El acoso familiar es una forma de agresión relacional. Se basa en la crítica constante, en la humillación, el desprecio y la manipulación por parte de padres, hermanos u otras figuras hacia un miembro en concreto. Ese tipo de dinámica mancomunada casi siempre está dirigida por un perpetrador al que determinados familiares de menor poder se adhieren.
Si bien es cierto que, cuando hablamos de acoso, visualizamos casi al instante un patio de colegio o un entorno laboral, hay otro escenario que, a menudo, pasamos por alto. La familia también acosa y derriba, y ese embiste psicoemocional puede ser, en ocasiones, tan o más lesivo que las experiencias de bullying escolar.
Tener el enemigo en casa supone no disponer de ningún refugio o fuente de apoyo. Crecer siendo la oveja negra o el patito feo resulta traumático y, por lo general, esas situaciones no se resuelven al llegar a la edad adulta.
Tener uno o varios intimidadores con tu mismo código genético conlleva tener que frente a situaciones incómodas, a pesar de que ya no se viva en el núcleo familiar. Intentemos hacer una radiografía más detallada de esta realidad.
El impacto emocional ocasionado por el acoso familiar puede derivar en problemas de salud y trastornos psicológicos.
Acoso familiar: ¿en qué consiste?
A menudo solemos decir que la forma más común de evitar a un acosador es alejándonos de esa presencia. Sin embargo, como bien sabemos, esto no siempre es posible. El niño que es acosado debe volver cada día al colegio. El trabajador que padece mobbing debe cumplir con su jornada laboral. Y la persona que es víctima de acoso familiar pasa muchos años en un entorno del que es imposible huir.
Es más, en ocasiones, estas dinámicas agresivas se perpetúan aun cuando la víctima ya ha llegado a la edad adulta. Porque el «matón o matones» familiares toman una víctima y rara vez dejan de reforzar esa conducta de abuso y derribo. Lo más grave es que suele existir una alianza o un silencio por parte de otros miembros.
Esta forma de violencia intrafamiliar no es nueva. Se trata de una realidad con larga tradición que queda habitualmente silenciada en nuestra sociedad.
Acosadores familiares: quiénes y cómo son
Los acosadores de esta tipología de agresión familiar pueden ser los propios padres e incluso los hermanos. Asimismo, también hay una experiencia que es bastante común. Cuando una persona inicia una relación de pareja con alguien, puede verse en la situación de que suegros y cuñados inician una conducta de crítica y humillación constante.
Por lo general, el acosador familiar puede caracterizarse por uno o varios tipos de rasgos muy concretos. Son los siguientes.
Aplica un comportamiento verbal, es decir, su agresividad se basa en la palabra.
Evidencian una conducta emocionalmente inmadura.
Es engañoso y usa la mentirapara lograr que los demás también apliquen el acoso a la víctima.
Es controlador.
Es vengativo.
El acosador familiar también puede ser manipulador.
Puede actuar llevado por los celos y la envidia.
También puede aplicar la arrogancia y el narcisismo.
Puede evidenciar notables cambios de humor.
Es hábil para malinterpretarlo todo, sagaz para tergiversar lo que hace o dice la víctima y humillarla ante el resto.
El hecho de que determinadas figuras sean familiares nuestros, no justifica esa conducta de acoso. Tomar distancia, romper el contacto e incluso proceder a una denuncia es completamente lícito en estos contextos.
¿Cómo se manifiesta el acoso familiar?
El acoso familiar puede ser confuso al principio. Lo es cuando aún somos pequeños y normalizamos ciertas dinámicas. Sin embargo, a medida que crecemos, tomamos conciencia de que el comportamiento de nuestro padre, madre o hermanos no son permisibles. Porque hacen daño, nos intimidan y roban aquello a lo que todos tenemos derecho: el respeto y el bienestar.
Los signos de acoso son muy variados, pero es necesario reconocerlos lo antes posible:
Humillan a la víctima por cómo es, lo que hace y lo que dice. La convierten en el patito feo.
La infravaloran.
Lo silencian, le hacen el vacío, no le dan presencia o importancia a esa persona en el seno familiar.
Se aplican conductas de crítica y desprecio constante. Convierten a la víctima en la oveja negra.
Crean caos, convirtiendo toda conversación en discusión, atribuyendo culpas y haciendo afirmaciones falsas.
Aplican el chantaje emocional y la manipulación.
Usan comparaciones denigrantes (tu hermano es mejor persona que tú).
Utilizan conductas de superioridad, aplican bromas dañinas y comentarios denigrantes.
Es común acusar a la víctima de egoísmo, de que solo tiene en cuenta sus propios intereses.
Efectos psicológicos asociados
La familia acosadora actúa como un animal territorial. Muchas veces el hermano, el cuñado, la madre, el suegro o el padre que acosa lo hace motivado por los celos, por esa envidia que busca expulsar a alguien del núcleo familiar. Sin importar que esa persona sea un pariente cercano. Como podemos deducir, el impacto mental y social es inmenso.
En la actualidad, van apareciendo más estudios sobre el efecto del acoso intrafamiliar. Disponemos, por ejemplo, de un trabajo realizado en la Universidad Central del Sur. En esta investigación quedó en evidencia cómo el acoso entre hermanos ocasiona una gran angustia, pudiendo derivar en trastornos del estado del ánimo.
Sabemos también que cuánto más dura esta situación, más impacto tiene en la persona. De hecho, es común que muchas de estas víctimas deriven en conductas autodestructivas, al haber crecido en un entorno disfuncional y abusivo.
Cómo responder al acoso familiar
Nadie tiene derecho a ocasionarnos ningún tipo de daño. Está plenamente justificado el defendernos, responder lo antes posible e incluso a denunciar dichas situaciones, sin importar que el acosador sea un familiar. Ninguna figura debe infundirnos miedo, inseguridad, criticarnos, hacernos el vacío o anularnos como personas.
Establecer límites, salvaguardar nuestras emociones, practicar el autocuidado, buscar figuras de apoyo válidas y poner distancia de los familiares agresivos, es clave para nuestro bienestar. La familia debe ser siempre un escenario nutritivo, no un campo de batalla.