¿Hay algo que te preocupe en este mismo instante? Lo más probable es que no te angustie una sola dimensión, sino varias. Porque la vida es compleja, nuestras relaciones se definen por infinidad de desafíos y porque las encrucijadas son una constante en nuestro día a día. Ahora bien, la buena noticia es que todos podemos aprender adecuadas estrategias para resolver esos nudos existenciales.
Tener buenas competencias a la hora de resolver problemas es, quizá, la piedra angular del bienestar psicológico. Esta habilidad evita que las "piedras” se acumulen en exceso en nuestra mochila personal y que las angustias sean la causa de nuestros desvelos nocturnos. El hecho de que el cerebro se oriente más a las soluciones y no tanto hacia las dificultades es un gran beneficio.
Fue con este fin por lo que, en los años 70, se desarrolló la conocida como terapia de solución de problemas. D’Zurilla y Goldfried fueron quienes desarrollaron este modelo terapéutico que tiene como propósito enseñar a la persona a manejar el impacto de los estresores vitales.
El objetivo no es solo entrenarle esas habilidades para resolver las dificultades. Una meta esencial es cambiar la percepción que muchos solemos tener sobre los problemas. Lejos de verlos como encrucijadas que nos bloquean, hay que interpretarlos como eventos que forman parte inherente de nuestra existencia.
"Enfrentarse, siempre enfrentarse, es el modo de resolver el problema. ¡Enfrentarse a él!”.
-Joseph Conrad-
¿Por qué es útil la terapia de resolución de problemas?
A todos nos enseñaron a leer y a escribir, pero no a resolver problemas. Aprendimos cómo sumar, dividir, hacer ecuaciones de segundo grado, analizar oraciones subordinadas e incluso a identificar en un mapa los ríos más importantes de cada continente. Muchos de esos conocimientos apenas nos son útiles, sobre todo, en esta era de las tecnologías y la información.
Nadie nos ofreció pautas sobre cómo resolver los retos y los problemas cotidianos. Por ejemplo, en la educación suele pasarse por alto cómo guiar a un niño para que gestione el estrés y poder así aplicar un pensamiento más creativo en su día a día. Esto explica por qué a lo largo de nuestra vida aplicamos más la conducta de evitación que la de afrontamiento a la hora de abordar un reto.
La terapia de solución de problemas se desarrolló con la finalidad de convertirnos en seres más aptos y resolutivos, capaces de sobrevivir en entornos estresantes. Se trata de un modelo basado en la escuela cognitivo-conductual en la que se aplica una estrategia simplificad del método científico para abordar los grandes y pequeños problemas del día a día.
Beneficios de esta estrategia terapéutica
Si hay un ámbito en el cual es eficaz la terapia de resolución de problemas es en el área clínica de la depresión. Un estudio de la Universidad de Amsterdam destaca su eficacia y su utilidad con estos pacientes. Desde el momento en que nos permite navegar mejor por los conflictos, preocupaciones y encrucijadas vitales, el beneficio es indudable.
Veamos más beneficios de este modelo:
Mejora la percepción de los problemas. Desarrollamos una percepción más positiva y resolutiva.
Reduce los miedos, los bloqueos y la negatividad ante los desafíos.
Aumenta la autoeficacia y la autoestima.
Reducimos la clásica tendencia hacia la evitación, tan común cuando surgen los problemas.
Se reduce también la impulsividad, el actuar sin aplicar una mirada más reflexiva.
En el momento en que desarrollamos una visión más confiada y positiva sobre los problemas y confiamos en nuestras capacidades, todo reto deja de ser una montaña para convertirse en un camino más llano que podemos transitar.
¿Cuáles son los pasos de la terapia de resolución de problemas?
Ningún problema se podrá solucionar sin tener antes un plan de ruta. Ahora bien, tampoco basta con tener unas instrucciones pausadas, al fin y al cabo, de nada nos sirve una guía si nuestro pulso tiembla, si la mente no está libre de miedos e inseguridades. Es por ello que los pasos de la terapia de resolución de problemas deben adaptarse a las necesidades de cada persona.
Estamos ante un modelo que debe adaptarse a cada individuo y circunstancia. Un trabajo de investigación de la Universidad de Iowa destaca algo interesante. Esta terapia es muy útil si se incluye como intervención psicoeducativa en adultos mayores. A medida que envejecemos, nos volvemos menos hábiles a la hora de tomar decisiones. Este recurso puede ser de gran ayuda.
Veamos ahora la secuencia de sus pasos:
1. Mentalidad de abordaje
La forma de abordar un problema requiere desarrollar en primer lugar una mentalidad positiva y flexible. El modo en que abordamos ese laberinto personal nos permitirá hallar una salida o quedarnos aún más perdidos. Es esencial tener la percepción de que todo desafío puede resolverse mediante una actitud esperanzada, resolutiva y confiada.
