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¿Por qué discriminas?


La discriminación es la actitud que más desigualdades genera, teniendo un impacto significativo en el estado emocional de aquellos que son discriminados. Por eso, el trabajo de movimientos activistas contra la discriminación es más importante que nunca.

Sin embargo, ¿alguna vez te has preguntado por qué discriminamos? ¿Cuál es la verdadera razón de fondo? Responder a este tipo de preguntas puede ser la clave para construir un mundo más igualitario y justo. Después de todo, solo podemos resolver los problemas cuando descubrimos la raíz y la abordamos. De lo contrario, podríamos caer en el error de seguir luchando contra factores superficiales que no resolverán nada.

¿Qué es la discriminación?

Al hablar de discriminación, nos referimos al hecho de dar un trato diferenciado a grupos específicos por motivos injustificados. La discriminación suele producirse en base a la etnia, el género, la orientación sexual, la identidad de género, la expresión de género o la religión. También podemos ver discriminación a causa de la edad o por el estatus socioeconómico.

En cualquiera de los casos anteriores, la discriminación vulnera los derechos humanos y legales a causa de dichas condiciones. Por ejemplo, una investigación realizada en el ámbito empresarial de Egipto halló que 51 % de las compañías prefieren contratar a hombres en vez de a mujeres (Osman, Speer y Weaver, 2021). Es decir, que poco más de la mitad de los establecimientos comerciales dan un trato discriminatorio a las mujeres.

Las razones para esta discriminación pueden ser muy variadas, como la posibilidad de que una mujer quede embarazada y necesite permisos. También hay personas que piensan que las mujeres no están capacitadas para determinados trabajos -bien es cierto que también existe un grupo significativo de personas que piensan que los hombres tampoco lo están-. En uno u otro caso, hablamos de una actitud que tiene un impacto significativo en la vida real.

Otra situación que puede ayudarnos a entender mejor el concepto de discriminación es la realidad que afrontan las personas LGBTI. La Organización de las Naciones Unidas informa que en 69 países las relaciones homosexuales entre adultos están penadas por la ley. A pesar de que hace años se dejó de considerar la homosexualidad como una enfermedad, la situación no ha cambiado en muchos territorios.

¿Por qué discriminamos a otras personas?

Si bien la mayoría piensa que determinado tipo de discriminación es dañina para la sociedad, a uno u otro nivel parece inevitable. De hecho, ya los niños prefieren jugar con algunos de sus compañeros y no con otros. Entonces, lanzamos la pregunta: ¿por qué discriminamos a otras personas basándonos en ciertas cualidades? ¿Es inevitable? La respuesta parece encontrarse en los sesgos cognitivos que nuestro cerebro tiende a crear.

Sesgos cognitivos y prejuicios

Cuando al cerebro se le presenta mucha información nueva, suele quedarse con aquellos puntos que identifica como más significativos, descartando otros. Un ejemplo típico es el efecto halo que nos lleva a describir la personalidad de alguien partiendo de un único atributo. Si vemos a una persona que grita en la calle, y no conocemos más de ella, es probable que la etiquetemos como agresiva, pero puede que solo estuviera pasando un mal día y en realidad sea alguien amable.

En este mismo sentido, el hecho de que nuestro cerebro sea propenso a estos sesgos puede hacernos desarrollar prejuicios. Estos no son más que ideas preconcebidas que nos creamos sobre grupos de personas.

Para ilustrarlo mejor, podemos pensar en la xenofobia que suele existir hacia la población musulmana debido a atentados terroristas. El hecho de que haya musulmanes intolerantes no significa que todos sean violentos y merezcan rechazo. En otras palabras, ser violento o extremista no está ligado a ser una persona musulmana o de cualquier otra religión. Por ende, asumir que todos lo son es un prejuicio irracional que nos puede llevar a discriminar y causar injusticias.

La teoría de la mente

Otro concepto parece influir de manera significativa en la discriminación es la teoría de la mente. Este término se usa para hablar sobre la capacidad que tenemos de atribuir pensamientos o intenciones a otros. De forma constante, asumimos que las personas piensan cosas o actuarán de cierta manera, en otras palabras, predecimos su comportamiento.

Cuando atribuimos intenciones o pensamientos a los demás, nuestra principal referencia suele ser el comportamiento propio. Consideramos que alguien es mal educado porque no identificamos en él determinados gestos de cortesía que nosotros sí tenemos. Además, tendemos a creer que los demás actuarán cómo lo haríamos nosotros porque eso es "lo normal”. Entonces, la mayoría de divergencias respecto a lo "normal” (lo que nosotros hacemos) podrán ser potenciales anclas para la discriminación.

Lo "normal” es algo que construimos a medida que crecemos. Durante ese proceso influyen varios factores como la cultura, la familia, las vivencias traumáticas, etc. Por esa razón, lo que se considera normal en Estados Unidos no es lo mismo que en Colombia. Eso significa que no hay una normalidad objetiva o natural y todo depende de la subjetividad.

La discriminación, ¿es inevitable?

Partiendo de lo anterior, podríamos concluir que todos discriminamos. Hacemos grupos con las personas que nos rodean en función de determinadas características y las incluimos en ellos. El cerebro tiende a sesgar la información que recibe con el fin de optimizar su energía y eso nos da visiones parciales del mundo. Así nos vamos creando una idea sobre la realidad y lo que es normal en la sociedad.

Esta referencia la usamos para tomar decisiones y cambiar nuestras acciones, pero también la proyectamos sobre otros. Si otra persona no cumple con nuestras expectativas -derivadas en buena medida del grupo en la que la hemos incluido y también de aquello que pensamos que es una forma de actuar o un pensamiento común y válido (el nuestro)-, solemos valernos de los prejuicios para intentar explicar esta disonancia. Como resultado, podemos llegar a tomar decisiones sobre cómo tratar a los demás según esas ideas preconcebidas y discriminar.

Ahora bien, ¿eso significa que la discriminación está en la naturaleza humana y es inevitable? Si bien todos tenemos una tendencia a formarnos prejuicios, también tenemos la capacidad de cuestionar nuestras propias ideas sobre el mundo y los demás.

Si volvemos al caso de la población LGBTI, no fue hasta 1990 cuando la OMS eliminó la homosexualidad de su lista de enfermedades mentales. Antes, la comunidad científica consideraba que gays y lesbianas eran personas enfermas; gracias a la investigación y al esfuerzo de muchas personas que invirtieron sus vidas en cambiar este pensamiento, hoy lo que piensa la mayoría de la sociedad, sobre un mismo hecho objetivo, es muy distinto.

En conclusión, al entender por qué discriminamos, podemos comprender la importancia de revisar y cuestionar nuestros propios prejuicios. Como humanos, tenemos la capacidad de razonar sobre nosotros mismos y eso nos permite ver si actuamos de forma injusta. Si queremos construir un mundo más igualitario y respetuoso, es necesario hacer un ejercicio de reflexión, solo así llegaremos a la raíz de este problema.

Nuestro sistema cognitivo necesita discriminar, diferenciar. A los que son de nuestra familia de aquellos que no lo son. A aquellos que son nuestros compañeros de trabajo de aquellos que trabajan para la competencia. El problema aparece cuando esta discriminación produce desigualdades que no son justificables desde una perspectiva ética, privilegiando a unos grupos frente a otros de una manera parcial e injusta. Esta es precisamente la discriminación a la que se refiere buena parte del artículo.


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