La jubilación es una de esas situaciones vitales que tiende a romantizarse y, en general, se aborda de una manera muy superficial. Cuando se habla del tema, lo primero que viene a la mente es el descanso prolongado en una playa paradisíaca: ¡por fin! La realidad contradice en muchas ocasiones esa visión idealizada de un fenómeno que es complejo.
Muchas personas llegan a esta etapa con un buen equipamiento emocional y mental, logrando que sea lo que han soñado: un justo descanso, después de toda una vida de trabajo. Descanso que no implica pasividad, sino una capacidad mucho mayor para planificar lo que hacemos con nuestro tiempo. Para ellos, la jubilación es fantástica.
Sin embargo, son más los que tienen dificultades para dar ese paso desde la vida activa laboralmente a la jubilación. Buena parte de ellos logran sortear la situación, no sin altibajos, y al final encuentran estabilidad. Para otros, en cambio, la falta de habilidades o de recursos para salir de la crisis puede terminar siendo la raíz de una entidad clínica significativa, como una depresión.
"La edad es solo un número, una cifra. Una persona no puede retirar su experiencia. Debe usarla”.
-Bernard Baruch-
La jubilación: un cambio significativo
Los más jóvenes pueden pensar que es absurdo problematizarse por la jubilación. Al fin y al cabo, se trata de recibir ingresos por el resto de la vida, sin tener que trabajar. Este es un ideal de muchos, pero la realidad no suele ser tan rosa como la idea.
El retiro marca grandes cambios en la vida que transforman la autopercepción, el estilo de vida y el rol social, lo que puede llegar a ser realmente abrumador.
La jubilación no es un hecho singular, sino un proceso en el que se atraviesa por diferentes fases hasta alcanzar una nueva estructura de vida que resulte satisfactoria. El sendero más frecuente viene marcado por las siguientes etapas:
- Luna de miel. Corresponde a los primeros meses tras el retiro. Hay sensación del deber cumplido, liberación y satisfacción por el logro alcanzado. Se toma la vida con más calma y se realizan actividades que antes estaban limitadas por el trabajo.
- Desencanto. Tiene lugar algunos meses o unos pocos años después del retiro. Se ha llevado a cabo aquello con lo que tanto se soñaba, ¿y ahora qué? Comienza a producirse cierta angustia frente a la situación.
- Sintomatología. Tras el desencanto suelen aparecer síntomas de ansiedad y depresión. La pasividad se alterna con la hiperactividad. Hay desconcierto y confusión.
- Reorientación. La fase anterior lleva a un reajuste de los planes y las expectativas, con una visión más realista de la nueva situación. Comienzan a formularse nuevos proyectos de vida.
- Estabilización. Se produce la adaptación real a la jubilación y se construye un nuevo plan de vida que resulta satisfactorio, sin que sea la panacea.
La jubilación como crisis
Las fases de la jubilación no se dan de la misma manera en todas las personas, ni en el mismo orden. Sin embargo, el proceso es similar y tiene que ver con un reajuste de expectativas y la construcción de un nuevo plan de vida. En algunos casos no se logra resolver pronto y es entonces cuando esta etapa se torna crítica.
Las personas que tienen mayor riesgo de entrar en una fase crítica son las siguientes:
- Quienes carecen de proyectos personales.
- Los que han hecho del trabajo su actividad casi exclusiva en la vida.
- Cuando la jubilación ha sido forzada o anticipada.
- No tener pareja.
- Tener una escasa red de apoyo social.
- Bajo nivel educativo.
- Problemas de salud.
- Escasez económica.
¿Qué hacer?
Lo más indicado es que la jubilación se prepare con suficiente anticipación. No solo se debe tener en cuenta que es un proceso administrativo, sino también emocional y personal. Es recomendable tener en cuenta esas variables cuando planeamos cómo hacer la transición.
Ayuda que antes de jubilarnos incluyamos en nuestra rutina algunas de las actividades que nos gustaría hacer después; de esta manera, nos aseguraremos de tener distintas fuentes de bienestar cuando llegue el momento y perdamos las que puedan derivarse de la vida laboral. Puede ser el estudio de un nuevo oficio o profesión, la práctica de algún pasatiempo o el firme propósito de prodigarnos por espacios en los que podamos encontrar a nuevos compañeros de viaje. En este sentido, también es importante consolidar una red social de apoyo.
Si esto no se hizo antes de la jubilación, igual puede llevarse a cabo después. Sin embargo, lo recomendable es hacerlo antes; un plan siempre ayuda más que el vacío, aunque después termine pasando aquello de que nosotros propongamos y sea el propio curso vital, con variables que no controlamos, el que termine disponiendo.