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El estado agéntico en la vida cotidiana


¿Es responsable el soldado de crímenes de guerra que su superior al mando le obliga a hacer? ¿Es responsable cuando las consecuencias de no cometer esos crímenes ponen en riesgo su integridad física? ¿Es el estado agéntico lícito? El debate moral de la responsabilidad del perpetuador cuando lleva a cabo una acción que proviene de una persona más alta en el organigrama siempre se sitúa en los conflictos bélicos.

Aunque es un debate interesante, no tenemos que irnos tan lejos para poder plantearnos el estado agéntico, su concepción psicológica y su conflicto moral: nosotros también tenemos jefes, responsables, progenitores. Personas que tienen cierto control sobre nuestra conducta y, de incluir nuestra brújula moral en la consecución de algunos objetivos, también control sobre las consecuencias de virar el rumbo. El estado agéntico no solo se encuentra en las guerras.
¿Qué es el estado agéntico?

Tal y como se expone en numerosos artículos publicados, Milgram (1974) expone una experiencia psicológica en la que encontramos dos estados: el estado de autonomía y el agéntico.

Estamos familiarizados con el primero, donde el individuo se responsabiliza de sus propios actos y se siente libre de llevarlos a cabo. En el segundo, el agéntico, sucede un fenómeno de lo más curioso: las personas asumen que son parte de una estructura, un "todo jerárquico” (Canto y Álvaro, 2015) y que las figuras de autoridad son las responsables de sus acciones, aunque sean de ellos quienes las ejecutan.

Milgram no solo demuestra el poder de la obediencia

Uno de los objetivos de este estudio era mostrar como los individuos tienden a verse influenciados por la mayoría y ante las autoridades y sucumben a la presión de grupo. No obstante, Milgram no solo demuestra con ello el poder de la obediencia ante figuras de autoridad. Aparece su cisne negro personal, con el que también demuestra que la desobediencia existe y es también posible en ese tipo de contextos.

Conocemos grandes figuras históricas en las que la desobediencia existió. La obediencia existe, en gran parte, porque las consecuencias de no serlo pueden ser devastadoras. No obstante, durante nuestra identidad histórica, hemos visto la presencia de no solo personas, también de grupos de personas extensos que se resistían a la asunción de esa autoridad, a sabiendas de las consecuencias a las que sus iguales les tenían tanto miedo.

Tal y como exponen Canto y Álvaro (2015):

    "La historia lo demuestra (la posibilidad de elegir), los experimentos de Milgram también”.

El tipo de autoridad y el tipo de responsabilidad

No solo las diferencias individuales tienen un papel importante en la elección de obedecer o desobedecer. Las personas que obedecen no son ovejas, ni las personas que desobedecen leones que vienen a salvarlas. En ambas conductas siempre hay un análisis del tipo de autoridad al que están sujetos. No llevar a cabo esta valoración supone no ser consciente del contexto que a uno le rodea (Passini y Morselli, 2010).

Los regímenes autoritarios -entendidos en un contexto familiar, social o de pareja- aparecen cuando no hay espacio para la desobediencia constructiva. La desobediencia no aparece solo como transgresión de las reglas establecidas, sino también como un sistema de defensa, de autopreservación.

¿Cómo va a defenderse uno contra alguien que le puede hacer mucho daño? Ya sea un padre con el poder de castigar, una pareja manipuladora o un grupo de amigos que pueden desaparecer rápidamente si lo quisieran. La persona se defiende no aceptando la norma porque la aceptación supondría la pérdida de uno mismo.

¿Qué personas eligen defenderse con la obediencia y cuáles con la desobediencia?

Llegados a este punto, aparecen los valores de la persona. Ni siquiera las diferencias individuales, porque personas con muy diversos rasgos de personalidad han podido, por su histórico vital, su educación y sus experiencias de aprendizaje, desarrollar un sistema de valores muy parecido. Algunas caen en el estado agéntico y otras no. ¿Por qué?

En 2007, Passini y Morselli encuentran que:

  •     Las personas que eligen la desobediencia en este tipo de relaciones con la autoridad la ven como una responsabilidad del ciudadano, no como un derecho. Los valores democráticos y los derechos humanos son elementos corales en sus sistemas de valores.
  •     Las personas que eligen la obediencia como manera de preservarse, y consideran la desobediencia no como una responsabilidad, pero como una amenaza al orden, suelen tener valores materiales. Lo más interesante es lo siguiente: suelen llevar a cabo comportamientos autoritarios ellos mismos.
La obediencia y el miedo: ¿qué pasa con los que "no tienen más remedio”?