2. Nuevas fortalezas para manejar el estrés
El terapeuta habilitado en el modelo de resolución de problemas debe ofrecer al paciente adecuadas estrategias para manejar el estrés. Para ello, tiene que hacer ver a la persona cuáles son sus potenciales, fortalezas y virtudes. Todos tenemos unas experiencias y unas competencias luminosas que nos pueden servir para abrirnos caminos ante las dificultades.
3. Obstáculos que nos impedirán resolver un problema
¿Cuáles son los principales enemigos que me obstaculizarán abordar el desafío que tengo por delante? ¿Cuáles son, por término medio, esas alambradas que me impiden ser más resolutivo?
Siempre nos será útil visualizar e incluso hacer un listado de esas dimensiones que, en un momento dado, pueden dificultar el poder resolver una encrucijada personal. Tener una imagen clara de esas piedras que podemos encontrarnos en el camino nos permitirá poder sortearlas en caso de que aparezcan.
4. Mejorar la percepción de autoeficacia
La autoeficacia es la confianza que tenemos en la propia capacidad para efectuar una tarea. Sin esta percepción, sin esa semilla interna, nos será imposible alcanzar cualquier meta y, por su puesto, resolver ninguna dificultad.
Los pasos de la terapia de resolución de problemas requieren trabajar en cada paciente el desarrollo de esta competencia definida por Albert Bandura.
5. Reconocer y definir los problemas
Esto nos puede parecer llamativo. No todas las personas pueden definir con claridad los problemas que dominan y empeoran su calidad de vida. A veces, tenemos ante nosotros tal ovillo de dificultades, miedos, ansiedades y desafíos que resulta imposible desglosar la causa de cada malestar. Todo es caos.
Guiar a la persona para que identifique, delimite y formule cada problema es un paso básico y esencial.
6. La actitud ante el problema definido
¿Cómo aborda la persona sus problemas? ¿Qué tipo de enfoque, mentalidad y estrategias utiliza? A la hora de orientarnos hacia un problema es esencial librarse de los esquemas de pensamiento disfuncionales, los impulsos y aplicar una actitud motivadora, esperanzada. Lejos de eludir ese desafío, hay que verlo como una oportunidad de crecimiento.
7. Formular diferentes alternativas
Ante ese abismo que tenemos por delante, la mejor opción no es pensar en una estrategia para sortearlo. Lo ideal es generar múltiples alternativas de solución ante un mismo problema. Aquí hay que despertar la creatividad, encender el pensamiento lateral y aplicar el principio de variedad. Es decir, cuantas más ideas, mejor.
8. Valorar cada opción y sus posibles consecuencias
Uno de los pasos de la terapia de resolución de problemas más crucial es analizar cada propuesta que hemos generado. Si antes hemos hecho uso de la creatividad, ahora hay que aplicar la lógica y el análisis para quedarnos con las más idóneas.
¿Esta propuesta es lógica, es práctica? ¿Qué consecuencias pueden desprenderse de esta posible solución si la llevo a cabo?
9. Implementación y valoración
Es momento de ser valientes y audaces… Hay que implementar la propuesta elegida y analizar qué efectos tiene. En este momento pueden pasar dos cosas, que podamos resolver nuestro problema o que volvamos a la casilla de salida, es decir, que no resolvamos nada.
En caso de no obtener el resultado esperado, no debemos sentirnos bloqueados o devastados. Gestionar el fracaso y la frustración es un paso más del propio proceso de resolución de problemas. Al fin y al cabo, un fracaso no es más que un modo de clarificar que una opción en concreto no funciona. Nos quedan un millón más por comprobar.
Asimismo, en caso de que nuestra encrucijada se haya resuelto, es importante sentirnos orgullosos de nosotros mismos. Es un modo de reforzar nuestra imagen y autoeficacia.
"No podemos resolver problemas pensando de la misma manera que cuando los creamos.”
-Albert Einstein-
Un modo de educar a la mente
Aunque los pasos de la terapia de resolución de problemas configuran una estrategia tan interesante como práctica, cabe señalar que no es útil para todas las situaciones. Como bien podemos imaginar, hay experiencias y situaciones que no tienen solución y que solo requiere de una adecuada aceptación.
Sin embargo, contar con adecuadas habilidades en esta materia nos puede permitir abordar mucho mejor las incertidumbres y los pequeños o grandes retos de la vida. Es, también, un modo de educar la mente, de entrenar a nuestra actitud para que sea más resiliente y resolutiva y menos evitativa. Algo así es un gran avance.