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La hostilidad en una relación: el preludio del fin


La hostilidad es una actitud de desprecio hacia una o más personas con una intención consciente de hacer daño. Esta intención puede hacerse notar de distintas maneras. Se puede hacer patente de manera encubierta, en forma de chismes y calumnias, o de forma más explícita, con agresiones verbales o físicas.

La hostilidad es una experiencia emocional desagradable. Porque la hostilidad no nace de una situación de oposición, guerra o competencia. Es un sentimiento que va dirigido hacia el que era nuestro compañero sentimental, amigo o hermano, en lo que se suponía era "un terreno de paz”.
Mujer discutiendo con su marido
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La hostilidad: así se siente

La mejor forma de entender la hostilidad es padeciéndola. Rara vez se olvida. Sentirnos objetos de ataques contra los que difícilmente nos podemos defender por estar vertidos de manera indirecta y poco franca genera un gran malestar. Sobre todo, si estas heridas las causa alguien importante para nosotros.

La hostilidad se siente como:

    Un ataque u ofensa incesante y velado hacia nuestra actitud u opinión.
    El uso de nuestras palabras como arma arrojadiza contra nosotros mismos por parte de otra persona. Sentimos que nos quieren tender una trampa para "desvelar” lo que nunca pretendimos decir.
    La crítica hacia aspectos de nuestra vida que poco o nada tienen que ver con la situación que se comparte en un momento determinado. Por ejemplo, alguien saca a relucir detalles u experiencias de manera sorprendente y no consensuada con otras personas en tu presencia.
    Una presión directa o indirecta para hacerte cambiar de opinión, más allá de todo diálogo o debate.
    Cierta evaluación de tus necesidades o tu estado de ánimo. Algo así como "psicoanalizarte” cuando tú no lo has pedido.
    Comparar su vida con la tuya, para hacerte ver que tus problemas "no son para tanto”, así como tampoco tus logros.
    Señalar lo bien que se siente con algunas personas, reflejando de forma velada todos los atributos que parecen que en ti no se dan.
    Reclamar que no la escuchas o que eres "inaccesible”.

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Estos son algunos ejemplos de cómo se puede notar la hostilidad. Hay muchas formas de comportamiento hostil. Evidentemente, toda conducta hostil tiene distintas intensidades y formas de presentarse.
¿Qué lleva a una persona a ser hostil con otra?

En muchos casos, el elemento que mantiene la hostilidad es una falta de habilidades sociales. Existe un enfado o un resentimiento, pero la persona no es capaz de comenzar o mantener un diálogo abierto y sincero por lo que ha sucedido. Así, manifiesta la energía de la ira o del enfado con hostilidad.

Sin embargo, esta actitud no es honesta. Lejos de construir, derruye; lejos de tender puentes, los debilita. Por otro lado, en muchos casos es razonable que no queramos prologar en el tiempo una relación; no lo es tanto hacer daño hasta que esta ruptura se produce.
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Hombre hostil con su pareja
La hostilidad: una manera de comunicación dañina e ineficaz

Habitualmente nos cuesta sentir empatía por una persona que se comporta de manera hostil. Sin embargo, a veces, no se trata de sentir empatía, sino de estimular la reflexionar y recomendar ayuda psicológica. La intervención de un tercero puede encauzar a la ira o al enfado por otras vías que no sean las de la hostilidad y el resentimiento.

Veamos cuáles pueden ser algunas de las causas de la hostilidad manifiesta o encubierta:
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    Muchas personas con un comportamiento hostil han heredado heridas psicológicas significativas de abandono y abuso en la primera infancia. No quieren ser conscientes de ello, del dolor que les causa o no saben qué hacer al respecto.
    Las heridas psicológicas pueden tener origen en la impulsividad, la ira, el sarcasmo. En muchos casos, las personas que mantienen una actitud hostil ignoran las consecuencias a largo plazo de sus faltas de respeto.
    Las personas que presentan una conducta de hostilidad desconocen habilidades de comunicación efectivas. Han estado envueltas en dinámicas repetidas de conflicto donde la solución era "ganar” o por el contrario sentirse profundamente humillado.
    Confunden franqueza con ofensa. Además, no manejan bien cuándo y cómo deben ser expresados ciertos comentarios o cuando su conducta está generando una situación tensa.
     A menudo no son conscientes de que no satisfacen sus necesidades sociales lo que va deteriorando aún más su autoestima.
    No esperan que la persona a la que hostigan vaya a enfrentarse a ellas. Cuando ocurre, no suele existir ni autocrítica ni reflexión, sino más bien un aumento de la propia hostilidad.
    Todos estos factores se combinan para promover el desagrado mutuo, la falta de respeto y la desconfianza, que inhiben la resolución efectiva de problemas, el perdón y la cooperación genuina.

Por tanto, si eres una persona que sufre este tipo de ira encubierta y no resuelta, lo mejor es que te detengas un segundo y elijas una manera que no esté impregnada de hostilidad. En este sentido, la ayuda profesional siempre es valiosa.


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