Hay virtudes relucientes que esconden un lado ceniciento. Son como regalos envenenados que, a veces, uno lamenta haber recibido. La alta empatía o la capacidad de conectar con los demás de manera más intensa y profunda es una de esas características de doble filo. Nos convierte en fabulosos oyentes, en mentes hábiles en la comprensión, en sentir en corazón propio la emoción que es de otros.
Esta particularidad no deja de ser una ventaja social. Entender las perspectivas ajenas y sentirlas como propias facilita el llegar a acuerdos, la resolución de problemas y la conformación de alianzas más compasivas. Si el 80 % de la población tuviera esta competencia emocional, es probable que nuestra humanidad fuera por mejor camino.
Sin embargo, la alta empatía suele cursar frecuentemente con la ansiedad y con esos pensamientos que caen en el bucle perpetuo de la rumiación. No solo es usual quedar «impregnado» por las emociones de los demás. También se vuelven pegajosos los problemas ajenos y el deseo de brindar apoyo, de servir de ayuda. Por no hablar de cómo, sin darse cuenta, se van descuidando a sí mismos. Este es un perfil de personalidad en el que bien merece detenernos y analizarlo.
¿Cómo es el empático ansioso?
El empático ansioso es una persona con una elevada sensibilidad a las emociones ajenas que suele derivar en diversos estados de ansiedad. Trabajos de investigación como los realizados en la Universidad de Haifa, en Israel, ya anticiparon en el 2011 esta relación. Lo que vieron en este caso era cómo las personas con ansiedad social evidenciaban mayores dotes empáticas y de mentalización.
Es decir, estos hombres y mujeres demuestran tener un perfil excepcional en cuanto a habilidades sociocognitivas se refiere. También en precisión en las atribuciones del estado mental y emocional de los demás. Sin embargo, esto que debería ser una ventaja, en ocasiones no lo es tanto. Y no lo es porque dicha sensibilidad va de la mano, por término medio, de un nivel más elevado de preocupación y de pensamientos obsesivos.
Es como una puerta de doble sentido. La conexión emocional intensa nos incapacita para establecer una frontera entre el estado psicoemocional propio y el ajeno. También para incrementar los estados de rumia, de sobreanálisis y de angustia emocional. Veamos, por tanto, qué características definen a un empático ansioso.
1. Empatía y alta sensibilidad emocional
Las personas altamente sensibles evidencian como principal característica una alta empatía. Uno de los mayores desafíos de este perfil de personalidad es poder manejar los contagios emocionales. Es decir, no logran desarrollar esa saludable «ecpatía» que les facilite ponerse en los zapatos ajenos y volver a los propios sin llevarse la carga del otro, las emociones difíciles que no pertenecen.
Un empático ansioso alberga en su forma de sentir, responder y moverse por el mundo, pinceladas propias de las personas altamente sensibles (PAS).
2. Mayor agotamiento y estrés
Hay una tendencia automática e inconsciente en la persona con elevada ansiedad. Nos referimos a la necesidad de analizarlo todo, de darle cien vueltas por el día a todo evento y doscientas más por la noche. Una costumbre recurrente es analizar cada una de las conversaciones mantenidas con otras personas.
Se preguntan si deberían haber dicho esto o lo otro. Dudan en si tenían que haber actuado de algún modo o en cómo podrían hacerlo mejor la próxima vez. Las relaciones interpersonales son una fuente de estrés permanente debido al análisis desmesurado tras cada interacción.
3. Preocupación por cómo los perciben los demás
Un empático ansioso tiene la mirada focalizada casi de forma constante en su entorno. Les preocupan los juicios ajenos, las opiniones del entorno, cada palabra recibida y también imaginada. Este perfil de personalidad siente una elevada inquietud por cómo lo percibe el resto de personas y esto hace que caigan en preocupaciones obsesivas.
Una de sus mayores necesidades es dar una imagen de cercanía, de integridad y de humildad. Esto puede hacer que se pasen un tiempo desmedido cuestionando si lo están logrando y si la persona con la que han hablado tendrá una buena percepción de ellos/as.
4. La ansiedad social de alto funcionamiento, una característica común
La ansiedad social de alto funcionamiento perfila un patrón con la que cualquier empático ansioso se identifica. Aunque son personas que se desempeñan bien en los ámbitos sociales, todo escenario carga sobre ellas una gran presión. Se agotan, se sienten inseguras, estresadas y, cuando llegan a la calma del hogar, analizan nuevamente todo lo hecho y lo dicho. A continuación, sus particularidades:
Suelen complacer a los demás.
No reconocen tus logros, se infravaloran.
Les dan miedo los cambios, por pequeños que sean.
Se agotan física y mentalmente después de estar con otras personas.
Nadie adivinaría que se sienten incómodos en muchas situaciones sociales.
Les aterra equivocarse, dar una mala imagen o mostrar alguna incompetencia.
Aparentan tranquilidad y buena resolución, pero por dentro dudan de sí mismos.
5. La necesidad de ser útil y ayudar
La autoimagen de un empático ansioso depende en buena parte de su eficiencia a la hora de ayudar a los demás, aunque esas demandas no hayan sido solicitadas. Su inclinación natural y casi inconsciente es la de aliviar toda preocupación, solucionar los problemas ajenos y conferir apoyo y bienestar.
Como bien sabemos, esto no siempre es posible. La sensación de no ser esa figura capaz de restar sufrimientos a su entorno, no solo les genera ansiedad, también mina su autoestima. Son situaciones muy debilitantes.
¿Qué hacer si tengo una elevada empatía y una mente ansiosa?
¿Te identificas con el perfil de un empático ansioso? Muchos podemos presentar estos rasgos, pero lo importante es disponer de adecuadas herramientas para que la alta empatía sea una ventaja y no un obstáculo. Son claves dominar y regular la ansiedad e integrar unas estrategias básicas de manejo emocional. Veamos algunas de dichas estrategias:
Establece límites para evitar sobrecargas. No puedes llegar a todo el mundo ni tu función es la de salvar a los demás.
Desarrolla una buena ecpatía. Equilibra la capacidad de conectar y sentir las emociones de los demás con esa habilidad para autopretegerte, para evitar cargar en ti el malestar ajeno.
Acepta tu sensibilidad emocional, pero incluye el autocuidado. Eres una persona empática y sensible, eso no puedes cambiarlo. Sin embargo, es bueno que empieces a practicar el atenderte, el cuidarte, el priorizar tus necesidades.
Técnica de puesta a tierra. Cuando los pensamientos y preocupaciones te abrumen, toma conciencia de lo que te rodea, conecta con lo que ves, lo que hueles, lo que escuchas. El objetivo es sacar a la mente de los bucles de preocupación.
Para concluir, no dudes en pedir ayuda especializada en caso de percibir que estas características te sobrepasan. La ansiedad puede acercarnos en ocasiones hasta algún trastorno. Permitamos que la alta empatía sea esa virtud que podamos usar a nuestro favor, sin empañar nuestra salud y bienestar.