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Curiosidades sobre las caricias


Las caricias son una de las experiencias más damnificadas durante los últimos años. La pandemia obligó a que se guardara distancia y a que se redujera al máximo el contacto físico entre la gente. De seguro, esto ha tenido un gran impacto en el estado de ánimo, e incluso en la salud de muchas personas.

No por nada la piel es el órgano más grande de todo el cuerpo. Tampoco es gratuito que los niños al nacer necesiten tanto de las caricias, al punto en que aún con alimento y abrigo pueden morir si no tienen contacto físico amoroso con su entorno. En definitiva, y de muchas formas, somos hijos de ese contacto piel a piel.

 

    "Creo que subestimamos lo importante que es el contacto físico en nuestra interacción social. El toque humano es clave para nuestra supervivencia. Está en nuestro ADN”.

    -Robin Dunbar-

 

Se llevó a cabo un estudio en línea al que se le llamó The Touch Test y que pretendía explorar la importancia del contacto físico para las personas. Los resultados fueron contundentes. La ausencia de las caricias hace que se debiliten los sentimientos de conexión, empatía y confianza. Veamos otras curiosidades sobre las caricias.

El cerebro y las caricias

Comencemos por decir que el cuerpo humano cuenta con entre 6 y 10 millones de sensores táctiles en la piel. Aunque se concentran más en ciertas zonas, en realidad están repartidos por toda la anatomía. La ciencia ha detectado que los estímulos proporcionados por las caricias viajan a un ritmo más lento que otros.

Lo más curioso de todo es que el cerebro  capta esa sensación aportada por las caricias, unos cuatro segundos antes de que se perciba en la piel. Dicho de otra manera, el efecto de uno de esos contactos afectuosos se siente primero en el cerebro, antes que en la piel misma. La ciencia ignora por qué.

De otro lado, se ha comprobado que las caricias alivian el estrés. Proporcionan una sensación de serenidad y confianza que conduce a la relajación. Por eso son tan importantes en los bebés, pero el efecto continúa siendo el mismo a cualquier edad.

Además, tienen cierto efecto analgésico. El "sana que sana colita de rana” no es solo un juego, sino que, efectivamente, reduce el dolor.

La piel y sus misterios

El mismo estudio que mencionamos al comienzo indica que la mayoría de las personas son capaces de identificar lo que otro quiere comunicarles a través de las caricias. Los datos indican que aciertan hasta en el 83 % de los casos frente a lo que quiere decir un roce, una presión o un apretón.

Así mismo, se encontró que sí existe la caricia perfecta. La zona con vello del brazo parece diseñada para esta. Todo indica que las personas se sienten muy reconfortadas al recibir este tipo de contacto. Sin embargo, hay un secreto: el roce tiene que ser muy suave y la velocidad de 2,5 centímetros por segundo. De seguro, con un poco de práctica se logra.

De otro lado, hay cosas que las personas disfrutan al tocar y acariciar. En su orden: la piel de un animal suave y peludo, el terciopelo, la seda, el algodón y la piel humana. Así mismo, hay texturas que nadie quiere sentir en su tacto: lo que tenga una superficie babosa, el papel lija, el nylon, la lana y el metal.

El tacto y el erotismo

Está claro que cuando se habla de las caricias también se hace referencia directa o indirecta al erotismo. De hecho, el neurocientífico Vilayanur Ramachandran ya había señalado en los años 90 que las caricias estimulaban el deseo sexual y que esto se había evidenciado mediante experimentos.

En concreto, indicó que las caricias que se hacían en la nuca, cerca de la oreja y en el pie resultaban ser muy eróticas. Esto se debe a que ese tipo de contacto estimula una zona del cerebro conocida como el homúnculo sensorial de Penfield. Esta se encuentra en la corteza cerebral y tanto el área del cuello como la de los pies están muy próximas a las de los genitales.

Sin embargo, un estudio publicado en la revista Cortex en 2012 reveló que tres de cada cuatro personas no creen que las caricias en los pies sean tan estimulantes. Hay zonas que parecen ser más eróticas como la panza, el contorno de los hombros o los dedos de las manos. De seguro, la ciencia seguirá sorprendiéndonos con sus hallazgos sobre las caricias.


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