante las conversaciones

Normalmente, la persona deja que sea su bastón social quien tome la iniciativa y se haga cargo de las situaciones. Hablar con el médico, con el recepcionista, con el dependiente de la tienda… Igualmente en una reunión informal, suele ser el otro el que lleva el peso de la charla y la persona con ansiedad se limita a escuchar, asentir o agregar algún pequeño comentario. En definitiva, nos libran de la demanda social, pues ellos la sacan adelante por nosotros.

Nos evitan ser el centro de atención

Al estar acompañados, sentimos que la presión social se diluye. Hay un otro al que el interlocutor puede mirar y atender, al que puede dirigirse, y sus expectativas no recaen totalmente sobre nosotros. Esto reduce la presión y nos posibilita estar más calmados durante el intercambio social.

Constituyen un escape o una evasión

Además, los bastones sociales son un excelente modo de evadirse de esa situación que resulta incómoda. Por ejemplo, podemos centrar totalmente nuestra atención en ellos y olvidarnos del resto. Podemos hablar únicamente con ellos, (evitando al resto de personas), hablar sobre ellos (haciendo así que la atención se desvíe de nosotros) o, si es una mascota, dedicándonos a atenderla y acariciarla y escapando así de la realidad social que nos rodea.

Los bastones sociales y su relación con la ansiedad

Hay varias circunstancias que pueden hacernos necesitar este tipo de soporte. Las personas neurodivergentes (por ejemplo, quienes están dentro del espectro autista) pueden sentirse más seguros y cómodos al contar con este sostén. También es una realidad muy común para quienes sufren fobia social y otros trastornos de ansiedad.

En estos casos, pese a que a corto plazo los bastones sociales sean de gran ayuda (en el sentido de que ayudan a mitigar la ansiedad), lo cierto es que perpetúan el trastorno y la limitación. Esto se debe a que actúan como una conducta de seguridad. Estas conductas son las que llevamos a cabo para evadirnos o escapar de la situación ansiógena (por ejemplo, la persona con claustrofobia que siempre se sienta junto a la puerta para poder salir de la estancia en cualquier momento).

El problema aparece cuando este bastón se convierte en un obstáculo para que crezcamos; solo al exponernos y dejar de evitar, podremos comprobar que quizás no necesitamos tanto al otro, siendo testigos de cómo nuestros pensamientos catastróficos no se cumplen a pesar de su ausencia.

Por ello, si sientes que siempre necesitas tener alguien a tu lado, que afrontar situaciones sociales por tu cuenta dispara tu ansiedad y que esto te limita en el día a día, lo más recomendable es que busques apoyo profesional.

Los bastones sociales no son una solución a largo plazo y solo nos convierten en personas dependientes. Adquirir herramientas personales para gestionar esa ansiedad es el camino para liberarnos y poder comenzar a ser autónomos.


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