Decía la escritora Kate Milford que "en una ciudad hay más espacios ocultos, más vidas ocultas y soledades ocultas, y más ventanas oscuras por donde las sombras de las personas pasan furtivamente”. Lo cierto es que hay algo desolador en el reverso de nuestras ciudades, escondido en esa vida frenética y ruidosa que nos arrastra con sus rutinas y sus prisas.
Hay quien las llama selvas de asfalto y si bien es cierto que nos dan acceso a más oportunidades laborales y de ocio, hay algo que falla. Algo que nos arrebata la salud. Basta con fijarnos en la arquitectura de muchos edificios que, abigarrados como colmenas los unos delante de otros, apenas les llega la luz del sol. Muchos son como barricadas de hormigón al lado de carreteras o autovías.
No importa que sean zonas de la periferia más desfavorecidas o áreas de mayor renta. Porque toda zona urbana termina siendo opresiva para la mente y el cuerpo, bien por sus elevadas cargas de estrés o por su contaminación ambiental y acústica. Todo ello nos afecta a cada uno de nosotros sin importar nuestro estatus y clase social.
Las ciudades simbolizan la esencia del progreso y el sello más distintivo del desarrollo de un país en muchos casos. Ahí tenemos como ejemplo referencias como Tokio, Seúl, Londres, Copenhague o Singapur. Sin embargo, más allá de ser centros económicos o culturales mundiales, encierran otra realidad. Las áreas urbanizadas tienen un mayor nivel de enfermedades mentales graves.
¿A qué se debe? ¿Qué explica que haya un número mayor de esquizofrenia en una ciudad del sur de Londres que en la zona de Pembrokeshire, en Gales, por ejemplo?
La depresión aparece por igual en zonas urbanas y rurales. Sin embargo, condiciones como la esquizofrenia son más comunes en las grandes ciudades.
La paranoia y la esquizofrenia en la ciudad
La sospecha de que el índice de trastornos mentales como la paranoia y la esquizofrenia eran más comunes en los núcleos urbanos que en los rurales es un hecho largamente barajado. A lo largo del siglo XX, los expertos solían especular con el hecho de que las ciudades causan "locura”. Si bien este último término resulta algo estigmatizante, hay una explicación detrás.
Las condiciones mentales más graves son mucho más frecuentes en las ciudades. Sin embargo, trastornos como la ansiedad o la depresión (más manejables) aparecen por igual en quien vive en el campo, la playa o el centro de Nueva Delhi. Por tanto, hay algo llamativo que siempre ha suscitado la atención del campo de la psiquiatría, la psicología y la neurociencia.
Ahora ya podemos dar algunas respuestas a este singular enigma. La analizamos.
Según diversos estudios, los espacios verdes podrían reducir el riesgo de psicosis gracias a un nivel menor de estrés y de contaminación.
Las ciudades, el estrés y la predisposición genética
La Universidad de Londres realizó una investigación en el 2019 con la que clarificar esta cuestión. Hasta el momento, los estudios epidemiológicos siguen asociando la vida en la ciudad con un riesgo elevado de psicosis. También de esquizofrenia. Estos datos no varían con el transcurso de los años. Bien, algo que sabemos de estas condiciones es que tienen un componente genético.
Está demostrado que la heredabilidad de la esquizofrenia es de alrededor de un 50 %. Tanto es así que cualquier persona con un familiar directo que padeció esta condición tiene un riesgo de hasta diez veces más que cualquiera sin antecedentes genéticos. Sin embargo, y aquí llega el punto relevante, hay factores que pueden elevar mucho más el riesgo de desarrollarla.
El estrés actúa como desencadenante y puede activar ese gen que nos predispone hacia la paranoia y la esquizofrenia. Como bien sabemos, las ciudades y los entornos urbanos son escenarios en los que el estilo de vida tiene otro ritmo. Hay mayores presiones, ansiedades, incertidumbres… Todo ello nos inocula un estrés casi crónico que actúa como disparador de estas condiciones mentales.
La soledad en los núcleos urbanos eleva las ideas paranoides
Si hay algo que experimenta la persona con esquizofrenia es una sensación de desconexión de su entorno y, por encima de todo, soledad. Parece que las ciudades incentivan y refuerzan esta percepción desde bien temprano en el ser humano: la de sentirse solos. No importa cuán bulliciosa sea una sociedad y cuánta gente haya en ella, parece que la desconexión y el aislamiento son recurrentes.
Fabian Lamster, de la Universidad de Marburgo, realizó una interesante investigación sobre esta variable. El sentimiento de soledad es más patente en las ciudades que en las zonas rurales y, cuando esta sensación se vuelve constante, aparece otra más: la desconfianza. Cuando las personas se sienten aisladas de su entorno, desarrollan más ideas paranoides.
Obviamente, esto no quiere decir que alguien que viva en un pueblo en el campo también se sienta sola. Porque puede ocurrir. Sin embargo, los índices de soledad son abrumadores en los grandes núcleos urbanos. Esa sensación resulta devastadora para el cerebro. Esto puede ser también un disparador para la paranoia y la esquizofrenia.
Parece quedar demostrado que vivir en una gran ciudad agrava nuestro malestar mental en muchos casos, hasta el punto de parecer la receta más peligrosa para la aparición de la paranoia o la psicosis.
Conclusión
Si bien es cierto que la paranoia y la esquizofrenia son más comunes en las ciudades, aún nos falta conocer más datos y variables que expliquen esta relación. Por ejemplo, nos quedaría comprender cómo media la contaminación en esta causa-efecto. Asimismo, también sería necesario considerar otro aspecto: saber si en las zonas rurales se diagnostican o no los trastornos mentales.
Sea como sea, hay un hecho indudable y es el referente a cómo las ciudades merman nuestra salud psicológica. Parece que en la atmósfera que respiramos no solo hay unos niveles más elevados de CO2. El estrés, las presiones, los miedos y la soledad también se adhieren a nosotros de forma tóxica en las grandes urbes.
Es evidente que deberíamos de reformular muchas áreas. No solo nuestras selvas de asfalto tendrían que ser más selva natural y menos hormigón. Otros elementos de gran relevancia que no podemos dejar de lado son el aspecto psicológico y el social. Es necesario contar con mayores recursos en materia de salud mental, así como reforzar nuestros lazos sociales de calidad para evitar el aislamiento.
Son muchos los que dejan sus pueblos de origen para buscar un mejor trabajo en la gran ciudad. No es justo que, por labrarse un futuro, se pierda la salud. Nos queda mucho que cambiar y por reformular.