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La deconstrucción en la terapia narrativa: ¿en qué consiste?


Si hay algo que siempre nos ha definido como seres humanos es contarnos historias. Lo hacían nuestros antepasados cuando se reunían ante una hoguera y transmitían sus mitos, sus leyendas y los relatos de otros antepasados. Ese legado oral nutría nuestros lazos y nos unía como comunidad social.

Ahora bien, lo cierto es que también las personas nos contamos historias a nosotros mismos. Lo hacemos para dar sentido a cada una de nuestras experiencias y también para construir nuestro lugar en el mundo. Cada una de esas narraciones internas crean un significado sobre nuestra realidad y es ahí donde, a veces, surge el problema, la distorsión y hasta la infelicidad.

Parte de esa charla interna que tenemos con nosotros mismos puede estar dominada por el peso de los sesgos y la influencia de los miedos. Casi sin darnos cuenta, podemos estar creando un tipo de historia de vida en la que dejamos de ser el héroe principal, para convertirnos en un triste actor secundario. Ese que se deja llevar, que no reacciona y siente que no tiene control sobre nada.
Un modo de abordar este tipo de enfoques mentales es mediante la terapia narrativa. En este modelo terapéutico se integra una estrategia de gran valor en la que vale la pena detenernos: la deconstrucción.

    Según la terapia narrativa, la persona no es el problema, el problema es el problema, la persona es la persona.
La terapia narrativa: ¿en qué consiste?

La terapia narrativa facilita que las personas se conviertan en protagonistas de sus propias vidas al detectar oportunidades de crecimiento y darles un significado más saludable de su existencia. Este tipo de recurso psicológico fue desarrollado por los terapeutas neozelandeses Michael White y David Epston en los años 80, y se aplica en la actualidad en diversos ámbitos psicosociales.

Su principal característica es la de enfatizar que no hay nada roto o defectuoso en el ser humano. La persona nunca será el problema, hay que separar el problema de la persona para que esta pueda analizarlo, desgranarlo y solucionarlo. Estamos ante un modelo terapéutico empoderante, capaz de hacernos ver que, aunque estemos atrapados en una historia dolorosa, podemos escribir otras nuevas más positivas y esperanzadoras.
Una investigación realizada por los doctores Daniel D. Hutto y S. Gallagher destacan que esta práctica terapéutica presenta un potencial significativo en el área de autogestión del bienestar. Aunque es una terapia relativamente nueva, sus técnicas son motivo de inspiración en ámbitos que van más allá de la psicología, como es el trabajo social o la medicina.

Veamos a continuación los pilares la sustentan.
Conversaciones para reescribir la vida

Michael White y David Epston escribieron el manual Medios narrativos para fines terapéuticos, 1990, que se convirtió en todo un bestseller. En este trabajo nos enseñan que el primer paso del paciente debe ser narrar su historia de vida para convertirse en un observador externo de la misma.
Desde esa posición más alejada y, con la ayuda del profesional, deberá analizar las problemáticas que refuerzan su malestar. Al situarlos fuera de sí mismo, podrá detectar esquemas debilitantes, sesgos y creencias irracionales que distorsionan muchas de sus narrativas internas. Ese proceso se hará liberándolo de toda culpa, ofreciéndole herramientas para que se convierta en un experto.

Este modelo, basado en la conversación terapéutica, facilitará que poco a poco se vaya dando forma a narrativas y guiones más saludables, en los que la persona adquiera una mayor sensación de control sobre su vida. Implica «reautorizarla» nuevamente para que se convierta en el actor único de su presente y su devenir.

    La terapia narrativa nos conecta con nuestros valores y propósitos para que reescribamos nuestra vida orientándola hacia la esperanza.
La deconstrucción para abordar tus problemas y desafíos

La deconstrucción es una de las técnicas más destacables de la terapia narrativa. Se hace uso de ella cuando detectamos que la persona evidencia una problemática vital que está condicionando su bienestar. A veces, asumimos roles muy debilitantes porque hemos integrado una serie de ideas irracionales que agravan, complican y hacen más farragoso cualquier desafío y dificultad.
Deconstruir una problemática nos facilita desgranar o dividir en parcelas más pequeñas esa entidad adversa que nos arrebata la calma. En el momento en que desmenuzamos en piezas más elementales aquello que nos perturba, nos daremos cuenta de qué lo refuerza, cuál es la raíz y por dónde deberíamos empezar a afrontarlo.

Comprendamos ahora cuáles son sus etapas para poner en práctica este recurso:
1. Expón tu historia y describe el problema

El primer paso es describir con detalle ese hecho problemático que nos genera estrés, ansiedad y malestar. Hagámoslo de manera sincera, siendo capaces de exponer también emociones y pensamientos que acompañan a esas vivencias desafiantes que no podemos abordar.
2. Desgrana en partes más pequeñas

La deconstrucción nos convierte en analistas de nuestras propias historias, en detectives que intentan comprender las partes que arman cada relato, cada testimonio. Por ello, y para dividir elementos más pequeños tu problema vital, guíate por estas pautas:

    ¿Qué desencadenó esa situación?
    ¿Cuál es tu papel en esa experiencia? ¿Eres responsable o víctima?
    ¿Cómo te sentiste y cómo te sientes ahora?
    ¿Qué piensas sobre dicha experiencia?
    ¿Qué recursos crees que tienes para abordar esa situación?
    ¿Cómo crees que están afectando tus miedos a la hora solucionar este problema?

3. Deconstruye con pensamientos alternativos

Para sanar una narrativa mental debilitante no hay que borrarla, hay que reescribirla de un modo más luminoso y esperanzador. Tal artesanía mental no se logra diciéndole a la persona lo que debe hacer. Debe ser ella misma quien aplique la deconstrucción para reformular otros guiones mentales más saludables.
Estas preguntas pueden servirle de ayuda:

    ¿Podrías ver esa situación desde otro enfoque?
    ¿Qué pasaría si dejaras de culparte de esa experiencia?
    ¿Qué contradicciones encuentras en tu relato?
    ¿Por dónde abordarías este desafío ahora que comprendes sus partes?

Para concluir, cada uno de nosotros hemos pasado por encrucijadas vitales muy complejas. En caso de que aún no las hayamos superado y de que esos nudos existenciales persistan, la deconstrucción puede servirnos de ayuda. Se trata, ni más ni menos, que de desmontar las diferentes partes de un problema para poder delimitar sus ambigüedades y reformularlo de otro modo. ¿Por qué no intentarlo?



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