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El síndrome del primogénito desplazado



El síndrome del primogénito desplazado nos habla de una dificultad que afecta a los hermanos mayores. Tiene que ver con la llegada de un hermanito. También afecta, aunque de manera no tan pronunciada, al penúltimo hijo.

Es cierto que en la actualidad no son muchas las familias que tienen más de dos hijos y que crecen en número aquellas que deciden tener un hijo único. Aun así, todavía hay suficientes núcleos familiares con hermanos y hermanas mayores. Estos son los más susceptibles a experimentar el síndrome del primogénito desplazado.

El segundo o el tercer hijo están a salvo del síndrome del primogénito desplazado por una razón obvia: desde que nacieron han tenido hermanos. Ignoran lo que significa ser el único en la mente y en el corazón de sus padres. Veamos de qué se trata esta cuestión y cómo abordarla.


    "El niño es un testigo siempre atento a la moral de los adultos o a la falta de ella”.

    -Robert Coles-

 

Cuando llega el "intruso”

El síndrome del primogénito desplazado engloba a un conjunto de conductas y reacciones prototípicas en el hijo mayor cuando llega un hermano. Lo esencial de este cuadro psicológico es que ese chico que ha llegado, en principio, se ve como un intruso y no como alguien con quien se tiene un vínculo filial.

Todos los hermanos mayores, y a veces los demás, lo experimentan, pero no siempre con la misma intensidad. Lo usual es que sea transitorio, pero también hay casos en que esto se torna permanente. De todos modos, es algo que afecta el bienestar del niño e incluso llega a provocarle problemas de salud.

Lo más característico del síndrome del primogénito desplazado es el deseo del hermano mayor de llamar la atención  de sus padres. Así mismo, el deseo de agredir o eliminar al "intruso” que llegó, aunque aparente amarlo y muestre que quiere cuidarlo. Si los padres no saben manejar esta situación, pueden llegar a causarle un gran daño al niño afectado.

Los síntomas del síndrome

Un niño afectado por el síndrome del primogénito desplazado, en especial si es muy pequeño, no sabe qué le sucede. Ni siquiera tiene claro que rechaza a su hermano o hermana. Solo ve cómo todos se concentran en el bebé  que acaba de llegar y le prestan más atención a él o ella.

Lo más usual es que presente cambios en su conducta, expresados en una o varias de las siguientes manifestaciones:
  •     Mayor agresividad.
  •     Pasividad extrema.
  •     Bajo rendimiento escolar.
  •     Introversión.
  •     Desatención.
  •     Poca participación en el juego.
  •     Alteraciones en el apetito.
  •     Alteraciones en el sueño.
  •     Rabietas o "pataletas” frecuentes.
  •     Pueden volver a chupar dedo, hablar como niños más pequeños, etc.

También es posible que se presenten síntomas físicos o incluso problemas de salud. A veces hay más problemas digestivos, infecciones o dolores de cabeza. También es posible que desarrollen alergias como dermatitis o asma. En algunos casos llegan a presentar fiebre e incluso convulsiones.

¿Qué hacer?

El síndrome del primogénito desplazado se puede extender hasta la vida adulta, cuando no se maneja de manera adecuada. A veces da lugar a adultos con un profundo sentimiento de abandono y la percepción de que "no tienen un lugar en el mundo”. Existe, así mismo, la tendencia a sentir celos y un estado de duelo aparentemente inexplicable.

Lo más indicado es comenzar a trabajar con el niño desde antes de que nazca el bebé. Hay que enseñarle a compartir un espacio que antes era solo suyo. Por eso, es muy importante involucrarlo en los preparativos del nacimiento. Pedirle su opinión acerca del sitio que ocupará el nuevo bebé. También que ayude a comprar la ropa del hermanito y todo lo que él va a necesitar.

Es muy importante asegurarnos de que comprende que la madre tiene que ir al hospital para tener al bebé. A edades tempranas no es fácil entender ausencias tan largas, y quizás menos cuando la mamá vuelve a casa con un competidor en brazos.

Por lo tanto, es fundamental asegurarse de que él sigue ocupando un lugar importante en la vida de los padres. Compartir con él la llegada del bebé como un evento familiar y no como un cambio drástico en los cuidados y afectos. Si hay dificultades, de todos modos, lo indicado es visitar a un terapeuta para que ofrezca orientación al respecto.


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