Buena parte de lo que crees sobre los demás no es cierto. Es más, hay quien se considera a sí mismo un auténtico Sherlock Holmes de la percepción social, sin embargo, falla en cada inferencia y lectura del comportamiento ajeno. Y fallamos porque en la vida real nada es tan complejo como tratar de comprender a las personas y hacernos una imagen de cómo pueden ser.
Todos en algún momento hemos intentado dar una explicación a esos momentos en los que vemos a alguien actuar de modo singular. Si observamos a alguien llorar en la parada de un metro, por ejemplo, damos por sentado que sufre mal de amores. La mujer preocupada que habla por teléfono en el interior de su coche tiene esa expresión porque, seguramente, su hijo le ha dado una mala noticia…
Podríamos poner mil ejemplos de esas imaginativas interpretaciones que hace nuestra mente sobre muchas de las situaciones que nos encontramos en nuestra cotidianidad. Y en casi el 80 % de los casos nos habremos equivocado. No lo decimos nosotros, lo dice la ciencia. Es más, algo que también nos revela un estudio es que la mayoría manejamos suposiciones poco acertadas sobre cómo nos ven los demás.
El hecho de que demos muchas cosas por ciertas no significa que lo sean en realidad. Cada uno de nosotros construimos nuestras verdades a través de la percepción social y esto puede abocarnos en ocasiones al sufrimiento inútil y a reforzar notables prejuicios y estereotipos.
¿Qué es la percepción social?
La percepción social define esos procesos mentales que nos permiten hacer inferencias e impresiones sobre otras personas. Son las consideraciones e interpretaciones que hacemos al ser testigos de sus comportamientos, apariencias, lenguaje verbal y no verbal.
La investigación psicológica sobre este tema empezó a finales de los años 50 gracias al trabajo del psicólogo austríaco Fritz Heider. Siendo una figura destacada de la escuela Gestalt, publicó un trabajo titulado La psicología de las relaciones interpersonales que puso las bases sobre cómo evaluamos a los demás.
Más tarde, Solomon Asch también fue pionero en explicarnos cómo construimos esas primeras impresiones que hacemos al conocer a alguien. Según él, nos fijamos en unos rasgos centrales (apariencia) y a partir de ahí deducimos otros rasgos periféricos (personalidad).
Asimismo, también nos indicó que la percepción social no es el reflejo de la realidad, pero para las personas es nuestra verdad. Y eso, claro está, puede ser a veces problemático.
La lente desde la que percibes el mundo está deformada
La percepción social actúa como una lente a través de la cual vemos la realidad. Pero debemos tener cuidado porque está deformada; no es un reflejo exacto, y sin embargo, no nos damos cuenta de ello. Lo cierto es que miramos el mundo y a las personas a través de unas gafas mal graduadas.
¿Por qué están mal graduadas? El problema es que analizamos el mundo a través de factores como las emociones, las ideas preconcebidas, la educación, las predisposiciones genéticas, los prejuicios, los estereotipos y un sin fin más de distorsiones cognitivas. Daniel Kahneman, el conocido psicólogo que recibió el premio Nobel de economía, es un experto en todos estos factores distorsionadores.
Todos nosotros utilizamos decenas de sesgos cognitivos, los cuales crean una realidad social subjetiva que en nada se parece a la realidad social objetiva. Ahora bien, puede que más de uno se pregunte qué importancia tiene vivir instalados en "nuestra propia realidad”. ¿No tenemos derecho a sacar nuestras propias conclusiones y vivir de acuerdo a ellas?
Cuidado, porque la percepción social puede provocar que hagamos inferencias cargadas de prejuicios. Asimismo, este constructo psicológico es el que provoca también que las personas tengamos percepciones radicales sobre las cosas y que nos cueste llegar a acuerdos. Por último, podemos dar por válidas interpretaciones sobre nosotros mismos que limiten por completo nuestro potencial y bienestar.
Uno de los mayores desafíos que tiene el ser humano es asegurarse de que sus percepciones sociales estén lo más ajustada a la realidad. Solo así daríamos forma a una sociedad más respetuosa, libre de juicios rápidos y peligrosos.
El modo en que creemos que nos perciben y el sufrimiento inútil
Para algunos la tierra es plana. Para otros, tener un determinado color de piel es peligroso. Hay quien ve con temor a quien lleva tatuajes y algunos confían plenamente en la bondad del ser humano. La percepción social hace que cada uno tenga una realidad preferida y se posicione en ella como el colono que conquista su parcela de tierra moral e ideológica para vivir en ella.
Ahora bien, la percepción social también se relaciona con el modo en que uno cree que lo ven los demás. Y esto, a veces, puede ser tormentoso. Las personas hacemos evaluaciones constantes sobre cómo pueden estar percibiéndonos quienes nos rodean. ¿Le habré gustado? ¿Le habré parecido interesante o ignorante? ¿Inseguro o resuelto, aburrido u ocurrente?
Trabajos de investigación, como los realizados en conjunto entre las universidades de Harvard, Cornell, Essex y Yale, nos revelaron algo muy interesante. Hay un dato que ya conocían previamente los expertos: tendemos a infravalorar el impacto que creamos en los demás. Este estudio lo avala porque después de una conversación con un desconocido, tendemos a creer que no le hemos causado buena impresión. Es un error.
Percepción social y la brecha del agrado
Es obvio que no podemos gustarle a todo el mundo. Sin embargo, nuestra percepción social sobre la impresión que generamos en los demás "casi” siempre es neutra o negativa. A esto se le llama la brecha del agrado. Sin embargo, lo cierto es que agradamos más de lo que creemos.
Dejemos de dudar tanto de nuestra valía o impacto en quienes nos rodean, porque es más fácil caer bien que disgustar. También disponemos de una lente mal ajustada para mirarnos a nosotros mismos y esto actúa casi como bate de béisbol golpeando la propia autoestima. Evitémoslo.
Es momento de dar forma a una percepción social más cercana a la realidad para sufrir menos y también para no caer en algo tan peligroso como los juicios rápidos, los estereotipos y los prejuicios.