El término "acoso” está presente en diferentes ámbitos de la vida cotidiana. Los más pequeños sufren de acoso escolar o bullying en la escuela o instituto. En los hogares, puede darse acoso entre los familiares; incluso en el mundo laboral, nos topamos a veces con el "moobing” por parte de unos compañeros a otros.
Como podemos ver, la hostilidad entre personas y la agresividad o violencia están a la orden del día. En el mundo vecinal encontramos un fenómeno parecido denominado blocking. El blocking en un hostigamiento por parte de uno o más vecinos a otra persona que convive en el mismo bloque o urbanización. Este hostigamiento no se limita solo a problemas de convivencia, sino que se trata de un verdadero acoso de tipo recurrente.
La víctima, por tanto, sufrirá las consecuencias psicológicas típicas que suelen observarse en la mayoría de víctimas de maltrato. Algunos de los síntomas manifestados puede ser la baja autoestima, miedo y ansiedad constantes, la desesperanza, los síntomas depresivos e incluso ideas de suicidio.
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Actualmente, el hostigamiento vecinal o blocking se encuentra incluso registrado en el artículo 172 del Código Penal, por lo que constituye un delito.
Mujer muy triste
Fases del blocking
El fenómeno del blocking consta de varias fases diferenciadas. Lo ideal no es esperar a que se produzcan todas, sino denunciar en cuanto empecemos a notar que el acoso se está empezando a producir.
Fase de conflicto. Por lo general el acoso vecinal comienza a fraguarse cuando se produce un problema de convivencia que no se ha resuelto a tiempo. Por ejemplo, que un vecino tenga un perro que está ladrando gran parte del día y que esos ladridos le molestan a otro vecino.
Inicio del acoso. Se empiezan a llevar a cabo estrategias de acoso por parte del vecino que tenía el conflicto o por parte de varios vecinos. Por ejemplo, no saludar al cruzarse en el ascensor o incluso hacer comentarios en voz baja sobre la persona. En este punto es común que tanto la víctima como los vecinos nieguen el acoso. Esta negación supone una evitación de la realidad que si no es frenada a tiempo, provoca que continúe la hostilidad y el acoso.
Intervención externa. La situación se hace pública y comienzan a intervenir diferentes organismos externos para intentar dar una solución al problema
Marginación, huída o exclusión. En este último punto, la víctima se puede sentir obligada a abandonar la vivienda, poner el piso en venta, etc. Si no puede hacer esto, a veces tiene que moverse en la comunidad escondiéndose para no tener que encontrarse con algún vecino, subiendo por las escaleras para no coincidir en el ascensor o en el hall del portal, etc. Esto, a la largo, lleva al desgaste total de la víctima que no puede sentirse a gusto ni en su propia vivienda.
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¿Qué se puede hacer a nivel psicológico?
Es muy importante que se lleve a cabo una intervención psicológica, ya sea en la víctima como en el propio acosador. Desde este punto de vista, es esencial realizar un buen entrenamiento en comunicación y asertividad.
Lo ideal es poder intervenir cuando el acoso está tomando forma, en la primera fase de conflicto. En este punto, cuando tiene lugar el conflicto principal es cuando víctima y acosador deben aprender a tener una buena comunicación, basada en el respeto y en la empatía.
Si por ejemplo, un vecino tiene un perro que ladra todo el día y el otro vecino se queja, sería importante que ambos puedan llegar a un punto medio en el que exista entendimiento. El vecino que tiene el perro, en primer lugar puede pedir disculpas, intentar que no vuelva a ocurrir o aprender cómo educar al perro para que no ladre (adiestradores, no dejarlo solo, darle un juguete para que se entretenga bastante tiempo…).
Por otro lado, el vecino que se queja, y que es probable que si no se resuelve el conflicto acabe haciendo un acoso, debe intentar ser más flexible y entender que hay vecinos que tienen mascotas, que no pueden dejarlas abandonadas porque a otro le moleste y que si no es algo desmesurado, puede tolerar algún que otro ruido.
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Vecinos discutiendo
Si se logra llegar a un entendimiento, aumentando uno la flexibilidad y tolerancia y el otro intentando llegar a una solución, es muy probable que el acoso no avance y se quede ahí. Si nos ponemos a la defensiva, por el contrario, lo más probable es que siga hacia adelante y acabe mucho peor de como comenzó.
Cuando el acoso ya está en marcha, es imprescindible que la víctima se ponga en manos de un psicólogo que le ayude a ganar seguridad y autoestima. Se le puede recomendar hacer extinción de la conducta de sus vecinos, no entrar a discusiones y sobre todo, no reaccionar ante los insultos o humillaciones. Eso sí, si estos se limitan solo a algo verbal. Evidentemente, si existe un maltrato de tipo físico, hay que poner una denuncia. La extinción de conducta puede hacer que el vecino acosador termine por cansarse.
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Si nada de esto resulta y el acoso se ha mantenido durante mucho tiempo, la opción de cambiar de domicilio puede contemplarse. Aunque es un último recurso por todo lo que supone. En el nuevo domicilio es importante que la víctima, para no caer en la misma situación, se presente a todos los vecinos, comente que tiene un perro, toca el piano por las tardes, tiene un bebé que llora por las noches, etc. para que los nuevos vecinos también sepan en cierto modo qué es lo que pueden encontrarse.