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¿Conoces el síndrome de la madriguera del conejo?


Hay individuos que viven bajo la sombra de la conspiración. Personas que creen que la realidad en la que viven se caracteriza por la falsedad y el montaje. Sus teorías de la conspiración son verdaderas; dicho de otra manera: cualquiera que se desvíe de ellas es falsa.

Así, tienden a aislarse del mundo que les rodea y solamente se relacionan con otros que comparten sus ideas. Para describir cómo y por qué sucede esta transformación, se ha desarrollado recientemente el concepto de «la madriguera del conejo», una metáfora basada en la película de Alicia en el país de las maravillas.

Aunque buena parte de la población mira a las teorías de la conspiración con escepticismo, para estas personas son certezas reales, absolutas e innegables. Es decir, las creencias que gravitan en torno a la conspiración forman un elemento fundamental para su identidad.

Así, la «trampa de conejo» es el primer elemento que engancha a la persona y hace que desarrolle creencias basadas en la conspiración. Estas creencias son pensamientos rumiativos que gravitan sobre la conspiración, dando origen, con frecuencia, a conductas muy poco tolerantes.
Detrás del conejo

El síndrome de la madriguera del conejo nunca había sido descrito hasta ahora. Sus autores, Robbie M. Sutton y Karen M. Douglas, se han basado en un fragmento de esta película para explicar en qué consiste.

En ella, podemos recordar que Alicia, al ver al famoso conejo con su reloj, fue detrás de él y se metió en su madriguera, sin dudar por un instante qué ocurriría después. De hecho, en su recorrido por la madriguera del conejo, Alicia se tropezó y se cayó. Se precipitó al vacío a través de un pozo que parecía sin fin.

A través de esta metáfora, publicada en la revista especializada Current opinion in psychology, los investigadores han querido explicar cómo son los procesos que pueden hacer que una persona caiga en la trampa de las teorías conspirativas. Para ello, vamos a describir una secuencia de pasos que podrían ocurrir a la hora de caer bajo la trampa de la conspiración.


    «Alice no tuvo ni un momento para pensar en detenerse antes de encontrarse cayendo por lo que parecía un pozo muy empinado».

    -Robie M. Sutton-

1. Un proceso involuntario

La tendencia a abrazar las teorías conspiratorias dista de ser voluntaria. Es decir, basta con que la teoría de la conspiración atraiga la atención de la persona (como sucede en el ejemplo del conejo).

Las teorías de la conspiración (por ejemplo, los ovnis, las experiencias sobrenaturales, o el terraplanismo) nacen, crecen y se reproducen porque son seductoras (la persona piensa que se encuentra en una posición de privilegio frente a las personas que le rodean, y que han sido engañadas).

Al principio, las personas se sienten atraídas por el misterio y por la diversión de «lo raro y extraño». Sin embargo, y sin decidirlo conscientemente, el mero contacto tiene el potencial de convertirse en una mecha que enciende más creencias conspirativas en estas personas. Lo que inició siendo un contacto curioso, acaba transformando a la persona. Es decir, el contacto con las teorías conspirativas puede tener un «efecto dominó».
Ejemplos de esto podemos encontrarlo en las teorías conspirativas acerca del COVID-19 (Sutton, 2022). Además, las personas distan de ser capaces de saber cómo el mero hecho de entrar en contacto con estas teorías, hace que su forma de ver el mundo cambie.

    «Es posible que no se den cuenta de lo que les sucede en estas primeras etapas del síndrome de la madriguera del conejo».

    -Robie M. Sutton-

2. Una «taquicardia cognitiva»

Al inicio del síndrome, estos sujetos pueden mostrarse escépticos ante el tipo de información que toda la sociedad desecha (por ejemplo, «el mundo es plano»). Sin embargo, cuando se adentran en los círculos de la conspiración y contactan con las personas que forman parte de estos círculos, se produce el «efecto contagio».

Así, las creencias de una persona, en principio normales, se tornan conspirativas. Al principio parece ser un proceso lento. Sin embargo, al cabo de un tiempo, se avivan y se incrementan con una velocidad extraordinaria. Es decir, se vuelven cada vez más numerosas y poderosas.
Una vez cruzada esta línea roja, los sujetos tienden a aislarse del mundo real y a relacionarse exclusivamente con otras personas que piensen lo mismo. Así, dan la espalda a todo aquel que piense lo contrario. Se involucran en una espiral que consiste en leer y ver cada vez una mayor cantidad de información relacionada con el contenido de la conspiración. Esto hace que sus creencias conspirativas se refuercen aún más.

    «Tienden a identificarse como pensadores críticos y libres lo que, a su vez, fomenta un compromiso más profundo con estas creencias».

    -Robie M. Sutton-
3. Una mente «blindada»

En las últimas etapas de este síndrome, las creencias comienzan a cristalizar y a endurecerse. Es muy complicado cambiarlas y reestructurarlas.

Curiosamente, los investigadores señalan que la evidencia sobre esta última fase es escasa. Esto ocurre porque es complicado encontrar participantes que quieran someterse a estudios sobre teorías conspirativas. Básicamente, porque para estas personas, quienes conspiran son los demás, en vez de ellos.
Una vez que la persona ha incorporado las creencias conspirativas en su sistema cognitivo, estas intoxican muchas otras áreas. Así, es habitual que la identidad y el sistema de creencias de estas personas sufran una metamorfosis. Se separan de sus personas más cercanas y se mimetizan con las personas que comparten sus creencias conspirativas. Además, podría decirse que son «inmunes» a la evidencia en contra de lo que piensan.

    «En esta etapa, el compromiso con las creencias conspirativas puede afianzarse mediante la adopción de epistemologías radicalmente transformadas».

    -Robie M. Sutton-

Como hemos visto, para caer en lo que hemos denominado «agujero de conejo» conspirativo, basta con sentir fascinación por lo diferente. De esta manera, una vez establecido el primer contacto, las personas pueden verse atrapadas en un pozo sin fondo, como le ocurrió a Alicia en el país de las maravillas. Una vez dentro, es complicado salir, porque transforma las creencias de las personas de una manera significativamente profunda.




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