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Sexología y deseo erótico


El deseo sexual, también conocido como deseo erótico, es uno de los conceptos más interesantes de la Sexología. También es un concepto difícil de definir, describir y medir.

La Sexología, como ciencia que estudia los sexos y todo lo que les rodea, es la encargada de estudiarlo. Hasta la fecha, numerosos autores han intentado investigar el deseo erótico, pero lo cierto es que pocos han sido los que han arrojado algo de luz a este fenómeno.

La Psicología, sobre todo, en su ámbito más aplicado, se centra en tres planos: las emociones, los pensamientos y la conducta. Algunos autores han intentado situar el deseo en uno de ellos. Sin embargo, el deseo es tan complejo que no puede ser definido como inherente a uno solo de ellos.

El deseo erótico no es una emoción, porque nuestros estados emocionales pueden ser cambiados a través de la reestructuración cognitiva o de la modificación de conducta; no así el deseo, que tiene un carácter inmutable que lo desmarca de ser considerado como una emoción.

Este mismo carácter es el que descarta al deseo como un hecho perteneciente al plano cognitivo. Y, ni que decir tiene, que el deseo nunca puede definirse en función de la conducta, ya que podemos desear de una determinada manera y comportarnos de otra diferente por muy diversos motivos. Por lo tanto, podríamos decir que el deseo erótico es un hecho que conecta con los tres planos, pero no pertenece a ninguno exclusivamente.
Redefiniendo el deseo erótico

Freud trató de definir el deseo usando el concepto de "libido”; a día de hoy se sigue usando, aunque no sea un término muy exacto. No es fácil definir el deseo en términos científicos u operativos. Si en la actualidad existe mucho sesgo en la investigación de estos conceptos, hace cien años este era mayor. El propio Freud, hablando del deseo, dijo que "donde los hombres aman no tienen deseos, y donde desean no pueden amar".

Helen Singer Kaplan realizó una contribución muy importante sobre las teorías del deseo erótico. Esta doctora en Psicología introdujo el deseo en el famoso modelo de la respuesta sexual humana de Masters y Johnson (excitación, meseta, orgasmo, resolución), dejando dicho modelo en las fases "deseo, excitación, orgasmo y resolución”.

Stephen B. Levine ha sido uno de los investigadores acerca del deseo más reconocidos. Este psiquiatra norteamericano lo definió en tres componentes: el impulso, el anhelo y el motivo.

Sin embargo, una de las mejores reflexiones a propósito del deseo nos la ofrece John Bancroft. Este médico hablaba acerca del deseo como algo experiencial y no neurofisiológico. Para él, este hecho ha de describirse identificando tres dimensiones: la cognitiva, la afectiva y la neurofisiológica.

A día de hoy, existen muchos autores que investigan y escriben acerca del deseo erótico. En España contamos con voces muy autorizadas que llevan años estudiando este fenómeno. Joserra Landarroitajauregi, Francisco Cabello o Miren Larrazabal son tres de los sexólogos que más tiempo le han dedicado.
Características del deseo erótico

No existe definición universal u oficial de este concepto: presenta unas características muy particulares que lo convierten en un objeto de estudio muy complejo. Algunas de sus características más importantes son las siguientes:

    Incontrolable. Sí, el deseo erótico no se puede controlar. Lo que sí está bajo nuestro control es la conducta. Aunque tengamos un determinado deseo hacia algo o alguien, no tenemos por qué llevarlo a cabo, pero suprimir o cambiar la dirección de ese deseo es, en principio, inviable.
    Involuntario. El deseo no está sujeto a nuestra voluntad porque es probable que si muchas personas pudieran elegir la dirección o intensidad de su deseo, tal vez elegirían otra forma de desear.
    Anárquico. El deseo erótico no tiene orden, no tiene jerarquía concreta. A veces deseamos a personas que no tienen un papel importante en nuestro día a día. Incluso podemos desear eróticamente a personas que acabamos de conocer, sin motivo aparente, más que otras que están en nuestras vidas desde hace años.
    Incoherente. ¿Te ha pasado alguna vez que has deseado a alguien que te cae mal? Pues esa es una de las manifestaciones de la incoherencia del deseo. La incoherencia del deseo se topa con muchos ámbitos de nuestra vida. Podemos desear a personas de ideología diferente a la nuestra, de confesión religiosa diferente, con estilos de vida diferentes e incluso, a priori, incompatibles…
    Promiscuo. Sobre todo, promiscuo. La promiscuidad es la principal característica del deseo. Es la palabra que mejor lo describe. Dentro del mundo de los deseos de cada persona, todo vale, absolutamente todo, y nadie puede mandar sobre él, sin importar convencionalismos sociales, estereotipos, prejuicios, cánones de belleza, etc.
Estas características, al tiempo que lo convierten en un hecho muy difícil de investigar, también lo convierten en uno de los hechos más curiosos, intensos y hermosos que forman parte de nosotros.

El deseo se relaciona con nuestra intimidad, sucede en lo más profundo de nuestro ser, y nadie tiene acceso a él más que nosotros mismos. En el mundo nuestro deseo erótico, no hay límites, ni reglas. Por lo tanto, el deseo es una de las más puras y bellas manifestaciones de la libertad del ser humano.


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