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Cómo tratar con alguien con una actitud defensiva


A todos nos ha pasado. Conocemos a alguien a quien no logramos acercarnos, por más que lo intentamos: es como si existiera una pared que nos impidiera comunicarnos. Ponemos en marcha todos los trucos que sabemos, nos volvemos más atentos y detallistas, y desplegamos nuestro encanto personal, pero nada funciona; la persona mantiene una actitud esquiva y no sabemos cómo hablarle.

Una opción práctica es simplemente evitar a la persona, pero a veces no es posible porque necesitamos compartir información. Tal vez incluso seamos tan sociables que no podamos resignarnos a no poder entablar un trato amable con alguien a quien tenemos cerca.

Pero, si nada funciona, ¿cómo hablar con alguien a la defensiva? La actitud defensiva es una barrera para la socialización que no es sencilla de superar, pero con astucia y constancia podemos convertir a alguien de defensivo a receptivo.

La barrera invisible

Seguramente no te cuesta mucho esfuerzo pensar en alguien que siempre está a la defensiva. Puede ser un compañero de trabajo, alguien a quien todos evitan porque siempre responde de manera agresiva y es poco cooperativo. O tal vez un familiar, una persona que, aunque quieres mucho, sabes que nunca acepta una contradicción y que se enoja con facilidad.

Aunque todos tenemos momentos en los que adoptamos una actitud defensiva, son episodios pasajeros. Una mala noticia, una ruptura amorosa, un mal día en el trabajo, son situaciones que nos frustran y a veces hacen que no queramos hablar con nadie. Pero tras un descanso volvemos a la normalidad y nuestras relaciones siguen su curso. Es diferente cuando una persona permanece en ese estado todo el tiempo, y la defensividad se convierte en su forma de ser.

Cuando la actitud se mantiene todo el tiempo es cuando sentimos que hay una barrera invisible. Por más que intentamos conectar con la persona, seguimos percibiendo esa postura defensiva. No entendemos la situación, pues pensamos que debería ser más sencillo establecer un diálogo agradable. Finalmente, nos rendimos, y optamos por evitar a esa persona defensiva para no causarle un disgusto ni llevarnos uno nosotros.

La empatía, clave para relaciones sanas

Este principio es base para la comunicación en general. Incluso con las personas más accesibles, la empatía es necesaria para comprender el punto de vista del otro. Con una persona que siempre está a la defensiva debemos esforzarnos más por poner en práctica este principio.

Al recibir respuestas defensivas, nuestro cuerpo puede reaccionar adoptando una actitud similar; debemos evitar esto. Si no hay una amenaza real, no hace falta que tomemos una postura de defensa. En lugar de eso, debemos ponernos en el marco de referencia de la otra persona, ser empáticos.

Puede que en el momento sea difícil, en particular porque no entendemos por qué la otra persona se ha puesto a la defensiva. Tal vez pensemos que hemos sido amables y que no es justo que nos respondan con enojo, desdén y monosílabos, y probablemente tengamos razón, pero ese no es el punto de la empatía.

No hace falta que entendamos las razones de la otra persona; solo basta que aceptemos sus emociones y las comprendamos.

Ten por seguro que nadie (o al menos casi nadie) asume una actitud defensiva por voluntad propia. Hay una o varias razones por las cuales las personas caen en esa actitud, aunque esa misma persona no sea consciente de ellas. Pero, al menos en principio, no hace falta conocer esas razones. Tal vez con el tiempo puedas descubrirlas, pero inicialmente enfócate más en comprender los sentimientos del otro.
Refleja las emociones, y sé un ejemplo de cómo regularlas

Una vez comprendes las emociones de la otra persona, estás en condiciones de reflejarlas. Si la persona asume una actitud defensiva es porque percibe una amenaza. Tal vez tú no veas esa amenaza por ningún lado, pero sabes cómo se siente tener miedo, estar enojado, estar frustrado, etc. No le digas a la persona que la entiendes, mejor muéstraselo con tu propia actitud.

Si tu compañero de trabajo parece tenso, demuéstrale con tu actitud que conoces la tensión y el estrés. Si tu familiar se muestra inconforme, enséñale que tú también has experimentado la inconformidad. No tienes que entender sus razones, solo mostrarle que puedes sentir lo mismo.

Cuando la persona comprueba que de verdad eres capaz de comprender sus emociones, abres una puerta muy importante. Te conviertes en un alivio emocional, inspiras confianza y creas conexiones. No te imaginas lo bien que se sentirá la otra persona al encontrar a alguien con auténtica empatía.

Lo más importante, abrirás un canal de comunicación. Una vez que la otra persona reconozca sus propias emociones en ti, ganarás credibilidad, y tendrás la oportunidad de mostrarle cómo regularlas. En lugar de simplemente decirle qué es lo que está mal y lo que tiene que hacer (seguramente todo el mundo lo ha hecho y solo ha reforzado su actitud defensiva), tú podrás demostrar que las emociones negativas no tienen por qué alejarnos de los demás.

Puedes enseñar con el ejemplo cómo aceptar la frustración, el estrés y demás emociones negativas. No tienes que procesar tus propios sentimientos como un gurú espiritual; basta con que demuestres un manejo humano, sensible y adaptado a tu medio. También puedes transmitir calma, y demostrar con tus emociones que no hay una amenaza y no hay necesidad de estar a la defensiva.

Comunicación asertiva, la hora de la verdad

Hasta este punto hemos mantenido la comunicación en el plano emocional. A partir de la empatía y la identificación se ha construido una base sólida para pasar a un nivel más verbal y racional. Ahora podemos expresar con palabras lo que sentimos y establecer una comunicación franca.

Pero no debemos olvidar que estamos frente a una persona con tendencia hacia la actitud defensiva. Aunque hayamos ganado su confianza, sigue manteniendo su marco de referencia, así que, si no somos cuidadosos, podemos reactivar sus alertas y convertirnos en una amenaza. Por eso tenemos que comunicarnos en forma asertiva.

Esto consiste en ganar precisión a la hora de expresarnos, haciendo más difícil que se produzcan malentendidos. Cuando nos comunicamos de manera asertiva no solo pensamos en lo que queremos decir, sino que nos ponemos en los zapatos del otro para asegurarnos de que nos entienda.

Se trata de elegir las palabras correctas (si bien eso es importantísimo), pero también de expresar comprensión emocional. Si somos empáticos, podremos ser menos reactivos, más reflexivos, y podremos entender la actitud del otro en un contexto más amplio. El otro en realidad no nos quiere herir, solo defenderse. Podemos hablarle pensando en su bienestar, no desde una postura de juicio, sino desde la comprensión.

Cambiar nosotros para que los demás lo hagan

Seguro que has pensado muchas veces en que alguien a la defensiva necesariamente es una persona amargada, y no una persona con miedo. Sin embargo, ahora quizás seas capaz de verla de una forma más amable y comprensiva.

Ese cambio de mentalidad ya es un gran logro, y una forma de acercarnos a las personas con actitud defensiva constante. Si evitamos juzgar y tratamos de comprender y empatizar, podemos crear espacios de comunicación segura, y convencer a nuestros semejantes de que no hace falta mantener la barrera invisible todo el tiempo.


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