El niño tímido muestra una actitud que podíamos considerar como defensiva frente a personas que no conoce. Algunos se esconden detrás de los padres cuando un extraño quiere saludarlos; otros bajan la mirada y se quedan paralizados. Se sienten incómodos en los grupos y, en general, se muestran retraídos en situaciones nuevas para ellos.
Muchos padres se preguntan si el niño tímido nace o se hace. El doctor Jerome Kagan llevó a cabo una serie de estudios en los que pudo comprobar que alrededor de un 20 % de los pequeños nacen con una predisposición hacia la timidez. Sin embargo, cuando el entorno es favorable, ese rasgo va disminuyendo con el tiempo hasta casi desaparecer. Por lo tanto, en la timidez hay componentes innatos, pero también adquiridos.
Kagan señala que también se da el caso opuesto. A veces el pequeño no es retraído, pero se convierte en un niño tímido debido a la educación que recibe. Factores, como la violencia intrafamiliar o patrones de crianza inadecuados, favorecen este rasgo. Así, ¿cuáles son los principales errores de los padres en estos casos? Los siguientes son cinco de ellos.
«El objetivo nunca debe ser que el niño sea el más sociable del planeta, pero sí que pueda conversar con niños que conoce, saludar a familiares, poder entablar una relación con niños nuevos o participar moderadamente en grupos reducidos».
-Álvaro Bilbao-
1. Obligarlo a interactuar
Este es uno de los errores más frecuentes en los que incurren los padres de un niño tímido. Por alguna razón piensan que la timidez es un rasgo que puede ser «extirpado» a la fuerza. Muchas veces lo interpretan como efecto de debilidad o del exceso de mimos.
Obligarles a interactuar, utilizando estrategias poco o nada adecuadas, puede hacer que la timidez se intensifique o que incluso lleguen a desarrollar una fobia social. Igual que es importante exponerles a ambientes abiertos, también es importante controlar el grado en el que lo hacemos, sobre todo si este tipo de situaciones les genera una gran ansiedad.
2. Hablar por el niño
En este caso, lo que se produce es una conducta sobreprotectora en la que se pretende proteger al niño tímido de la incomodidad que le produce interactuar con otros. El efecto es el mismo que el de forzarlo: se incrementa la timidez. Ayudarle a construir su propia burbuja no ayudará a que socialice más. Todo lo contrario.
Si el niño no quiere hablar, lo mejor es no presionarlo, pero tampoco hablar por él. Lo más indicado es que los padres socialicen de forma normal para que el niño vea un modelo de cómo relacionarse con los demás.
No es conveniente centrar la atención en el pequeño. Si alguien le pregunta algo, hay que darle un margen para ver si contesta. Si no lo hace, hay que seguir adelante sin enfocarse exclusivamente en su actitud.
3. Hacerle pasar vergüenza o compararlo
Lo que menos necesita un niño tímido es que los padres le hagan pasar vergüenza. Si ante una de sus conductas de inhibición se le dicen cosas como «vamos, di algo», o «responde, no seas tonto», el pequeño se sentirá mucho más cohibido para expresarse. De hecho, puede empezar a temerle a las situaciones sociales.
Otra forma de avergonzarlo es compararlo con sus hermanos o con otros niños. Esto significa descalificarlo, incrementar su inseguridad y herirlo. Cada pequeño es diferente y es humillante que sea comparado con los demás.
4. Delatarlo, un error con el niño tímido
Un caso similar al anterior se da cuando los padres, con el ánimo de ayudar, delatan al niño delante de personas que no son muy cercanas a él. Dicen «es que Juanito es tímido, así que mejor no le preguntes». Pareciera como si se estuviera confesando una deficiencia, cuando en realidad es una forma de ser tan válida como la de los demás.
El niño tímido se siente angustiado cuando llama mucho la atención o cuando los ojos de los demás se centran sobre él. No necesita una etiqueta en la frente que deba portar como un estigma ante los otros.
5. Llenar su agenda de actividades
Muchos padres están convencidos de que una manera de facilitar la socialización de un niño tímido es construyéndole una agenda en la que haya infinidad de actividades. Clases de piano, de natación, de pintura, de baile, etc.
Este planteamiento no suele funcionar, sobre todo cuando el pequeño muestra muy pronto interés en tener influencia en cómo tiene que organizar su tiempo, de manera libre y espontánea. Lo que un niño necesita, tímido o no, es mucho afecto y apoyo. También reconocimiento y valoración de sus progresos. Hay que animarle a interactuar, pero no presionándolo, sino motivándole.