Pensadores profundos y pensadores excesivos: ¿hay alguna diferencia entre estos dos tipos de pensamiento? Lo cierto es que, bastante, pero la mayoría de nosotros orbitamos entre ambas tipologías en más de una ocasión. La mente pensante es una fábrica que nunca cierra, ni descansa y que a menudo no trabaja de la forma más óptima y eficaz.
Pasamos buena parte del tiempo dentro de nuestras cabezas. Es decir, pensamos en lo que hicimos ayer, hoy y en lo que haremos mañana. Nos perdemos en los laberintos de esas decisiones que deberíamos tomar, en los sueños que queremos alcanzar y hasta en esos "pensamientos basura” que carecen de utilidad ni trascendencia.
Casi sin darnos cuenta, caemos en el enfoque cognitivo rumiante excesivo, ese que agota, ese que frustra, que nos ocupa horas y no nos lleva a ninguna parte. Y lo que es peor, que intensifica el malestar psicológico.
¿Cómo cultivar entonces un enfoque mental más saludable y beneficioso para el viaje de nuestras vidas? Lo vemos a continuación.
"La inteligencia no es solo la capacidad de razonar; también es la capacidad de encontrar material relevante en la memoria y desplegar la atención cuando sea necesario”.
-Daniel Kahneman-
Pensadores profundos y pensadores excesivos: características que debes conocer
Pensar de manera profunda nos permite calibrar mejor la brújula de nuestras decisiones para tomar el camino más adecuado. Por contra, razonar de manera excesiva nos deja en el mismo lugar en el que estábamos y, además, nos drena mentalmente. Es obvio que la estrategia cognitiva más saludable y adecuada es la referente al pensamiento profundo, lento, deliberado y analítico.
Sin embargo, y aquí llega el problema, no hacemos uso de él tanto como deberíamos. Las personas solemos analizar y responder a la mayor parte de las situaciones desde un enfoque mental rápido, intuitivo y subconsciente. La vida va muy deprisa y necesitamos actuar de manera ágil ante cada estímulo.
Sin embargo, cuando surge un desafío o problema, nos atascamos. Es entonces cuando se enciende la máquina de la rumia, esa que da mil vueltas a las cosas, que las regurgita y las vuelve masticar. No es sencillo aplicar una perspectiva mental más reflexiva y economizadora, capaz de saber cuándo detenerse y dejar de reforzar ideas irracionales y poco útiles.
Todos tenemos algo de pensadores profundos y pensadores excesivos. Sin embargo, es necesario promover el primero y controlar el segundo. Veamos cómo.
Pensar demasiado nos enferma: estrategias para evitarlo
Cada uno de nosotros hemos lidiado con experiencias complicadas. Durante esas circunstancias era muy difícil dejar de pensar en ciertas cosas. Nadie se libra de ser en algún momento un pensador excesivo, y esto es así porque las emociones de valencia negativa intensifican dicha tendencia.
La doctora Susan Nolen Hoeksema fue una de las grandes expertas en el campo de la rumiación. En uno de sus estudios nos hablaba sobre cómo el pensamiento excesivo nos lleva en muchos casos hacia la depresión.
También suele ser el desencadenante de los trastornos de la conducta alimentaria (TCA) y de otros problemas de salud mental. ¿Cómo evitarlo? ¿Cómo manejar este enfoque cognitivo?
- Lo primero es tomar conciencia de que pensar en exceso y caer en la rumia no soluciona los problemas.
- Lo segundo es dejar de luchar contra nuestros pensamientos. Si los reprimimos suben el volumen de su voz. Aceptémoslos, démosles presencia, pero no valor. Están ahí y no los podemos esconder ni negar, pero son ruido, no son útiles.
- Economicemos, procuremos no dar tantas vueltas a las cosas y para ello, seleccionemos solo los pensamientos e ideas útiles. Desechemos las que solo traigan preocupación y ansiedad.
- Los pensadores profundos y los pensadores excesivos se diferencian en un aspecto. Los primeros piensan para lograr algo, los segundos para empeorar su estado de ánimo.
Pensar de manera profunda o deliberada: el arte de encontrar soluciones
El pensador profundo es aquel que razona y analiza de manera cualitativa distintas variables, obtiene conclusiones valiosas y puede actuar ante los problemas que le rodea. Esa persona dispone de una mente hábil para tomar contacto con las emociones para regularlas, conectar con las propias necesidades y trazar varias respuestas ante un mismo problema.
Ahora bien… ¿Qué dimensiones diferencian a pensadores profundos y pensadores excesivos? ¿Qué estrategias deberíamos desarrollar para potenciar ese primer enfoque más saludable? Estas son las claves:
- Practicar la autorreflexión y la resolución de problemas.
- Analizar los propios patrones de pensamiento para valorar si son útiles o no.
- Focalizar la mente en el aquí y ahora. El ayer ya no importa, el mañana aún no existe.
- Manejo de las emociones para no bloquearnos en obsesiones, miedos y pensamientos irracionales.
- Pensar de manera profunda implica aplicar cierto optimismo y la creencia de que hay varias formas de resolver un determinado problema.
- Asimismo, también es útil hablar con otras personas para tener en cuenta otras perspectivas. Esto nos ayuda a relativizar los problemas, ampliar el enfoque y reducir el estrés.
Pensadores profundos y pensadores excesivos: ¿cuál eres tú?
La mayoría pensamos demasiado. Y lo hacemos porque el cerebro tiene una tendencia casi innata a situar la atención en lo negativo, en los problemas, en las amenazas del entorno. A él no le importa si somos o no felices, solo quiere que sobrevivamos y por ello, nos insta a la preocupación casi continuada. Pero preocuparse mucho no siempre resuelve algo.
Ante este tipo de mecanismos casi instintivos solo cabe una opción: desarrollar un enfoque más consciente y racional. Hay que pensar mejor, de manera más lenta y deliberada, con mayor sentido y propósito, trazando planes e ideando diez soluciones ante cada desafío.
Esto requiere de un compromiso y esfuerzo diario. Hacerlo siempre valdrá la pena. Cuidemos de lo que sucede en nuestra mente, porque todo lo que acontece en ese espacio… Determina nuestra vida.