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Detecta los patrones emocionales de tu familia con este sencillo ejercicio


Nuestra familia, y todas sus dinámicas, nos afectan más de lo que imaginamos. ¿Alguna vez te has visto tratando a tus hijos tal y como te trató tu madre (aunque juraste no hacerlo)? ¿Te has visto expresando el enfado o la tristeza igual que lo hace tu padre? ¿Has visto reflejados en tu pareja los mismos problemas que sufrieron tus progenitores?

Esto es algo muy común, pero de lo que no siempre somos conscientes. O quizá si lo somos, pero no sabemos cómo frenar el ciclo. Por esto, queremos proponerte un sencillo ejercicio para identificar los patrones emocionales de tu familia.

Por supuesto, esto es solo la mitad del camino, ya que, una vez seas consciente, tendrás que pasar a la acción para poder ver cambios. No obstante, entender de dónde vienen nuestras reacciones, por qué nos sentimos de un modo determinado y cuándo se gestaron nuestros mecanismos de defensa puede allanarnos el camino para convertirnos en la persona que queremos ser, y no en aquella a la que parece empujarnos la inercia.

Cómo te afectan los patrones emocionales familiares

El hecho de que veas en ti las actitudes, pensamientos y reacciones de tus familiares no es una mera cuestión de azar. De hecho, hay varias vías por las que heredamos esos patrones.

En primer lugar, hay un innegable componente genético. Por ejemplo, se estima que alrededor del 30-40 % de la predisposición a padecer ansiedad o depresión viene determinada por los genes. Así, la persona puede heredar una tendencia a reaccionar de forma desproporcionada ante determinados estímulos. Basándonos en esto, puede que seas tan aprensivo como otro u otros de tus familiares, que tiendas a preocuparte tanto como ellos o que tengas dificultades parecidas para gestionar la tristeza y la pérdida.

Pero, además, el ambiente juega un papel crucial. Y es que el modelo que recibimos en la infancia y las experiencias tempranas determinan si esos genes llegarán a expresarse y, además, nos enseñan mediante aprendizaje vicario formas de pensar, sentir y actuar. Es decir, que aquellos adultos más relevantes para ti en tus primeros años te mostraron cómo relacionarte con el mundo, cómo interpretar lo que ocurre y cómo reaccionar ante ello.

Esto no es una sentencia, dado que siempre es posible modificar los patrones aprendidos. No obstante, para hacerlo necesitas ser consciente de que existen y de cómo están operando en ti. Por esto, resulta positivo analizar cómo cada miembro de tu familia expresa y expresó sus emociones cuando eras pequeño.

Detecta e identifica los patrones emocionales de tu familia

Para realizar este ejercicio, que te ayudará a identificar patrones emocionales familiares, necesitas decidir sobre dos aspectos:
  •     Qué personas vas a evaluar: conviene incluir a todos los miembros de la familia nuclear (padres y hermanos), así como cualquier otro que haya tenido una importante influencia. Por ejemplo, ese abuelo que vivió en tu casa mientras crecías o ese tío cuya expresión emocional te resulta especialmente desagradable. También es importante que te incluyas en el análisis.
  •     Qué emociones vas a evaluar: puedes incluir todas las que quieras, pero conviene comenzar por emociones básicas, tales como la alegría, la tristeza, la ira y el miedo. También puedes añadir aquella emoción que creas que constituye un problema en tu familia.

Con estos datos, diseña un cuadro o tabla que incluya en columnas a todas las personas seleccionadas, y en filas a todas las emociones identificadas. En la casilla que resulta de la intersección de ambas, describe cómo cada persona se relaciona con esa emoción en particular.

Para tener una mayor información, anota:
  •     La forma en que esa persona expresa esa emoción.
  •     El modo en que reacciona cuando la expresan otros.

Crea el cambio que necesitas

Al observar y analizar la tabla, encontrarás varias coincidencias y verás patrones que se repiten entre distintos miembros de la familia. Ver gráficamente las actitudes y reacciones de cada uno te ayudará a entender de quién has heredado o aprendido cada comportamiento; y, además, te será más fácil identificar cuáles de estas reacciones son útiles y positivas, y cuáles disfuncionales.

Ten en cuenta que no se trata solo de buscar coincidencias, sino también de entender las repercusiones de los actos de cada uno. Por ejemplo, si tu padre aplicaba la ley del hielo ante tus enfados, probablemente aprendiste que expresar esa emoción podía llevarte a ser rechazado o a perder el amor de los demás; por esto, comenzaste a guardarlo para ti y a ser dócil y complaciente.

A partir de este punto, puedes iniciar los cambios que consideres necesarios. Quédate con aquellas reacciones y mecanismos que te resulten útiles y funcionales y disponte a modificar aquellos que únicamente te traen problemas o sufrimiento. Y es que una mala gestión de las emociones no solo nos hace menos felices, sino que también influye en nuestras relaciones con los otros.

Así, puedes explorar nuevas y diferentes estrategias de afrontamiento que aplicar a partir de ahora y darte a la tarea de aprender nuevos modos de lidiar con tus emociones y las de los demás. Dado que no se trata de un trabajo sencillo, puede ser conveniente contar con acompañamiento profesional para acometerlo.




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