¿Podemos asegurar que somos imparciales a la hora de evaluar a otras personas? Es tentador pensar que nuestra forma de ver el mundo es justa y libre de prejuicios, pero existen sesgos cognitivos y sociales que se camuflan en los patrones de pensamiento y afectan la forma en la que vemos a los demás.
A nuestro cerebro le encanta poner la información en categorías para facilitar la toma de decisiones, así que con frecuencia al enfrentar a una persona que no conocemos le ponemos una etiqueta y le asignamos una cantidad de atributos. Puede usarse cualquier rasgo como criterio para categorizar a las personas, pero uno de los más comunes (y problemáticos) es la raza.
Estos sesgos son atajos que ayudan al cerebro a tomar decisiones; es decir, en muchos casos son reforzados, por lo que es muy complicado eliminarlos o controlar su influencia. Para lograrlo, es mejor empezar temprano, así que en este artículo compartiremos información valiosa para reducir el sesgo racial desde la infancia.
Para empezar, ¿qué es un sesgo racial?
Un sesgo es una tendencia a interpretar la información de una forma en particular, privilegiando ciertas conclusiones. Es un atajo en la forma de pensar, que ahorra tiempo, pero que asume como cierta información no verificada y la aplica a todos los casos.
El sesgo racial sería la tendencia a asignar las mismas características a todos los miembros de un segmento de la población basados en su raza. En forma general, tendemos a atribuir rasgos positivos al grupo al cual pertenecemos, mientras que le asignamos rasgos negativos a las personas de razas diferentes a la nuestra.
Otra consecuencia del sesgo racial es que nos cuesta identificar diferencias individuales en personas de un grupo racial distinto al nuestro, pues tendemos a considerar que todos comparten las mismas características; o dicho de otro modo, que todos son iguales. No pasa lo mismo con las personas de nuestro grupo, entre quienes notamos las diferencias individuales con mayor facilidad.
En la cotidianidad, esta clase de pensamiento sesgado puede conducirnos a tomar decisiones injustas, desfavoreciendo a personas solo porque no comparten las mismas características raciales. En el ámbito profesional, puede limitarse el acceso de una persona a un empleo o un ascenso solo por el color de piel, y más radical puede ser la afectación en el campo judicial, donde las decisiones que se toman tienen un impacto en la libertad de las personas y la administración de justicia.
Otra consecuencia, tal vez menos grave, pero también muy importante, es que los sesgos raciales nos impiden conocer a las personas en su individualidad, privándonos de relaciones con el potencial de cultivarnos y ayudarnos a crecer.
Reducir el sesgo desde la infancia
Si somos conscientes de lo nocivos que pueden ser los sesgos raciales, es natural que pensemos en la forma de contrarrestarlos desde la crianza, para que los niños de hoy se conviertan en adultos conscientes, tolerantes y justos en sus decisiones.
Para empezar, debemos tener presente que gran parte del aprendizaje de los niños se basa en el ejemplo. Una gran cantidad de conductas y patrones de pensamiento se aprenden por imitación; antes de entender si dichas conductas son buenas o malas, se asimilan por verlas en una persona que actúa como marco de referencia.
Los adultos todavía aprendemos muchas cosas por imitación (por ejemplo, al ver cómo actúa otra persona en un ambiente desconocido, como un almuerzo con cubiertos que no manejamos o el uso de un programa informático nuevo), pero en los niños esta forma de aprendizaje es mucho más dominante.
Así pues, una primera forma para reducir el sesgo racial en la infancia es identificar nuestros propios sesgos y tratar de contrarrestarlos. Aunque no siempre pueden evitarse por completo, el ser conscientes de su existencia hace una gran diferencia.
Más aún si a partir de ese conocimiento podemos establecer un diálogo sincero con los menores, para que entiendan desde temprana edad la importancia de evitar el sesgo racial y también para que imiten nuestro propio esfuerzo por disminuir su influencia.
A partir de la base de ser consciente del sesgo, se pueden trabajar algunas estrategias para el reconocimiento del otro. Un estudio de 2017 mostró los beneficios de un entrenamiento en individualización perceptual en niños de edad preescolar para reducir el sesgo racial.
Dentro del estudio se les enseñó a los niños a distinguir los rostros de personas de un grupo racial diferente, logrando disminuir la tendencia a calificar con rasgos negativos a las personas de grupos raciales externos. Los beneficios eran más estables al realizar el entrenamiento con cierta regularidad.
¿Qué estrategias puedo usar?
La información que hemos repasado nos puede dar idea sobre acciones específicas que podemos poner en práctica.
- Si eres un padre o cuidador, puedes dialogar con tus hijos sobre sus compañeros de clase, amigos de juegos, vecinos, etc. Pregúntales sobre la opinión que tienen de ellos e identifica las atribuciones que pueden estar sesgadas. Promueve puntos de vista distintos y enfatiza los puntos en común que todos tenemos al margen de nuestras características raciales.
- Si eres un maestro, crea espacios para que tus alumnos compartan y favorece la identificación de diferencias individuales. Haz énfasis en rasgos como la inteligencia, el compañerismo, los gustos, los talentos, entre otros, con el fin de que sean esas las características importantes a la hora de relacionarse, por encima del color de la piel. Aprovecha cada oportunidad para destacar el valor personal de cada alumno.
- Si eres un referente social para un niño, cualquier clase de referente, recuerda que tu ejemplo es clave. La responsabilidad no recae solamente en los padres y los maestros. Si un niño imita tu ejemplo, entonces tú también puedes reducir el sesgo racial. Identifica tus patrones sesgados y disminuye su influencia en tu conducta; aquellos que te observen harán lo mismo. Usa un lenguaje positivo para referirte a los demás, evita poner etiquetas basadas en la raza y promueve la empatía. Cuando veas que un niño emite juicios o habla en forma despectiva de otras personas por su color de piel, invítalo a pensar en sus cualidades y sus sentimientos.
En resumen, se trata de establecer patrones de pensamiento más justos y efectivos que los sesgos raciales. La razón por la que existen esos sesgos de pensamiento es que son útiles para nuestros cerebros. Si podemos desmontar esa utilidad, poco a poco conduciremos a una forma de pensar más empática y a una sociedad más justa, en la que no se califique a nuestros semejantes basados solamente en su ascendencia racial.