Se suele escurrir el bulto de la responsabilidad de las acciones que lleva uno mismo a cabo aludiendo al miedo. Aquella persona que tiene miedo al dolor, al sufrimiento, a que otros miembros de su familia sufran. El miedo como motor y el miedo como difusor de la responsabilidad.

Como todos sabemos, el miedo es una emoción que puede provocar tres respuestas, en inglés, las tres "F”: fight (luchar), fly (huir) o freeze (congelarse). Centrándonos en la última, el "congelarse” o mantenerse inmóvil es la que más relacionada está con la sumisión o la obediencia.

Sí. Por supuesto que el miedo es un motor de esa obediencia, quizás el arma más potente para someter a la autoridad. Arjona (2017) confirma que, según sus estudios, aunque la violencia y las consecuencias -que causa el miedo- pueden causar esa sumisión, también puede generar todo lo contrario: ¿por qué un hijo desobedece a una madre a pesar de las consecuencias? ¿Por qué un miembro de la pareja decide salir con sus amigos a pesar del castigo de su pareja manipuladora? ¿Por qué una persona decide no perpetrar una acción aun cuando sus amigos la están llevando a cabo? Si bien esta autora asume la presencia de la desobediencia, admite que las razones para saber por qué, son muy limitadas.

No obstante, es algo importante subrayar que las personas que desobedecen son personas que lo hacen con miedo. Es una emoción común para todas las personas que se relacionan con un régimen de autoridad.
¿Las personas que obedecen permiten a los demás no obedecer?

La obediencia en el grupo es necesaria porque lo mantiene. El grupo no existe sin estabilidad y muchas veces preservar el grupo está por encima de lo que uno tenga que llevar a cabo para preservarlo. No es tanto miedo al castigo, pero miedo a la pérdida del belonging, de la sensación de pertenencia. Sensación incluso más necesaria cuando se está sintiendo una gran disrupción -independientemente de que el causante forme parte del grupo-.

Lo que quiere el hijo que está siendo tratado abusivamente por su padre no es que su familia se desintegre, todo lo contrario: la necesita. La persona que siente una soledad y un odio hacia sí misma intenso no quiere dejar un sistema afectivo como el de la pareja; aunque la emoción compleja provenga de allí, la emoción agradable también.

El zoon politikon y sus consecuencias

Parece que la necesidad de pertenencia está muchas veces por encima de la brújula moral. Y sin esa necesidad de dependencia, el grupo se desintegraría, con consecuencias igualmente fatales para las personas que lo componen.

Desde esta perspectiva, Fabre, Causse, Othon y Van der Henst (2021) teorizan que las personas que obedecen son las que ha favorecido a la selección natural, pues lo que busca la naturaleza del hombre no es ser bueno, es sobrevivir. Y la supervivencia es más probable dentro de un grupo.

Esto explicaría, según estos autores, por qué muchas menos personas desobedecen (solo un 30 % en el experimento de Milgram). Añaden que el coste de desobedecer es caro y no es algo hecho al azar -por ninguna fuente de autoridad- y que, si hubiera demasiada gente desobediente, la estabilidad del grupo se vería comprometida.

La responsabilidad en la condición humana

¿Un padre que ha sufrido abuso es responsable de abusar de su hijo? ¿Una mujer criada en un entorno machista es responsable de acometer comportamientos machistas? ¿Un hijo que ha visto manipulación entre sus padres es responsable de aplicarla en sus parejas futuras?

No somos responsables de que las conductas aparezcan, pero sí somos responsables de definir nuestra propia brújula moral de acuerdo a las diferentes experiencias emocionales que tienen lugar en nuestros históricos. Somos responsables de entrar en el estado agéntico o no.

Así como el abuso de un progenitor se queda con nosotros, también lo hace una mano amiga, un profesor alentador o el protagonista de un libro que salva a un pueblo entero sin querer ni buscar nada a cambio. Somos responsables de autoexplorarnos y de cambiar; y de así poder elegir, conscientes de nuestros impulsos como seres sociales, qué queremos hacer.


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