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Etapas emocionales del divorcio


Un divorcio suele ser una experiencia desagradable para las partes afectadas. Además, como se trata de un proceso de pérdida, puede implicar una etapa de duelo que podemos analizar como diferentes fases sucesivas y prototípicas de estados emocionales. Estas etapas emocionales del divorcio suelen verse replicadas en todos aquellos que atraviesan este proceso de separación.

En este artículo podrás ahondar en el conocimiento de las fases esperables que un proceso de divorcio suele implicar para una o todas las partes involucradas. Conocer las implicaciones emocionales de un divorcio puede ser de ayuda para quien necesite una especie de brújula en lo que, a veces, puede dar la sensación de ser un desierto.

Empezamos destacando que la existencia de conflictos en la relación no es vivida de la misma manera por cada una de las partes. Para algunos, el divorcio puede ser la liberación de una vida en la que no se está excesivamente feliz o conforme. Para otros, esa infelicidad puede causarla el hecho de divorciarse y separarse de la persona con la que tanto se ha compartido.

Aunque ambas partes tienden a verse afectadas negativamente, la diferencia más importante la suele marcar el hecho de ser la persona que rompe o aquella con la que rompen. Por otro lado, en muchas ocasiones es común que las dos personas piensen que son aquella parte que "recibe la ruptura” y no la causa. También es cierto que pude suceder el fenómeno contrario: las dos personas piensan que ha roto la relación.

En este sentido, quienes abandonan a su pareja pueden experimentar emociones como la culpa y la vergüenza, mientras que los que son abandonados experimentan, eminentemente, rabia y dolor. Hablamos de dos estados emocionales negativos muy distintos.


    "Lo terrible de ser divorciada no es que todos los hombres se crean en la obligación de proponerte cosas, sino que piensan que ya no hay necesidad del romanticismo”.

    -Mario Vargas Llosa-

 

Las cuatro etapas emocionales del divorcio

El psicólogo Matthew Mckay, en su obra El libro del divorcio y la separación, divide el proceso de divorcio en cuatro etapas emocionales. A continuación se describe cada una de esas etapas:

1. El trauma de la separación

Cuando finalmente la separación tiene lugar, la primera reacción puede ser de alivio, de entumecimiento o de pánico. El alivio suele sentirse cuando la separación ha sido un proceso largo y accidentado.

Para mucha gente, el trauma de la separación física empieza tras varias semanas de entumecimiento y negación. En esta fase, el aturdimiento -que se trata de un mecanismo para poner freno a las emociones o acallar sentimientos que aún no pueden ser afrontados- puede ir y venir.

El trauma de la separación puede durar desde unos pocos días hasta varios meses. El aturdimiento proporciona períodos intermitentes de alivio: a veces te inundará un sentimiento de optimismo y excitación ante tu nueva vida, pero con la misma rapidez, tu optimismo podrá esfumarse para dar lugar a la inquietud y tensión habituales.


    "El matrimonio es la principal causa de divorcio”.

    -Groucho Marx-

 

2. La montaña rusa

Durante la fase de la montaña rusa, la valencia de los estados emocionales en los que se encuentran las personas fluctúan de manera rápida y radical. Una de las características de la montaña rusa es la rapidez con la que una persona puede decaer emocionalmente. Basta un recuerdo, una cara solitaria o un comentario por parte de uno de tus hijos para liberar toda una serie de pensamientos y tonos emocionales -en ocasiones, contradictorios-.

En esta etapa tiene lugar el proceso de revisión, que es una fase muy importante en el proceso general de aflicción. Implica repasar tu relación de pareja para ver quién tenía la culpa y qué podría uno haber hecho de otro modo. También puede implicar revivir los buenos momentos y lamentar la pérdida de intimidad.

El proceso de revisión está en la base de esta ‘montaña rusa’. Cada recuerdo y cada toma de conciencia que surgen de la revisión también altera el estado emocional. También ayuda a liberar sentimientos reprimidos que de otro modo permanecerían encerrados como una bomba de relojería emocional.

La etapa de la montaña rusa dura desde unos pocos meses hasta un año, y a medida que llega a su fin las emociones se vuelven más estables. Así, finalmente, un súbito recuerdo agradable que puede hacerte llorar un poco resulta más sencillo de superar que antes.

3. La construcción de la identidad

Una consecuencia de la atenuación del dolor es que la persona recupera recursos cognitivos y energía para elevar la mirada por encima de la ruptura. Se experimenta una sensación de proyecto futuro, de potencialidades y posibilidades. Por eso, la labor de construir de nuevo una identidad se asemeja a una suerte de segunda adolescencia.

Durante la labor de construcción de la identidad, se empieza a saborear la vida de nuevo, llegándose incluso a desarrollar nuevas aficiones. Otras personas, en cambio, vuelven a disfrutar de esas aficiones que tenían olvidadas.

El problema de esta etapa es la posible fijación en esta "segunda adolescencia”: algunas personas se quedan adheridas al ancho mundo de posibilidades, siendo incapaces de comprometerse de manera genuina con actividad o persona alguna. Estas personas permanecen es una especie de eterna juventud y perciben el compromiso como poco más que una atadura, lo que puede causar fricciones con su entorno.


    "El divorcio es un camino hacia la felicidad”.
                   -Luis Rojas Marcos-

 

4. El YO recentrado


Cuando finaliza la anterior etapa, puede experimentarse una sensación de poderío y realización personal. Tras haber soportado una enorme prueba, ahora es el momento de integrar lo ocurrido, dejando al pasado atrás. El presente es lo que importa ahora.

Recentrarse significa esculpir tu vida para ajustarla a la persona que eres. El divorcio ofrece la oportunidad de experimentar, de intentar nuevas cosas, de verse reflejado en nuevas relaciones; por eso, las nuevas elecciones provienen de una nueva conciencia de uno mismo y de sus necesidades.

Si has experimentado un divorcio, comprobarás que el YO recentrado difiere de la persona casada que fuiste una vez. Has lidiado con la separación, te has subido a una montaña rusa y, finalmente, has sobrevivido a todo ello.



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