La criminología es una ciencia joven que estudia cuatro aspectos de la realidad: el crimen, el criminal, la víctima y el control de la criminalidad. Comenzó a hablarse de esta área del saber en 1885, cuando el profesor de derecho Raffaele Garofalo acuñó el término y le dio significado. De ahí en adelante tomó cuerpo propio y comenzó a evolucionar.
A lo largo de la historia han surgido toda suerte de teorías en torno al crimen y a los criminales. En algún momento se creyó que los delincuentes podían detectarse por su frente ancha y sus orejas grandes. Incluso hubo una época de la criminología en la que cobró popularidad la "ley térmica del crimen”: el calor parecía producir homicidios, mientras que el frío parecía motivar robos.
Lo cierto es que hoy por hoy la criminología ha tenido grandes avances, tanto en los medios probatorios, como en la comprensión de los motivos y las circunstancias que llevan a algunas personas a delinquir. Las siguientes son algunas curiosidades sobre esta interesante ciencia social.
"Quien con monstruos lucha, cuide de no convertirse a su vez en monstruo. Cuando miras largo tiempo a un abismo, también mira dentro de ti”.
-Friedrich Nietzsche-
La criminología y su evolución
Durante la mayor parte de la historia, los medios probatorios que tenía la criminología eran muy precarios. Por mucho tiempo con lo único que se contaba era con la palabra. El punto es que si una persona era prestante o contaba con mayor prestigio, se le daba más credibilidad que a quien tenía una condición socioeconómica inferior.
De hecho, antes del siglo XVIII era habitual que la justicia estuviera en manos de la Iglesia, los patronos, los gremios y casi cualquier institución. Ellos decidían si alguien había cometido un delito, y para ello utilizaban medios que hoy no aprobaríamos, como la tortura.
Pensemos que en los albores de la criminología, hacia el siglo XIX, tampoco había muchos medios probatorios ni de la potencia que puede tener hoy una grabación, un registro telefónico o una prueba de ADN. Sin embargo, los investigadores, que ahora hacían parte de la policía, comenzaron a emplear la lógica para establecer la autoría y las condiciones en las que se producía un crimen.
Las huellas dactilares y la criminología
Una de las herramientas clave de la criminología son las huellas dactilares. No son pocos los crímenes que se han descubierto -y seguramente evitado- gracias al avance la técnica. Desde hace 4000 años se empleaba la firma como medio de identificación y existía la sospecha de que las huellas digitales de cada persona eran únicas, pero no había medio para verificarlo.
Solo hasta el siglo XIV, el historiador persa Rashid al-Din Tabib señaló explícitamente que no había dos personas con los dedos iguales. No fue muy tenido en cuenta. Hubo que esperar hasta mediados del siglo XIX para que William Herschel, un magistrado británico, le pidiera a la gente que mojara la mano en tinta y la estampara como firma.
Se le ocurrió esta idea porque ejercía sus funciones en la India, y varias de las transacciones que vigilaba generaban dudas de autenticidad. Con el tiempo, se dio cuenta de que no era necesario estampar toda la palma, sino solo los dedos. Después, el método se fue perfeccionando y se convirtió en la base de los sistemas de identificación.
Crímenes sin resolver
Por astutos y espabilados que sean los investigadores, hay un buen grupo de crímenes famosos sin resolver. No han valido los avances de la criminología ni la dedicación de los detectives para lograrlo: varios de estos casos siguen rodeados de misterio. Quizás uno de los más legendarios es Jack el destripador, autor de 11 asesinatos.
Otro de los crímenes más sonados fue el homicidio de Jobenet Ramsey. La niña fue hallada muerta en su casa, en la Navidad de 1996. Al principio, las pistas apuntaban a sus padres. Luego se comprobó que había restos biológicos que los exoneraban. En 2006, un pederasta llamado John Mark Karr se declaró culpable del crimen. Sin embargo, las pruebas biológicas no coincidían con él. Nadie sabe qué ocurrió.
Las buenas artes de la criminología tampoco han sido suficientes para esclarecer un escabroso homicidio ocurrido en Hong-Kong. Un ciudadano llamó a la policía, pues vio que caía sangre por el techo de su vivienda. Las autoridades tardaron más de tres horas en abrir el apartamento del piso superior porque las ventanas estaban selladas con cemento.
Encontraron dentro dos cuerpos encadenados y envueltos en sábanas. Eran los hermanos George y Steven Chia. Aparentemente, habían sido secuestrados, y su familia había pagado casi un millón de dólares por su rescate. Nunca se supo quién había cometido este delito atroz. Así es la criminología: un mundo de enigmas sobre el lado más oscuro del ser humano.