Una de las tareas más importantes del cerebro es procesar toda la información que recibe, pero no siempre lo hace de la mejor manera. Nos gusta emitir juicios rápidos, etiquetar y clasificarlo todo de manera caótica y a la ligera. Casi sin darnos cuenta, nos dejamos dominar por distorsiones del pensamiento y una de las más comunes es el sesgo binario.
Este efecto psicológico tan generalizado define nuestra tendencia a dicotomizar cualquier conjunto de datos a los que nos vemos expuestos. Reducimos todo el rango de posibilidades a solo dos categorías. Este fenómeno acontece a diario en redes sociales. La abrumadora cantidad de información que recibimos en nuestros dispositivos nos ha convertido, más que nunca, en pensadores perezosos.
Como dice un mal chiste, hay dos tipos de personas en este mundo, los que creen que hay dos tipos de personas y los que no. En el campo de la psicología cognitiva esta idea es muy compartida. Asumimos que en la sociedad hay también dos tipos individuos, los que piensan, razonan y deciden de manera dicotómica y los que entienden que el mundo tiene más opciones e interpretaciones.
"Estamos ciegos a nuestra ceguera. Tenemos muy poca idea de lo poco que sabemos. No estamos diseñados para saber lo poco que sabemos”.
-Daniel Kahneman-
Sesgo binario: qué es y cómo lo aplicamos
Todos nosotros nos concebimos como pensadores fluidos, reflexivos y creativos. Sin embargo, la realidad es otra. Buena parte de las personas hacemos uso de un pensamiento economizador. Procesamos la información de manera rápida y llegamos a ciertas conclusiones a la velocidad de la luz. Y el hecho de que lo hagamos así no es algo voluntario, responde a un vestigio muy primitivo.
Nuestros antepasados debían responder rápido ante las necesidades del entorno para sobrevivir. Estábamos obligados a evaluar lo que estaba pasando a nuestro alrededor de manera inmediata y decidir una respuesta. Este mecanismo sigue presente en nosotros y es el que nos insta, a menudo, a ver el mundo en términos demasiado simplificados y casi siempre negativos.
Ahora bien, el sesgo binario va más allá de la simple necesidad de ahorrar tiempo al decidir: es una tendencia cognitiva que nos hace ordenar la información en conjuntos de dos posibilidades. Ejemplo de ello es pensar que las personas solo pueden ser buenas o malas, que en la vida se tiene éxito o se fracasa, o que lo que leemos en internet, o bien es todo verdadero o es todo falso…
A la hora de tomar decisiones casi siempre vemos solo dos opciones
"¿Qué debería hacer con mi vida? ¿Irme o quedarme aquí? ¿Cambiar de trabajo o seguir con lo mismo? ¿Conocer gente nueva o pasar más tiempo con mis conocidos?". Cuando las personas intentamos tomar una decisión, casi siempre terminamos formulando dos opciones: una opuesta a la otra.
El sesgo binario divide el amplio abanico de opciones que tiene todo desafío o problema en dos posibilidades. Tenemos una tendencia innata a imponer dos categorías diferenciadas cuando casi cualquier realidad o circunstancia está dentro de un continuo con múltiples y variadas alternativas.
Nada es completamente blanco o negro, las cosas no siempre son buenas o malas o las personas están en nuestra contra o en nuestro favor. El ser humano se mueve gran parte del tiempo en esas franjas grises de la vida en las que nada es del todo concluyente. Usar una etiqueta y su reverso simplifica el mundo y nos convierte en pensadores economizadores, en personas que terminan limitando sus grandes recursos cognitivos.
"Quien poco piensa, mucho yerra”.
-Leonardo da Vinci-
Sesgo binario y redes sociales
Lo señalábamos al inicio. El sesgo binario se arraiga cada vez con mayor prevalencia en el universo digital. En ese escenario en el que la información nueva discurre casi al segundo, el cerebro apenas tiene tiempo para aplicar una perspectiva crítica y analítica. Todo lo etiquetamos en "bueno o malo”, "verdadero o falso”, "interesante o aburrido” o "esto encaja en mis valores y aquello otro me ofende”.
Una investigación de la Universidad de Yale destaca este fenómeno. Cuando nos exponemos a información sobre salud, financias o decisiones de política pública, respondemos emocionalmente y no racionalmente. Nos limitamos a dejarnos llevar por esa valencia emocional (me gusta/no me gusta) sin ponderar las evidencias, sin analizar la información en detalle.
Nuestra sociedad está habitada cada vez más por razonadores pasivos y polarizados. No toleramos la incertidumbre, ni esa gama de tonos grises que tiene nuestra realidad. Ante cada dato o información reaccionamos por impulso, ya no tenemos tiempo para analizar las cosas y nuestra mente crítica está ya casi en peligro de extinción.
¿Cómo dejar de aplicar un enfoque mental binario o dicotómico?
El mejor "tratamiento” para el sesgo binario es el pensamiento crítico y flexible. Como bien señaló Aaron Beck en su día, quien razona las cosas en términos de todo o nada y bueno o malo aplica un enfoque infantil e inmaduro. Pensar en términos absolutos nos conduce al malestar existencial, a la crispación y a limitar por completo nuestras oportunidades de aprendizaje.
El único modo de combatir esta perspectiva es tolerando la ambigüedad, la incertidumbre y la contradicción. Nuestra realidad es tremendamente compleja y hasta contradictoria. Solo siendo capaces de asumir todo ese caleidoscopio de opciones abrazaremos el bienestar y el enriquecimiento intelectual.
Seamos críticos, curiosos, abramos la mente y practiquemos esa gimnasia mental que evita que nos quedemos solo con dos opciones ante toda información o desafío vital.